El biólogo argentino Lautaro Gándara es el primer autor de un impactante estudio publicado recientemente en la revista Science, que demuestra que insecticidas, herbicidas y funguicidas, aun en muy pequeñas dosis, alteran el comportamiento y la fisiología de moscas, mosquitos y mariposas. En diálogo con la Agencia CyTA-Leloir explica por qué, a pesar de la contundencia de sus resultados, cree que el proceso puede revertirse. Y aporta posibles soluciones.
(Agencia CyTA-Leloir).- “A nivel planetario hay reducciones masivas en las poblaciones de insectos, que no se restringen a especies particulares. Si bien hay muchos estudios en abejas, porque tienen una implicancia económica muy grande, toda la diversidad de insectos parece estar en riesgo y no se sabe con certeza por qué”. El biólogo argentino Lautaro Gándara, resumió así a la Agencia CyTA-Leloir la razón que lo llevó a utilizar la batería de técnicas y métodos que desarrolló en el marco de su posdoctorado en el Laboratorio Europeo de Biología Molecular (EMBL, por sus siglas en inglés), en Heidelberg, Alemania, para investigar el rol de los agroquímicos en el “apocalipsis de los insectos”. El resultado de su trabajo fue publicado recientemente en la revista Science.
Junto a sus colegas del laboratorio que dirige el biólogo evolutivo Justin Crocker en el EMBL, Gándara se sorprendió al comprobar que incluso dosis muy pequeñas (subletales) de agroquímicos modifican el comportamiento y la fisiología de los insectos, al punto de que se reduce la puesta de huevos en un 60%. Algo que detectaron no sólo frente a insecticidas, sino también ante cantidades residuales de herbicidas, funguicidas y otros productos que fueron aprobados con objetivos diferentes al de combatir “bichos”.
La polinización es un proceso clave para la reproducción de las plantas y la formación de nuevas semillas y frutos. De hecho, el 75% de los cultivos globales depende de ella a través del trabajo vital de mariposas, avispas, abejas y moscas. Sin embargo, se estima que por año se pierde del 2% al 3% de las poblaciones de estos insectos, un problema a escala global porque un mundo sin insectos no sería viable. “No solamente porque colapsa la producción de alimentos tal como la entendemos hoy, sino también porque muchas de estas especies son centrales en el ecosistema”, graficó Gándara.
Para el estudio, los investigadores utilizaron una biblioteca química de 1024 moléculas –incluidas las más usadas a nivel comercial, como el herbicida glifosato y el insecticida imidacloprid– y evaluaron el impacto de dosis subletales sobre la llamada mosca de la fruta (Drosophila melanogaster). “En esa especie, el 57% de las sustancias analizadas, la mayoría herbicidas, afectó significativamente el comportamiento de las larvas. Y una proporción aun mayor comprometió la supervivencia a largo plazo”, informó el científico. Y añadió: “Esa exposición también condujo a alteraciones del desarrollo y la reproducción. Muchos de estos efectos se amplificaron al aumentar la temperatura de los ensayos, lo que hace pensar que en un escenario de cambio climático ese impacto será aún mayor”.
Los investigadores comprobaron también alteraciones similares en mosquitos y mariposas.
Hasta ahora se sugería que la disminución en la biodiversidad de insectos a nivel mundial podía estar relacionada a la pérdida de hábitats debido a la agricultura y la urbanización, el cambio climático y el uso extensivo de pesticidas, cuyas evaluaciones de seguridad solo toman en cuenta las dosis letales. La contribución de cantidades subletales, demasiado bajas para matar, ha sido poco estudiada.
Para arribar a sus impactantes conclusiones, Gándara utilizó una plataforma que realiza un análisis preciso y exhaustivo del comportamiento y otros rasgos observables, una técnica conocida como “fenotipado profundo”, que incluyó métodos metabólicos y fisiológicos que desarrolló durante los cinco años de su posdoctorado en Alemania.
“Una cosa es leer un texto donde se describe sobre la reducción de una población en una parte del mundo y otra cosa es ver lo que ocurre con tus propios ojos. Observar, por ejemplo, cómo una concentración de moléculas que está reproduciendo lo que pasa inmediatamente afuera de mi laboratorio genera una reducción en la puesta de huevos de tanta magnitud, no encuentro otra manera de definirlo que no sea como algo perturbador”, aseguró Gándara.
Con todo, y a pesar de los resultados tan contundentes, el biólogo es optimista. “No hemos logrado identificar ningún efecto a lo largo de generaciones, lo cual es bueno porque muestra que no queda una marca epigenética que persiste en la población. Si se remueve el producto en cuestión, el sistema debería recuperarse”, dijo.
A modo de mensaje final, el investigador hizo foco en que las técnicas que utilizaron para el estudio no son costosas. “Se pueden implementar a escala masiva y formar parte de los protocolos estándar a la hora de aprobar un producto, sin que por eso aumenten los costos de producción. Es necesario este tipo de controles a los agroquímicos e ir más allá de la letalidad aguda como único parámetro para testear la seguridad”, resaltó Gándara, quien planeaba regresar a la Argentina al finalizar su posdoctorado, pero que por la situación actual del sector científico está buscando una posición en algún centro de Europa o los Estados Unidos.
“Por otro lado, este tipo de fenotipado profundo se puede aplicar para descartar ciertas moléculas y usar las que no causan efecto y así tratar de revertir este desvío. De hecho, en un 30% de las sustancias que estudiamos no encontramos actividad negativa”, enfatizó.