Así lo revela un estudio experimental realizado con voluntarios que debían realizar una serie de ejercicios de percepción.
(24/10/2016 – Agencia CyTA-Instituto Leloir)-. En general, los científicos han estudiado el efecto del aprendizaje perceptivo (habilidad de conocer y establecer patrones en una situación general) en las capacidades de discriminación y han descuidado el aspecto de la confianza subjetiva sobre las decisiones que se toman. Ahora, un ingenioso experimento realizado en Argentina muestra que la práctica produce el mismo impacto positivo en ambos planos.
Algo que, por el momento, nos distingue de cualquier computadora o robot es que nuestras decisiones vienen acompañadas por una experiencia subjetiva, explicó el primer autor del estudio, el doctor Guillermo Solovey, investigador del CONICET en el Instituto de Cálculo de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (FCEN) de la UBA.
“Una forma en que se expresa el carácter subjetivo de la experiencia es en un grado de confianza (o duda) que nos genera cada decisión que tomamos. Esta mirada introspectiva puede estar bien calibrada o no”, dijo Solovey.
Idealmente, sólo las decisiones difíciles tendrían que generar dudas y no aquellas para las cuales muy probablemente se acierte. “Este reconocimiento de nuestros propios errores y aciertos es lo que posibilita, por ejemplo, que podamos aprender”, señaló Solovey. “La calibración de la confianza, sin embargo, puede fallar. Se sabe desde hace muchos años que podemos caer fácilmente en una sobreestimación de nuestra capacidad, en una especie de inflación de la confianza. Por otra parte la práctica nos hace mejores, pero ¿nos damos cuenta de esa mejoría o no?”.
En el estudio, descrito en la revista “Consciousness and Cognition”, Solovey y sus colegas estaban interesados en estudiar en qué medida la práctica afecta estas dos vías: la de la decisión y la de la confianza. Para averiguarlo, diseñaron un experimento con siete voluntarios (hombres y mujeres), de una edad promedio de 25 años, para evaluar esos dos frentes de forma independiente.
A los participantes se les mostraba una serie de figuras geométricas en la pantalla por un tiempo muy breve, y tenían que decidir si un objeto en particular estaba presente o no en un mar de objetos distractores, como en la serie de libros “¿Dónde está Wally?”. Al mismo tiempo, tenían que reportar el grado de confianza que tenían en esa decisión.
“El primer día del experimento, los participantes hacían la prueba y con esto teníamos el nivel basal”, indicó Solovey. Luego, cada uno de ellos fue entrenado para mejorar su capacidad de reconocer el objeto target (aprendizaje perceptual). Después de varios días de entrenamiento, la capacidad mejoró.
En la etapa pre y post-entrenamiento, los participantes realizaron otras dos tareas que permiten manipular el acceso de imágenes a la conciencia. En una de ellas, “attentional blink” o “parpadeo atencional”, la aparición sucesiva de dos objetos target con poco tiempo de diferencia (200 a 300 milisegundos) torna “invisible” al segundo porque el cerebro aún se encuentra procesando al primero. En la segunda tarea, “visual masking”, se logra un efecto similar cuando una imagen muy distinta “enmascara” al objeto target cuando se presenta 20 milisegundos después.
“El último día del experimento, volvimos a evaluarlos en la tarea del primer día y comparamos los cambios que produjo el entrenamiento en su capacidad objetiva y en los aspectos subjetivos (confianza)”, afirmó Solovey.
Usando modelos computacionales, los investigadores encontraron que el efecto del aprendizaje en la toma de decisiones y asignación de confianza es el mismo en ambos casos, más allá de las diferencias entre las tareas. “Nuestro trabajo propone que el aprendizaje perceptual se puede usar como vehículo para estudiar disociaciones entre la confianza y las elecciones humanas”, puntualizó Solovey, para quien resta por explorar qué aspectos de estos procesos y tareas son transparentes y cuáles opacos a la introspección.
El estudio fue liderado por los doctores Mariano Sigman, jefe del Laboratorio de Neurociencia de la Universidad Torcuato di Tella, e investigador en el Instituto de Física de Buenos Aires (IFIBA), dependiente de la UBA y del CONICET, y Diego Shalom, del Laboratorio de Neurociencia Integrativa de FCEN. Y también participó la doctora Verónica Pérez-Schuster, del CONICET y de la UBA.