Un estudio publicado en Science evidenció los intrincados vínculos entre una hormiga local, un tipo de árbol, los elefantes y la actividad de caza de los leones, y demostró cómo la irrupción de una especie foránea alteró el equilibrio ecológico en Kenia. El investigador del CONICET Alejandro Pietrek es uno de los coautores del trabajo y explica aquí el impacto del hallazgo y sus posibles consecuencias.
(Agencia CyTA-Leloir. Por Luciana Díaz).- Como en una película de enredos, la llegada de una pequeña hormiga invasora a una zona de la sabana africana provocó una alteración en cadena tan fuerte del ecosistema que hasta modificó la actividad de caza de los leones y generó un cambio de vida a elefantes, cebras y búfalos, según un estudio publicado en la revista Science, del que participó el biólogo argentino e investigador del CONICET Alejandro Pietrek.
“El impacto de las especies invasoras en distintos ambientes es bien conocido, pero este estudio muestra cómo una interacción a escala minúscula reverbera a escalas más grandes del paisaje”, señaló Pietrek a la Agencia CyTA-Leloir. El hallazgo también advierte sobre la posibilidad de efectos inesperados de la actividad humana sobre ecosistemas del país y de la región.
El proyecto en África arrancó en 2016, y el especialista argentino en biología de poblaciones participó en el marco de su postdoctorado en la Universidad de Florida, Estados Unidos. Impulsado por científicos estadounidenses, el objetivo era analizar la relación basada en el mutualismo de ciertas hormigas y las acacias en Kenia. En biología se llama así al vínculo entre distintas especies en la que los dos individuos involucrados obtienen un beneficio.
En el caso concreto de la zona estudiada, un grupo de hormigas nativas del género Crematogaster solía recibir refugio y grandes cantidades de néctar de las acacias espinosas de la sabana (Vachellia drepanolobium). A cambio, con las dolorosas picaduras de sus aguijones protegía a ese árbol, evitando que grandes herbívoros como los elefantes comieran sus hojas.
El problema fue que hace unos 20 años, de la mano del ser humano, llegó al lugar la hormiga invasora conocida como “cabezona” (Pheidole megacephala) y el paisaje comenzó a cambiar: las recién llegadas derrotaron a las hormigas locales y, sin la protección de antes, las acacias quedaron expuestas. Según los autores del flamante artículo, “los elefantes ahora rompen los árboles a un ritmo cinco a siete veces mayor que en las áreas no invadidas”.
Esta disrupción del mutualismo tuvo un efecto colateral que sorprendió hasta a los propios investigadores: el ambiente menos frondoso dejó al descubierto a los leones frente a las cebras, sus presas favoritas, que ahora prefieren las áreas invadidas por la hormiga cabezona. Eso, a su vez, provocó que los leones dejaran de cazarlas y optaran por los búfalos, algo que no había ocurrido antes.
“En el proyecto de investigación inicial, liderado por los científicos Todd Palmer, Corinna Riginos y Jake Goheen, existía la percepción de que los cambios que se veían en el paisaje podrían tener efectos en lo que se conoce como ‘paisaje del miedo’, que es cómo perciben las presas el riesgo de depredación, en este caso de leones. Lo que no esperábamos era que hubiera un cambio tan notable y que éstos pasaran de depredar cebras a búfalos. Los leones allí cazan al acecho y la vegetación cumple un rol muy importante en el éxito de sus capturas”, explicó Pietrek.
Consultado acerca de si se debe intervenir en Kenia para resolver la situación o si la naturaleza sola se encargará de encontrar un nuevo “equilibrio”, el científico respondió: “A escala pequeña se puede erradicar la especie invasora, pero las hormigas cabezonas están profundamente ligadas al hombre y la reintroducción es un escenario muy probable. Por otro lado, la erradicación puede no conducir al equilibrio anterior, sino a uno alternativo. Asimismo, la incertidumbre en los sistemas naturales es enorme y es difícil predecir qué va a pasar a largo plazo si no hacemos nada”.
Lejos de la gran ciudad
Alejandro Pietrek nació en Buenos Aires y se recibió de biólogo en la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, pero dice que toda su vida vivió escapando de la gran ciudad. Para su doctorado en la Universidad de Duke, Estados Unidos, estudió la demografía y expansión de los castores en la Patagonia, una especie invasora que provoca muchos problemas. En ese caso, su trabajo de campo fue en Tierra del Fuego.
Para el posdoctorado cambió de geografía, pero no dejó de lado su búsqueda por comprender el impacto de la actividad humana sobre los ecosistemas. Visitó varias veces Kenia, experiencia que recuerda como “fabulosa”. “En ningún lugar del planeta uno se encuentra tan fácil con tanta megafauna carismática. Además, con sus más de cuarenta tribus, Kenia es culturalmente fascinante”, describió. Y agregó: “Parte de mi trabajo fue recolectar datos y establecer las parcelas experimentales para mostrar el efecto de las hormigas y los megaherbívoros como los elefantes sobre las acacias en particular, y sobre el paisaje en general. El artículo científico es el producto cúlmine de muchos años de trabajo y estudios que permitieron tener una imagen más nítida de lo que ocurría”.
Si bien sus estudios de posgrado los realizó en instituciones estadounidenses, Pietrek siempre mantuvo sus ganas de retornar y hacer ciencia en la Argentina. Lo que finalmente logró: en la actualidad, trabaja en el Laboratorio de Ecología Aplicada a la Conservación, en Salta. Allí lleva adelante diversos proyectos sobre poblaciones silvestres de especies amenazadas de los Altos Andes. En 2022 confirmó, por ejemplo, la presencia en la zona de chinchillas de cola corta, luego de décadas sin que hubiera registros visuales en el país.
“Salta y Jujuy son lugares fabulosos por la diversidad de ecosistemas que albergan y las amenazas antrópicas que enfrentan. Soy un biólogo de poblaciones y todos mis proyectos tienen un fuerte componente de trabajo de campo. Siempre me interesó entender por qué algunas especies declinan a la extinción y otras se tornan invasoras”, aseguró.
“Estudios como el que publicamos en Science son posibles gracias al financiamiento sostenido y de largo plazo. Estoy seguro de que habría muchos más trabajos de nuestros científicos en revista de primer nivel si pudieran acceder a condiciones de financiamiento modestamente mejores”, concluyó.