Un artículo publicado en Science por un grupo internacional de científicos, entre ellos el biólogo argentino Juan Martín Cuevas, resalta que ciertas especies de tiburones y rayas de las profundidades del océano enfrentan una situación insostenible para su supervivencia. El comercio internacional de su carne y del aceite de hígado para la industria cosmética, sumado a su lento crecimiento y baja fecundidad, hacen que las poblaciones no logren recomponerse y su número disminuyó de manera notable en la última década. Proponen medidas para actuar antes de que sea tarde.
(Agencia CyTA-Leloir).- Debido a las dificultades humanas para sumergirse por debajo de los 200 metros de profundidad, el fondo oceánico permanecía como un verdadero refugio natural de la biodiversidad. Pero nada es para siempre y ahora un grupo internacional de científicos, entre los que figuran el biólogo argentino Juan Martín Cuevas, advierte en la revista Science que la sobrepesca se convirtió en una amenaza para las poblaciones de tiburones y rayas que nadan alejados de la luz solar.
Según el artículo, uno de cada siete ejemplares corre un riesgo elevado de extinción y del total de 521 especies conocidas, casi el 12% está en peligro: nueve de ellas de manera crítica. “Este nivel de riesgo de extinción es más del doble del que se registró en el primer informe global sobre este grupo realizado en 2014”, aseguran los autores.
“El nuevo análisis para evaluar la situación de los peces cartilaginosos de las profundidades del mar pone de manifiesto que la sombra de la sobrepesca ha llegado bien hondo”, señaló Cuevas a la Agencia CyTA-Leloir. El coordinador de Conservación de Tiburones y Rayas de WCS Argentina, organización de la sociedad civil que trabaja para conservar ambientes y especies silvestres del país, añadió: “Esto quedó en evidencia al constatar que una tercera parte de las especies de profundidad son capturadas por la industria pesquera y que la mitad de las buscadas para el comercio internacional de aceite de hígado, muy usado en cosmética, está amenazada de extinción”.
Los tiburones, como predadores en la cima de la cadena alimentaria, desempeñan un papel crucial en los océanos desde hace cientos de millones de años, ya que ayudan a mantener el equilibrio y regular otras poblaciones marinas. Pero su captura excesiva por motivos comerciales los está poniendo en riesgo; a este panorama sombrío también se suman la destrucción de su hábitat y el cambio climático.
“Llevan décadas siendo explotados por la pesca por su consumo como sopa de aleta, carne, aceite y otros usos comerciales y no comerciales, como trofeos. En consecuencia, junto a rayas y quimeras, son el grupo de vertebrados más amenazado de los océanos”, enfatizó Cuevas, que fue invitado a participar de la investigación como miembro del Grupo de Especialistas de Tiburones de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). “Por su lento crecimiento, reproducción tardía y baja fecundidad -agregó- no logran hacer frente a esta presión insostenible. El nivel de amenaza equivale al 37% de todas las especies de peces cartilaginosos evaluadas por la UICN”.
En el Mar Argentino habitan 105 especies de peces cartilaginosos, de las cuales 55 son tiburones (16 de gran tamaño) y 48 batoideos (rayas, torpedos, y afines). “En el Atlántico sudoccidental se ha registrado una drástica disminución en poblaciones como la del escalandrún (Carcharias taurus), que se redujo más del 90% en las últimas cuatro décadas”, informó Cuevas.
Según el especialista del Museo de la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad de La Plata, la zona comprendida entre el sur de Brasil y el norte de Argentina es uno de los lugares críticos identificados a nivel global para la conservación de tiburones debido al elevado endemismo, combinado con la gran presión pesquera y el mal manejo de esa industria. Casi el 60% de las especies evaluadas bajo criterios de la UICN están en alguna categoría de amenaza de extinción. De ese grupo, el 75% sólo existen aquí (son endémicas), como el gatuzo (Mustelus schmitti), los peces ángel (Squatina spp.) y la guitarra grande (Pseudobatos horkelii).
Frenar el peor scenario
El artículo de Science hace foco en la necesidad de regulaciones “urgentes” para evitar una depredación irreversible y permitir la recuperación del grupo. “Se aconsejan dos tipos de abordajes dentro del marco de una estrategia denominada ‘30×30’: refugios verticales y protección total horizontal”, señaló Cuevas. Y aclaró: “Con respecto al primer punto, se busca poner un límite vertical a la pesca, relacionado con el grado de profundidad permitido. Si se establece desde los 800 metros, una de cada tres especies amenazadas obtendría el 30% de protección, y si fuera desde los 500 metros se duplicaría el total de especies protegidas”.
El segundo planteo, en tanto, tiene que ver con el establecimiento de áreas “No-Take” (no llevar), de restricción total en el plano horizontal y la prohibición de actividades de pesca en el 30% de la superficie de los océanos, entre los 200 y los 2000 metros de profundidad. “De esta manera se alcanzaría a proteger, al menos parcialmente, al 80% de las especies de profundidad”, graficó Cuevas.
Además, los expertos aseguran que es necesario mejorar las regulaciones actuales sobre el comercio de estas especies y sus derivados, mejorar la trazabilidad de los productos que se obtienen de ellas como el aceite del hígado, así como impulsar el reemplazo del escualeno (compuesto orgánico que se extrae de ese aceite y se usa en cosmética como hidratante de la piel) por moléculas sintéticas.
“Este tipo de reemplazo de productos orgánicos por sintéticos ya se logró con otras especies, como el cazón, del que se extraía vitamina A del aceite de su hígado para mejorar la visión nocturna de los pilotos durante la Segunda Guerra Mundial”, informó Cuevas, quien comparó que el umbral de extinción que están enfrentando los peces cartilaginosos en general es similar al de los grandes cetáceos amenazados por la industria ballenera en un pasado no tan lejano. “La pregunta en este caso es si habrá tiempo suficiente para revertirlo y si tendrán la misma suerte de los mamíferos, que contaron con una moratoria de pesca que hoy está muy lejos del horizonte de este grupo”, planteó.
Para lograr el efecto deseado, las medidas deberían ser aplicadas de manera urgente y al mismo tiempo en diferentes planos: locales, regionales e internacionales. “No todos en el mar, y en el siglo de la pesca ilegal, subdeclarada y no reglamentada, van a tener la misma suerte que las ballenas. Desde WCS no podemos darnos el lujo de no tener esperanza y pensar que es tarde, por eso todo nuestro esfuerzo está dirigido a revertir esta tendencia y existen ciertos logros locales que nos permiten seguir trabajando en ese sentido”, resaltó Cuevas.
Entre otras cosas, Argentina adhiere a un Tratado del Río de la Plata y su Frente Marítimo, que es de aplicación tanto para Uruguay como para nuestro país y que establece diversas medidas de manejo como la prohibición de la pesca para la extracción de la aleta y la obligación de devolver al mar los ejemplares vivos de tiburón mayores a 160 centímetros de longitud total. En la Provincia de Buenos Aires, sin ir más lejos, existe una veda permanente para la captura artesanal o comercial de los tiburones costeros grandes y medianos. Y a fines de 2023 la Legislatura de Río Negro sancionó una ley que establece pautas regulatorias para la pesca deportiva marítima y, en particular, la devolución obligatoria de cinco grandes tiburones costeros, lo que representando un hito en términos de políticas públicas.
“Su efectiva implementación está aún en proceso”, advirtió Cuevas, quien concluyó: “Si bien Argentina tiene buenas normativas en cuanto al manejo del grupo, y en algunos casos es mejor que respecto a otros países, creo que aún es escaso tanto su monitoreo efectivo como su implementación”.