(19/1/07 – Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Ricardo Gómez Vecchio)-. Graciela Peyrú es médica psiquiatra egresada de la UBA y preside la Fundación para la Salud Mental, una institución sin fines de lucro que organizó la primera línea telefónica de orientación psicológica en 1992. Desde su creación, el 4831-2121 atendió gratuitamente más de 150 mil consultas sobre distintos temas, entre los cuales se destacan en esta época del año los problemas que surgen en las familias como consecuencia de -aunque parezca extraño- las vacaciones, un momento en el que el incremento del tiempo de convivencia desata conflictos que a veces culminan con el divorcio.
¿Cuándo comenzó a interesarse en el tema de la familia y las vacaciones?
Hace unos cuantos años que vengo trabajando en temas de familia, como la influencia de la televisión en los niños y el resto de sus integrantes, y siempre me han llamado la atención aspectos que parecen dejados de lado como posible lugar de conflicto, por ejemplo las vacaciones. Esos días se imaginan solamente como un lugar de placer y de encuentro, de felicidad y alegría, pero la realidad dista mucho de los estereotipos que se le adjudican. Las vacaciones no son solamente un lugar de encuentro, placer y disfrute del cuerpo.
¿Cómo pueden convertirse las vacaciones en un campo de conflictos?
En esos días aumentan muchas ansiedades. Uno de los motivos principales se debe a que durante el año las rutinas de los adultos, los niños, los jóvenes y hasta los integrantes familiares de la tercera edad sostienen a la familia como una red de soporte, modulan los tiempos y las frecuencias de los encuentros. En el verano, en cambio, muchas de esas rutinas desaparecen, aumenta la cantidad de tiempo libre y eso en muchas personas genera desestabilizaciones, aumento de las ansiedades, las fobias o las depresiones. A veces se desatan crisis de pánico. El levantamiento de las rutinas para algunas personas vulnerables implica el peligro de caos o desestructuración personal. Muchos de los referentes familiares se mueven, por ejemplo el médico o el terapeuta toman vacaciones, y las personas que están muy apoyadas en esas figuras pueden sentirse con miedo o inseguras. Esto incrementa en parte las fobias y las crisis de ansiedad. También el hecho de que otros de la familia estén viajando aumenta las ansiedades más profundas, por temor a que a alguno de ellos le pase algo.
¿Podría decirse que las vacaciones brindan un marco para que se magnifiquen conflictos que existen durante el resto del año pero que se mantienen encubiertos?
Desde ya que las vacaciones por sí mismas no generan patologías, pero pueden ser un marco que altere el equilibrio emocional de algunas personas. El verano y las vacaciones son más exigentes en cuanto a la convivencia, plantean períodos más extensos para estar juntos, de modo que los conflictos de pareja, que durante el año pueden estar encubiertos porque muchos salen a la mañana y vuelven a la noche, en las vacaciones tienen 24 horas para manifestarse. Por eso se dan también los llamados divorcios del fin del verano, al final de las vacaciones.
¿Muchas familias presentan conflictos durante las vacaciones?
Las familias no siempre consultan en el momento en que se presenta el conflicto; suelen consultar más tarde. Es decir, debiéramos esperar un aumento de consultas en marzo, abril o mayo, pero eso no ocurre tanto porque en esos meses ya están de nuevo en funcionamiento los estabilizadores, las rutinas. Hay crisis que no se expresan en las consultas. No obstante, nosotros hacemos una campaña de prevención y muchas personas nos agradecen que nos ocupemos de este tema. En verano tenemos un número de llamadas importantes en nuestra línea de atención telefónica.
¿Cómo puede prevenirse que se desaten conflictos durante las vacaciones?
Primero, con la divulgación sobre el tema. Es importante que todos sepan que pueden surgir problemas familiares durante las vacaciones, no tienen que sentir que es tan extraño, ni que son los únicos a los que les pasa, ni que simplemente tendrían que estar disfrutando porque en las vacaciones deben ser felices. Consultar por este motivo es una buena prevención para evitar crisis más graves.
