Así lo afirma el biólogo molecular argentino Isro Gloger, reconocido días atrás como Oficial de la Orden del Imperio Británico por su trabajo en apoyo a las relaciones científicas entre Argentina y el Reino Unido. Desde 2010 lidera el programa “Trust in Science” del laboratorio británico GSK, que promueve en la región asociaciones público-privadas con la ciencia básica como motor para el desarrollo de nuevas terapias en oncología, inmunología y otras áreas.
(Agencia CyTA-Leloir)-. “Mi sueño dorado es que haya un nuevo remedio que salga de la Argentina, que parta de una idea, de un descubrimiento en este país”, asegura el biólogo molecular argentino Isro Gloger, reconocido días atrás como Oficial de la Orden del Imperio Británico por su trabajo en apoyo a las relaciones científicas entre Argentina y el Reino Unido.
Tras comenzar sus estudios en la UBA y doctorarse en la Universidad Hebrea de Jerusalén, completó su formación en Reino Unido y desde 1989 trabaja en la británica GSK (GlaxoSmithKline), una de las compañías farmacéuticas más grandes del mundo, con 99.000 empleados en 95 países. En 2010, Gloger comenzó a liderar desde cero el programa “Trust in Science” de GSK con el propósito de generar asociaciones público-privadas en América Latina para seleccionar proyectos de ciencia básica de punta con capacidad para generar conocimientos para el desarrollo de fármacos efectivos para múltiples enfermedades. “Empezó como un proyecto piloto de 1 o 2 años, y bueno, creció y continúa”, se enorgullece Gloger en diálogo desde Londres con la Agencia CyTA-Leloir.
Desde 2011, el programa “Trust in Science” establece de manera continua acuerdos con el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de Argentina para elegir y apoyar con fondos de coparticipación estudios de ciencia básica en oncología, inflamación e inmunología en el que han participado más de 220 investigadores. También propició que jóvenes investigadores realicen postdoctorados en el prestigioso Instituto Francis Crick, en Londres. Y en colaboración con la Embajada Británica en Argentina y el Ministerio de Ciencia trajo al país premios Nobel de ciencia británicos para estrechar vínculos con investigadores locales.
“La ciencia puede acercar países que están distanciados en otras áreas por razones políticas e históricas”, asegura.
¿En qué áreas se centran los proyectos de ciencia básica seleccionados para formar parte del programa?
Empezamos en áreas terapéuticas diversas, todas de interés para Argentina, por supuesto. Al principio eran áreas como las infecciosas (Chagas), respiratorias, cardiovasculares, metabólicas, vacunas y oncología. En los primeros seis años, apoyamos cerca de 25 proyectos de investigación básica, cada uno de tres años de duración, dentro del marco de llamados a la presentación de proyectos de Investigación Científica y Tecnológica (PICTO) para la adjudicación de subsidios constituidos con fondos de GSK y del Ministerio de Ciencia. El último llamado, publicado hace dos semanas, en forma conjunta con la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (AGENCIA I+D+i), se concentra en proyectos de investigación orientados a la identificación y validación de nuevos blancos moleculares con potencial terapéutico en cáncer.
¿Qué rasgos del programa son más innovadores?
Por un lado, no es solo un modelo financiero que se limita a dar dinero a un grupo de investigación, sino que también apunta a establecer una relación estrecha de trabajo entre nuestros científicos, los de GSK, y sus pares argentinos. De hecho, cada cinco semanas se realizan reuniones virtuales entre ambos. Por otra parte, concebimos y respetamos que la propiedad intelectual pertenece a los científicos que realizan los descubrimientos de la investigación.
¿Nos puede mencionar algunos de los logros más relevantes del programa?
Son varios. Un ejemplo lindo es el proyecto de una plataforma de vacunas orales de la doctora Juliana Cassataro en la UNSAM, y que extendió un acuerdo con GSK para continuar ese proyecto. Otro con el doctor Norberto Zwirner, del Instituto de Biología y Medicina Experimental (IBYME), que avanza en un blanco terapéutico muy interesante para inmunooncologia. Y otro en el que está involucrada la doctora Vanesa Gottifredi, de la Fundación Instituto Leloir, en colaboración con la Universidad Nacional de Córdoba y la Universidad Católica de Córdoba, que utilizando extractos de plantas del noreste argentino, apunta a la identificación de potenciales blancos para el tratamiento de tumores. Todos produjeron trabajos publicados en revistas científicas de alto impacto.
¿Por qué a una empresa como GSK le interesa invertir en investigación básica? ¿Hay un compromiso de confidencialidad que limita la difusión de los hallazgos?
Si un científico identifica algo muy interesante (como podría ser una proteína que interviene en determinada enfermedad), GSK puede aportar su colección de compuestos químicos para el desarrollo de un medicamento, pero eso es otra etapa, que podríamos llamar competitiva. Por principio, creemos que la ciencia básica “precompetitiva” debe ser de dominio público para que la ciencia avance. Todos los proyectos que apoyamos se publican. Y si hay interés de una propiedad intelectual generada, apoyamos a los investigadores para la obtención de la patente y que conserven el rédito de su trabajo si descubren algo importante.
¿Por qué cree que el gobierno británico decidió distinguir su labor?
Hay un concepto que se llama la diplomacia de la ciencia, que enfatiza que las diferencias entre países no tienen que influir en la ciencia. Y que, por el contrario, la ciencia puede acercar países que están distanciados en otras áreas por razones políticas e históricas. Es un concepto muy interesante. En este sentido, el programa Trust in Science de GSK ha sido un motor de acercamiento entre Argentina e Inglaterra.
¿La experiencia del programa podría inspirar a otras empresas a seguir un modelo de asociación público-privada que incorpore a la ciencia como elemento clave para la innovación?
Tengo entendido que hay empresas argentinas que también están colaborando con el Ministerio de Ciencia. Si una empresa está informada y ve el valor que tiene el conocimiento básico, se animaría a participar en modelos similares a los propuestos por nosotros. Yo jugué un papel importante en promocionar el valor de recursos humanos científicos que hay en Argentina. Para hacer algo así, hay que tener el compromiso de gente motivada a trabajar en proyectos de articulación. No se trata solo de fondos, el elemento humano es muy importante: tener ganas de hacer algo útil que le sirva a la sociedad. Ese es un secreto a menudo subestimado para que las cosas salgan adelante.
¿Qué lo motivó a impulsar el programa del GSK para Argentina y otros países de la región?
Empecé mi carrera en la universidad argentina y continué mi formación en el exterior, pero siempre mantuve dos cosas: una apreciación de la calidad de la ciencia argentina y un deseo de hacer algo para devolver lo que me dio la educación de mi país. Recuerdo una frase que me movió mucho, del doctor Moncef Slaoui, Presidente de Investigación y Desarrollo de GSK en 2008: “Quiero que vayamos a dónde esté la buena ciencia”. Eso me impulsó en 2010. Y acá estamos, 10 años después, manteniendo un proyecto de manera estable.
¿Cuál sería su máxima aspiración con relación al programa?
Suena un poco cliché, pero lo voy a decir: para mí, un sueño dorado es que haya un nuevo remedio que salga de la Argentina, que parta de una idea, de un descubrimiento surgido de este programa. Y soy optimista de que eso ocurra.