El estudio, liderado por científicas del Instituto Leloir y del CONICET en moscas de la fruta, aporta información para mejorar la comprensión de los ritmos circadianos que son claves para la salud.
(Agencia CyTA-Leloir)-. Mediante experimentos con la mosca de la fruta (Drosophila), investigadoras argentinas identificaron el papel clave de una proteína en el funcionamiento del reloj biológico.
El reloj biológico en Drosophila es más simple en cuanto al número de genes involucrados o “piezas de la maquinaria”, pero su funcionamiento es igual de complejo que el de mamíferos, humanos incluidos. “Por eso se lo utiliza como modelo desde hace décadas”, explicó la doctora en Biología Fernanda Ceriani, directora del estudio, y jefa del Laboratorio de Genética del Comportamiento de la Fundación Instituto Leloir (FIL).
Estudiar los factores que regulan el reloj biológico “nos permite generar información que puede servir para mejorar a futuro nuestra propia salud del sueño y la vigilia”, agregó la doctora en Biología Sofía Polcowñuk, primera autora del trabajo, ex becaria doctoral del CONICET en la FIL y ahora becaria posdoctoral en el Instituto de Ciencias del Cáncer en la Universidad de Glasgow, en Escocia.
Pequeña, pero importante
Los investigadores identificaron el rol de una pequeña proteína (péptido) llamada DPP que no había sido caracterizada en el cerebro de la mosca Drosophila adulta y que parece modular la conectividad de las neuronas reloj encargadas de medir el tiempo y ordenar los ciclos de vigilia y reposo a lo largo del día.
Para determinar si esa molécula era relevante en el cerebro adulto, los científicos hicieron uso de herramientas genéticas que permitieron analizar los ciclos de actividad y reposo de moscas adultas con niveles bajos o exacerbados de DPP comparado con moscas controles.
La reducción de los niveles de la proteína en un grupo de neuronas reloj afectó el patrón de actividad locomotora de las moscas, de modo tal que no tenían noción de que momento del día era y por lo tanto su actividad era errática. Por otro lado, al aumentar su liberación, las científicas constataron que se modificaba la estructura de las terminales de las neuronas del reloj central.
Este trabajo se suma a muchos otros que buscan comprender la complejidad del “reloj circadiano” en el cerebro. “Los resultados obtenidos nos incitan a explorar otras vías de comunicación que las neuronas reloj emplean para comunicarse y en conjunto regular complejos comportamientos de una manera muy precisa previendo y adaptándose a los cambios que suceden en el ambiente”, concluyó Ceriani.
El estudio fue publicado en “The Journal of Neuroscience” y también colaboró Taishi Yoshii, de la Universidad de Okayama, en Japón.