Según el subdirector técnico del organismo, Walter Bozzo, “queremos reafirmar nuestra determinación de seguir trabajando para encontrar a todos los que faltan”. Reciben 120 consultas mensuales de personas con dudas sobre su identidad, pero se estima que hay más de 300 hijos de desaparecidos que aún no han sido hallados.
(Agencia CyTA-Instituto Leloir)-. Desde su gestación por una ley del Congreso, el Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG) – actualmente bajo la órbita del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva – colaboró en 75 de las 122 restituciones de identidad de nietos que fueron secuestrados junto a sus padres o que nacieron en maternidades clandestinas durante el cautiverio de sus madres detenidas desparecidas durante la última dictadura. Y no ceja en su empeño.
A 30 años de su creación, un hito que se va a celebrar este sábado 3 de junio a partir de las 11.30 en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti (http://www.bndg.gob.ar/30aniversario), el subdirector técnico del organismo, el bioquímico Walter Bozzo, miembro titular de la Sociedad Internacional de Genética Forense, aseguró que “nuestro objetivo es encontrar a todos los nietos (que faltan)”, una cifra que supera los 300 y que puede incluir a aquellos que están fallecidos. Extracto de la entrevista con la Agencia CyTA Leloir:
La historia se contó muchas veces, pero vale la pena recordarla. ¿Cuál es el origen del Banco?
Las Abuelas de Plaza de Mayo que buscaban a sus nietos se preguntaban cómo podían hacer para corroborar científicamente el parentesco sin tener la información genética de los padres desaparecidos. Chicha Mariani y Estela de Carlotto hicieron varios viajes de averiguación. Y, en Estados Unidos, encontraron a comienzos de la década del ’80 a Víctor Penchaszadeh, un médico genetista argentino que debió exiliarse en 1976 durante la dictadura militar. Él y otros colegas desarrollaron una fórmula probabilística de inclusión de parentesco utilizando los marcadores genéticos de los posibles abuelos y otros parientes colaterales, en lugar del de los padres. Así nació el “índice de abuelidad”, que establece la probabilidad de que un niño sea nieto de un grupo particular de abuelos posibles y se aplicó por primera vez en 1984. [El resultado tiene un grado de certidumbre del 99,9 por ciento.]
¿Cómo cambió el trabajo del Banco con la introducción de nuevas tecnologías de genética forense?
Al comienzo se realizaba un estudio de HLA o antígenos de histocompatibilidad [sustancias que se adhieren a los glóbulos blancos y determinan la respuesta a un trasplante] que se heredan de padres a hijos. En este caso, se comparaba el perfil de antígenos de los abuelos con el de los probables nietos. A partir de 1985 incluimos los estudios de ADN. El puntapié fue la técnica “huella genética” (“genetic fingerprint”) del genetista inglés Alec Jeffreys. Esta herramienta, que permite encontrar similitudes y diferencias en muestras de ADN de familiares, combinada con el índice de abuelidad, significó un paso enorme para establecer con mayor contundencia el parentesco entre nietos desaparecidos y familiares. Estos análisis incluyen el estudio de ADN mitocondrial (que se hereda por vía materna) y de los cromosomas “Y”, que se heredan por el lado paterno a los hijos varones. Con los años se incorporó también el análisis de marcadores CSTR, que son secuencias de ADN que se repiten una cantidad de veces en un lugar determinado del genoma y que son compartidos por grupos familiares.
¿Estas técnicas van siendo perfeccionadas con el paso del tiempo?
Así es. Los perfiles genéticos son más completos. Por ejemplo, gracias a la aparición de secuenciadores automáticos y kits, pudimos pasar de estudiar tres o cuatro marcadores a 22. Por eso, ahora estamos analizando de nuevo las muestras de sangre y saliva que tenemos almacenadas desde hace varias décadas de las 295 familias que están buscando a sus nietos, y lo mismo estamos haciendo con las muestras que recibimos de personas que tienen dudas sobre su origen. Recibimos 120 consultas por mes de personas que tienen dudas acerca de su identidad.
¿Por qué surge esta necesidad de ampliar la información genética de las muestras?
No siempre tenemos el perfil genético de familias completas, es decir, de los cuatro abuelos. Mientras más elementos tengamos a la hora de cotejar el perfil genético de la familia con el de los probables nietos, los resultados serán más precisos. Para afianzar este objetivo, y a pedido de Abuelas de Plaza de Mayo, recientemente incorporamos un equipo de antropología forense que realiza exhumaciones para obtener ADN de los huesos. Y no sólo para sumar muestras de familiares fallecidos (tíos, abuelos y otros) a los perfiles de familias que están incompletas, sino también para estudiar presuntos nietos que se encuentran fallecidos.
¿Asesoran a otros países?
Como somos un organismo pionero en la aplicación de técnicas de genética forense en el campo de los derechos humanos, somos consultados por varios países. En la actualidad, estamos asistiendo a países como Colombia y Perú que, por diferentes conflictos armados, están tras la búsqueda de miles de desaparecidos.
¿Qué mensaje quisiera destacar en el marco de los 30 años del BNDG?
Quisiera reafirmar nuestra determinación de seguir trabajando, con mucha dedicación y rigurosidad, para encontrar a todos los nietos.