Un grupo de paleontólogos argentinos liderado por Fernando Novas, investigador del CONICET en el Museo Argentino de Ciencias Naturales, encontró, entre otros, restos microscópicos de larvas y escamas de mariposas, y fragmentos de cabezas y mandíbulas de larvas de unos parientes cercanos a los mosquitos que convivieron con los dinosaurios en el sur argentino hace 70 millones de años. Presentados en Nature Communications Biology, se trata de unos de los pocos registros de esta antigüedad a nivel mundial.

(Agencia CyTA-Leloir. Por Luciana Díaz).- Mientras realizaban una expedición para hacer una caracterización lo más completa posible del ecosistema en el que vivieron los dinosaurios, y reconstruir cómo fue cambiando el ambiente en los últimos millones de años del período Cretácico en una zona de la provincia de Santa Cruz que ya había dado buenas noticias a los paleontólogos, un grupo interdisciplinario de científicos del CONICET se sorprendió al encontrar los primeros restos fósiles de insectos que habitaron en la Patagonia justo antes de la última extinción masiva. Según publicaron en la revista Nature Communications Biology, se trata de unos de los pocos registros de esta antigüedad a nivel mundial.

“Para el intervalo temporal que estamos trabajando –entre los 80 y 66 millones de años– los restos de insectos fósiles son prácticamente inexistentes, y en la región se pueden contar con los dedos de una mano. De hecho, la mayoría de los registros de presencia de insectos sudamericanos de fines del Cretácico se basan en evidencias indirectas como galerías o nidos, y no en restos corpóreos como los que encontramos nosotros. Tampoco había registros previos de insectos acuáticos”, aseguró a la Agencia CyTA-Leloir el reconocido paleontólogo Fernando Novas, investigador del CONICET en el Museo Argentino de Ciencias Naturales (MACN) y líder de la expedición realizada en la Formación Chorrillo, ubicada a unos 30 kilómetros al sur de la localidad de El Calafate.

“La Formación Chorrillo es una de las pocas en nuestro país, y diría del mundo, que provee evidencias de seres tan variados como dinosaurios, mamíferos, aves, ranas, peces, caracoles, plantas y, ahora, insectos”, enfatizó Novas, quien considera que es fundamental investigar todo el ecosistema de la época y no solamente a los más sobresalientes o gigantescos.

“Los dinosaurios no vivieron solos, sino acompañados por una gama amplísima de organismos: además de animales y plantas, había también seres microscópicos como bacterias y virus. Tenemos que entender la integridad de esa biota prehistórica”, añadió Federico Agnolín, investigador de CONICCET en el Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de los Vertebrados (LACEV) del MACN.

Reconstrucción del paisaje hacia fines de la era de los dinosaurios: lagunas con plantas acuáticas como los nenúfares servían de reparo y alimento a las larvas de ciertos insectos (Imagen: Gentileza M. Monferrán).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Según la publicación, cuyo primer autor es Ezequiel Vera, investigador del CONICET en la División Paleobotánica del MACN, en esta oportunidad los científicos hallaron restos de insectos de diferentes grupos. Entre ellos, larvas y escamas de alas de mariposas; fragmentos de cabezas y mandíbulas de larvas de quironómidos (parientes de los mosquitos pero que no se alimentan de sangre); restos de una larva de efímera (pariente lejana de las libélulas actuales); y otros restos indeterminables de artrópodos. “Nos sorprendió principalmente el extraordinario grado de preservación, así como la diversidad de los restos disponibles consistentes con diferentes partes del cuerpo. ¡No nos esperábamos hallar semejante mundo microscópico!”, resaltó Vera.

Si bien el objetivo de la expedición era caracterizar el ecosistema, Vera reconoció que el hallazgo de los insectos fue pura casualidad: el equipo de paleobotánicos había recolectado unas 60 muestras de roca, a las que trataron con ácidos para extraer la materia orgánica y recuperar así granos de polen y esporas de helechos. “Mientras las revisaban bajo el microscopio empezaron a verse mandíbulas, cabezas con ojos y pelos, diversos tipos de patas y otras estructuras muy raras que no pertenecían a ninguna planta, sino claramente a insectos”, describió Novas. La palinóloga Valeria Pérez Loinaze, investigadora de Conicet en el MACN y coautora del trabajo, aclaró: “Luego de la sorpresa inicial, se procedió a la búsqueda metódica de estos restos y se obtuvo una gran cantidad”.

A partir de este descubrimiento fueron convocados los especialistas en insectos fósiles Julieta Massaferro, del Programa de Estudios Aplicados a la Conservación de la Biodiversidad CENAC/APN, de Bariloche; y Oscar Gallego y Mateo Monferrán, del Centro de Ecología Aplicada del Litoral, en Corrientes, quienes determinaron en detalle los diferentes tipos de insectos hallados.

El reconocido paleontólogo Fernando Novas lideró la expedición a la Formación Chorrillo, en la provincia de Santa Cruz.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Otro aporte interesante del descubrimiento tiene que ver con que ofrece una nueva evidencia de la relación entre la fauna de la zona de Australasia y la del extremo sur de Sudamérica. Ocurre que el equipo que lideró Novas considera que los restos de insectos acuáticos son congruentes con la presencia de mamíferos emparentados con el actual ornitorrinco australiano, que vive en ríos y lagos y en su dieta incluye caracoles e insectos como los descubiertos en Chorrillo. De hecho, el año pasado otro de los miembros del equipo, el paleontólogo Nicolás Chimento, publicó el hallazgo en ese mismo sitio de un pequeño molar de un mamífero muy similar al ornitorrinco.

“Desconocemos qué tipo de interacción ecológica habría existido entre los dinosaurios, las mariposas, los quironómidos y las efímeras que hemos hallado, pero nos podemos hacer una imagen del ornitorrinco nadando entre nenúfares y capturando insectos y caracoles similar a la que se observa hoy en los arroyos y lagos australianos”, comentó Novas.

Más allá de conocer el ambiente en el que vivieron los gigantes del pasado, los investigadores quieren entender también qué efecto tuvo la extinción masiva de fines del Cretácico en los ecosistemas de la Tierra. “Sabemos que los grandes dinosaurios desaparecieron para siempre, al igual que los reptiles voladores y marinos, otros grupos de vertebrados e invertebrados y las plantas. Pero todavía no tenemos claro de qué manera se relacionaron estos cambios bióticos entre sí”, dijo Agnolín. Y concluyó: “El hallazgo de restos fósiles que presentamos nos permite conocer algunos grupos de insectos que vivieron en el extremo sur de la Patagonia en esa época y sumar datos para evaluar los efectos de la última extinción masiva en la región”.

Pero eso no es todo. La experiencia de los científicos argentinos puede ser además un aviso para sus colegas de todo el mundo: ahora saben que al buscar restos vegetales en rocas también pueden encontrar registros animales conservados en tres dimensiones, algo que no se había tenido en cuenta hasta el momento.

 

Restos de un lepidóptero, grupo al que pertenecen las mariposas y polillas (Gentileza imágenes: LACEV).