En los hospitales, la higiene de manos es la medida más efectiva para frenar la diseminación de los peligrosos microorganismos que resisten a múltiples antibióticos.

(19/06/2017 -Agencia CyTA-Instituto Leloir)- ¿El uso más juicioso de los antibióticos? ¿El aislamiento de los pacientes? ¿Los baños diarios con desinfectantes? ¿El trasplante de materia fecal para reconstituir la flora intestinal alterada? ¿La limpieza exhaustiva de las salas de internación? Todas esas medidas son o pueden ser útiles. Pero según señalaron especialistas en el XVII Congreso de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI 2017), que concluyó este sábado en Mar del Plata, la simple higiene de manos por parte de los profesionales de la salud es un “componente esencial” para limitar la expansión de las superbacterias: aquellas que resisten la acción de la mayoría de los fármacos antimicrobianos disponibles y producen tasas muy altas de mortalidad.

“Junto al aislamiento, la higiene de manos es la primera medida en la que hay que pensar. Sobre todo, cuando hay escasez de recursos”, enfatizó la médica infectóloga María Inés Staneloni, jefa del Comité de Control de Infecciones del Hospital Italiano de Buenos Aires. Esa práctica resulta útil para hacer frente a una familia de superbacterias que causa mucha preocupación en los centros de salud de Argentina y del resto del mundo: las enterobacterias resistentes a los carbapenemes (CRE) y, en especial, ciertas cepas llamadas KPC. Según datos oficiales del Malbrán, en el país las infecciones por KPC subieron un 20% entre 2014 y 2015 y ya afectan a 9 pacientes cada 10.000 egresos.

Al igual de lo que ocurre con otras infecciones asociadas al cuidado de la salud, “en KPC, la importancia de la higiene de manos está absolutamente demostrada”, enfatizó la Dra. María Inés Staneloni, jefa del Comité de Control de Infecciones del Hospital Italiano de Buenos Aires. “Sabemos que KPC produce una colonización variable y transitoria de las manos del personal de salud”, los que luego pueden transferir el germen multirresistente cuando tocan a otro paciente, dijo.

De acuerdo a las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), es necesario que médicos, enfermeras y el resto del equipo de salud se lave las manos antes y después de tocar a los pacientes; inmediatamente antes de realizar un procedimiento limpio o aséptico; después de un riesgo de exposición a líquidos corporales; y después de tocar cualquier objeto o mueble del entorno inmediato del paciente. En cambio, advirtió Staneloni, hay que evitar el uso indiscriminado de guantes: si no se los cambia después de cada contacto con los pacientes, potencian las chances de diseminar a las bacterias peligrosas.

Sin embargo, aunque las medidas recomendadas son simples, diversos estudios en el mundo muestran que el cumplimiento es insatisfactorio. De acuerdo a un trabajo presentado en el congreso SADI 2017, por ejemplo, el personal de salud de un hospital público porteño se lava las manos antes de tocar a los pacientes sólo una de cada cinco veces.

“Hace falta un cambio cultural”, dijo Staneloni a la Agencia CyTA-Leloir. “En la formación básica, a los médicos nos enseñan sobre todo cómo tratar infecciones, pero no cómo prevenirlas. Tenemos que hacerle entender a los médicos que lavarse las manos es más importante que usar un antibiótico costoso si los pacientes se infectan”.

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