¿Cuáles son los principales problemas que se desencadenan frente a las vacaciones?
Aparecen ansiedades ligadas al cuerpo, por la pérdida de la cobertura corporal. Hay personas que directamente no salen de vacaciones por no tener que exponerse y mostrar su cuerpo. Esto a veces forma parte de un trastorno en la percepción del propio cuerpo. En casos de obesidad se sufre la condena social que hay en relación con la gordura. Estas personas se sienten incluso mucho más deprimidas que en el invierno. Por otra parte, hay crisis de ansiedad, que tienen que ver con la falta del sostén de las actividades de todo el año. Y también hay depresiones por soledad. Quienes tuvieron una ruptura de su relación de pareja tienen problemas para organizar las vacaciones sin su compañía; si tienen hijos, cada uno de los padres va con ellos y pueden sentir una sobrecarga, sufrir ansiedad o depresión. Hay una serie de situaciones que llevan a que la exigencia de preparar las vacaciones traiga más ansiedad y depresión que alegría.
¿Y qué dificultades de relación enfrentan las familias en las vacaciones?
Depende de cuánta afinidad tengan las parejas, cuánto compartan sus gustos o cuan distintos sean. Las vacaciones aumentan la necesidad de las parejas de negociar, desde el lugar al que van a ir, hasta las cosas cotidianas que van a hacer, la hora de levantarse, el tipo de desayuno, si salen o no a caminar, si practican o no deportes, si hacen o no excursiones, etc. Nosotros les recomendamos comenzar a negociar estas cosas mucho antes de las vacaciones. Negociar no es imponerse, ni someterse, es conversar, intercambiar opiniones y hacer las elecciones lo más democráticamente posible. No es tan fácil complacer al otro, y a veces aparecen los pases de facturas demorados o las caras de sufrimiento en medio de las vacaciones. Además, suele ocurrir que la familia en las vacaciones es más extensa que la pareja y sus hijos, muchas veces van los abuelos u otros familiares, con lo que la situación se hace más compleja.
¿Con respecto a los adolescentes, aparecen conflictos en las vacaciones que no se manifiestan en el resto del año?
Sí, aparecen conflictos con los límites. En general en las vacaciones se relajan los límites, entonces los adolescentes ponen en discusión hasta a qué hora pueden salir y también a qué hora tienen que levantarse, ya que no están limitados por los horarios del colegio u otras obligaciones. Esto se extiende al regreso de las vacaciones, porque los límites se han relajado y cuando se vuelve al hogar cuesta ajustarlos de vuelta.
¿Qué elementos brinda la Fundación para prevenir estos problemas?
Nosotros ponemos a disposición de la gente nuestra línea de consulta psicológica gratuita que funciona desde hace ya 15 años. En ese tiempo hemos atendido más 150 mil llamados. Es la única línea que existe que no está especializada en un tema en particular, a la que puede llamarse ante cualquier problema. Está atendida por 40 especialistas y trabaja todos los días a excepción de los domingos, de lunes a viernes de 8.00 a 20.00 y los sábados de 10.00 a 14.00. Hemos comprobado que son los horarios en que la gente más se comunica. En general hay muchos llamados los lunes, porque la gente tiende a llamar luego de los días en que las convivencias son más extensas, como los fines de semana.
¿Llaman más hombre o mujeres?
Inicialmente llamaban muchísimas más mujeres. En general en salud mental consultan más las mujeres. Por ejemplo, cerca del 60% de las consultas por depresión, aquí y en todo el mundo, son de mujeres. En otros trastornos no hay tanta diferencia, consultan muchos hombres y también actualmente consultan muchos jóvenes. Inicialmente la mayoría de los llamados a nuestra línea los hacían adultos y gente de la tercera edad, pero actualmente llama mucha gente de menos de 30 años por síntomas de ansiedad, crisis de ansiedad, trastornos obsesivo compulsivos y ataques de pánico.
¿Qué se le pregunta a una persona cuando llama?
