La directora del Instituto de Agrobiotecnología del Litoral (IAL), en la ciudad de Santa Fe, lideró la investigación que posibilitó que se aprobara por primera vez en Argentina una variedad de cultivo de trigo tolerante a sequía 100% desarrollado en nuestro país. Se trata también de la primera aprobación en el mundo para eventos de tolerancia a estrés hídrico en ese cultivo.
(Agencia CyTA-Leloir)-. Hace unos días se aprobó por primera vez en el mundo una variedad de trigo tolerante a sequía desarrollada totalmente en Argentina. Se trata también de la primera aprobación en el mundo para eventos de tolerancia a estrés hídrico en ese cultivo.
“La biotecnología aplicada a plantas debe redoblar sus esfuerzos para encontrar maneras de producir eficientemente más alimentos y energía. La tecnología HB4® para el cultivo de trigo que desarrollamos es un paso en esa dirección y un ejemplo concreto de que la ciencia resuelve problemas”, indicó Raquel Chan, investigadora del CONICET y directora del Instituto de Agrobiotecnología del Litoral (IAL), en la ciudad de Santa Fe.
El trigo HB4 es el resultado de una colaboración público-privada de más de quince años entre la empresa Bioceres y el grupo de investigación liderado por Chan. Y sus variedades son desarrolladas por TrigallGenetics, un joint-venture entre Bioceres y Florimond Desprez de Francia, una de las empresas líderes a nivel mundial en genética de trigo.
En lotes de producción y ensayos a campo llevados a cabo durante los últimos 10 años, las variedades de trigo HB4 mostraron, según informes de la empresa INDEAR, mejoras de rendimiento que promediaron el 20 por ciento en situaciones de sequía.
La aprobación regulatoria del trigo HB4 por parte del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación es resultado de varios años de estudios experimentales evaluados por la Comisión Nacional de Biotecnología Agropecuaria (CONABIA). Asimismo, el SENASA concluyó que ese cultivo tolerante a sequía es inocuo para la alimentación humana y animal.
Chan nació en Buenos Aires, se recibió de bioquímica en la Universidad Hebrea de Jerusalén, Israel. Volvió a Argentina y en 1988 se doctoró en la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Tras realizar su posdoctorado en la Universidad Louis Pasteur, de Estrasburgo (Francia), regresó al país.
En una entrevista con la Agencia CyTA-Leloir, desde su laboratorio del IAL, que depende del CONICET y de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), Chan se refirió a la tecnología HB4® para el cultivo de trigo, otros proyectos y a la importancia de la ciencia para impulsar el agro.
-¿Qué significa para usted ver la posibilidad de un producto comercial tras largos años de investigación?
Raquel Chan: Está pendiente la aprobación de Brasil para que nuestro trigo tolerante a sequía sea un producto comercial. Soy optimista: sería una maravilla, porque implicaría un ingreso de divisas al país ya sea por exportación, por cobro de impuestos, generación de trabajo e ingreso de divisas al CONICET en concepto de regalías.
-¿Cuál es la principal singularidad de este desarrollo?
Hasta ahora, todos los organismos vegetales genéticamente modificados o transgénicos aprobados en Argentina eran con “políticas espejo” con respecto a Estados Unidos, o sea, se hacían todos los ensayos que requerían la CONABIA y el SENASA, pero eran cosas que ya estaban aprobadas en Estados Unidos. Es la primera vez que se aprueba un cultivo masivo de tanta importancia a nivel mundial. Y demuestra que el sistema científico de nuestro país, aún con menos recursos, es capaz de grandes logros, tal como lo está demostrando durante la pandemia.
-¿Cómo surgió la idea de esta investigación?
Todo empezó con un desarrollo absolutamente básico: nos preguntamos cómo las plantas se adaptan al medio ambiente y en particular a la falta de agua. Entonces, tratando de contestar esa pregunta básica, una de las estrategias experimentales que utilizamos fue aislar genes, en este caso de girasol, y ponerlos en una planta que no los tiene, que es Arabidopsis thaliana (un modelo vegetal de laboratorio). Y estudiamos cómo se comportaba esa planta de manera diferencial con respecto a las que no recibieron el gen.
¿Por qué eligieron al girasol?
Porque es una planta muy adaptable al medio ambiente: crece en regiones bastantes inhóspitas desde el punto de vista de la agricultura. Estudiando qué diferenciaba a girasol de otras plantas que toleraban menos el estrés por déficit hídrico, encontramos una serie de genes que se convirtieron en tecnologías. Todo parte de un estudio básico, por eso siempre voy a defender la ciencia básica. Haciendo buenas preguntas, siguiendo la metodología científica y siguiendo los cánones, las pautas y los parámetros de investigación y de evaluación, se pueden llegar a buenas tecnologías.
Además de trigo, en colaboración con INDEAR, su laboratorio ha desarrollado tecnologías basadas en el gen HB4 de girasol que también confiere a soja y maíz tolerancia a múltiples fuentes de estrés. ¿Hay planes de llevar estos cultivos al mercado?
El que ha andado muy bien es soja, y estamos trabajando con INDEAR para lograr lo mismo con maíz. De hecho, las variedades de soja están pendientes de ser aprobadas por entes regulatorios de China que evalúan daño potencial ambiental y para la salud humana y animal. Estamos esperando los resultados de esta fase en la que también participa activamente Bioceres. Ojalá los resultados den bien, para que esa tecnología se libere y pueda comercializarse.
Además del gen HB4, ¿qué otras tecnologías están desarrollando?
El HB11 es otro gen de girasol que otorga tolerancia a inundaciones y desfoliación con resultados muy prometedores en maíz. También estamos con un proyecto para desarrollar arroz tolerante a sequía y salinidad con la provincia de Santa Fe, pero en este caso usando edición génica con técnicas basadas en los avances de Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna, ganadoras del Premio Nobel de Química 2020.
-¿Qué tan importante es el trabajo interdisciplinario para lograr estos avances?
Es fundamental. La articulación de disciplinas y miradas diferentes, desde agrónomos hasta sociólogos, permite que un conocimiento que surge del laboratorio pueda transferirse al campo. Por ejemplo, los colegas de Bioceres e INDEAR realizan ensayos a campo con una mirada empresaria, mirando condiciones y rendimiento. Margarita Portapila y su grupo, expertos en inteligencia artificial, quienes a través de análisis espectrales que se pueden hacer con drones, logran distinguir genotipos; por ejemplo, transgénico de no transgénico. Los grupos de las doctoras María Elena Otegui y Fernanda González realizan los análisis ecofisiológicos de los ensayos aportando con sus saberes a ver cosas que los biólogos moleculares no sabemos mirar.
-Recientemente Silvia Goyanes, una de las líderes del “Súper barbijo” Atom-Protect dijo en una nota a la Agencia CyTA-Leloir: “Todavía hay que explicar que los físicos podemos hacer ciencia con aplicación directa a la industria”. ¿Considera que los científicos que trabajan en biología vegetal deben hacer lo mismo con el sector agro de nuestro país?
Sí, coincido. Todavía es necesario explicar cómo la biología molecular básica puede generar aplicaciones útiles para la sociedad, desarrollos tecnológicos interesantes. Creo que no depende solo de nosotros, pero sí pienso que los y las investigadores tenemos que comunicar más a la sociedad lo que hacemos y la importancia que tiene para el desarrollo de la sociedad. En otras palabras, no dudo que Goyanes o los físicos puedan desarrollar tecnologías de punta, sino que ellos, nosotros, y los investigadores de otras áreas debemos dedicar más tiempo y esfuerzo a explicar qué hacemos.