En primer lugar, se pone el acento en establecer un diálogo para construir un vínculo de ayuda. Las personas llaman porque están muy angustiadas o porque tienen un problema, consultan y nosotros preguntamos cómo son sus condiciones de vida, si están solos o acompañados, quien los rodea, desde cuándo tienen ese problema. Nuestro orientador se identifica con su nombre de pila y en general la persona que llama también. Solemos pedirles el teléfono por si se corta la comunicación. Pero lo más importante es establecer cuál es la urgencia de ese llamado, cuán urgente es atender a esa persona, cuán en riesgo está. Se valora como muy importante el hecho de que haya llamado y se comienza a trabajar tanto en el registro de las dificultades como en sus potenciales de salud. Siempre se produce en la persona que se comunica un alivio por llamar, por ser escuchado y comprendido por alguien que puede brindarle algo de claridad a su problema y algunas alternativas de solución.
¿Es suficiente la orientación telefónica para resolver los problemas?
Cuando es necesario o posible ofrecemos una entrevista de orientación personal. También orientamos a quienes llaman sobre los lugares donde pueden recibir atención. En general el equipo hace un seguimiento, si la persona lo desea, para ver cómo sigue su problema, cómo se encuentra. Armamos una ficha que tiene la función de que todos los integrantes del equipo puedan estar al tanto de lo que le ocurre a esa persona, en caso de que se comunique en un horario en el que no está el orientador que lo atendió.
¿Cuál es el principal objetivo de este servicio de consulta telefónica?
Nuestra línea de trabajo trata de rescatar que todas las personas tienen potenciales de salud, que pueden descubrir y activar a partir del apoyo que se les brinda. También apunta a que, cuando alguien está angustiado o muy triste, y si necesita consultar se enfrenta a un montón de trabas burocráticas de los servicios de salud en general, sepa que a través de esta línea puede hacerlo en el momento. La idea de la Fundación es justamente que los servicios giren alrededor del consultante y no al revés, como es lo más frecuente.
¿Cuánto dura en promedio una llamada y cuántas puede realizar cada persona?
Una llamada puede durar 20 minutos, una hora o puede repetirse, eso depende de cada circunstancia. Pero en general las llamadas no duran menos de quince minutos. Si alguien necesita hablar más de una vez se le suele ofrecer una entrevista personal gratuita para orientarlo. En ese caso lo entrevista alguien especializado en admisión y, según las posibilidades de cada persona, se le recomienda qué camino seguir. Este año vamos a tratar de expandir las consultas a través de Internet mediante nuestra página web. Allí es posible hacer consultas vía e-mail y estamos estudiando la posibilidad de introducir la consulta vía chat con los mismos orientadores.
¿Cómo se forman los profesionales que atienden las consultas por teléfono en lugar de hacerlo de modo presencial, como es lo habitual en psicoterapia?
Tenemos un curso de capacitación basado en un método que ha desarrollado la Fundación y cuyo punto central se resume en la frase: “Ante la demanda no se desespere, no se angustie, construya vínculos”. Es decir, lo importante en un principio es establecer un buen vínculo con la persona que llama, que muchas veces lo hace por una situación muy grave. Al psicólogo le cuesta acostumbrarse a que sólo cuenta con ese teléfono para ayudar a la persona y establecer un buen vínculo con ella.
¿Qué diferencias piensa que podría haber en la utilización del chat como recurso para brindar orientación a las personas con problemas, en relación con el teléfono?
Hay un trabajo de Roland Barthes, “El grano en la voz”, en el que analiza qué pasa con la entrevista hablada en relación con la entrevista escrita. Él dice que en esta última se pierde cuerpo, se pierden las pausas, el tono, y algo de eso pasa en el chat. Se pierde el tono del terapeuta, el tono de la persona, las pausas. Por eso es que aún no nos hemos decidido totalmente a implementarlo, vamos a probarlo. Personalmente, tengo pacientes con los que he intercambiado “mails terapéuticos”, lo he hecho bastante. Creo que hay que ser cuidadoso, pues uno no tiene a la otra persona enfrente y por eso hay ciertos resguardos que se deben tomar. Pero hubo mails que les fueron muy útiles a mis pacientes.