El trabajo podría contribuir al desarrollo futuro de terapias para prevenir o tratar los daños por enfermedades o accidentes.

(Agencia CyTA-Fundación Leloir)-. Un estudio de científicos argentinos aporta claves celulares que podrían contribuir al desarrollo futuro de terapias para prevenir o tratar lesiones en la medula espinal como las que se observan en la  esclerosis lateral amiotrófica o, en los perros, el síndrome de Wobbler (compresión medular cervical que altera la marcha).

Investigadores de La Plata lograron determinar los cambios en el número y en la forma que adoptan las células de sostén y de protección de la médula espinal cuando sufre daños similares a los que se presentan en algunas patologías.

“Este conocimiento puede servir para predecir la evolución de diferentes lesiones que ocurran en esa parte del sistema nervioso crucial para la sensibilidad y movilidad del cuerpo, así como también contribuir con diferentes estrategias terapéuticas”, afirmó a la Agencia CyTA-Leloir el director del estudio, el doctor Enrique Portiansky, director del Laboratorio de Análisis de Imágenes en la Facultad de Ciencias Veterinarias de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP).

Portiansky, su equipo y colegas de la UNLP realizaron estudios en un modelo de lesión de la médula espinal en ratas provocado no por daño mecánico sino por acción de ácido kaínico, una sustancia neurotóxica extraída de ciertas algas que “recrea” algunos aspectos de enfermedades neurológicas.

En un segundo paso, los investigadores estudiaron a las células de la glía (microglía y astrocitos) que son componentes fundamentales del sistema nervioso que colaboran estrechamente con las neuronas. Algunas de ellas sirven como sostén y nutrición, y otras participan en la defensa de los órganos que componen el sistema.

“Cuando se produce un daño en estos tejidos, estas células participan activamente para tratar de limitar la lesión y contribuir con su reparación o regeneración”, explicó Portiansky, quien también es investigador del CONICET.

Mediante el empleo de un microscopio que cuenta con una cámara de video controlada mediante un programa de análisis digital de imágenes, los autores del estudio lograron describir tanto el incremento del número de las células de la glía como la forma (cantidad y longitud de las prolongaciones, grado de ramificación y tamaño del cuerpo) que adoptan a lo largo del tiempo en su “intento” por reparar los daños. Por ejemplo, constataron la cantidad y longitud de las prolongaciones, así como el grado de ramificación y tamaño del cuerpo celular.

“Un dato interesante es que la reacción de las células gliales se produce principalmente del lado donde se indujo la lesión, lo cual indica, por una parte, que ambos lados de la médula pueden responder de manera independiente”, destacó Portiansky.

Los investigadores aplicaron el neurotóxico a una concentración que permitió la recuperación tisular de la zona lesionada mediante la acción de las células de la microglía y astrocitos. A las dos semanas de la inyección, los signos clínicos de alteración habían desaparecido.

“Conocer este proceso permitiría a futuro desarrollar estrategias que promuevan e incrementen la capacidad de regeneración tisular para enfermedades que afectan gravemente a la médula espinal”, indicó Portiansky, quien también es profesor de Patología General en la Facultad de Ciencias Veterinarias de la  UNLP y ha recibido becas y subsidios de prestigiosas instituciones, como el Instituto Weizmann de Israel y los Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos.

En una próxima etapa, el grupo de Portiansky también pretende analizar lo que ocurre a nivel molecular durante los cambios morfológicos de las células de la microglía y los astrocitos ante la presencia de una lesión medular, tanto por enfermedades como por accidentes. La expectativa es identificar blancos para estimular el proceso y “aportar al desarrollo de futuras terapias” para seres humanos y animales.

El estudio fue publicado en la revista “Tissue and Cell” y también participaron Carolina Zanuzzi (primera autora), Fabián Nishida, María Susana Sisti y Claudio Barbeito, investigadores del CONICET y de la UNLP.

 

Enrique Portiansky e integrantes de su laboratorio en la Facultad de Ciencias Veterinarias de la Universidad Nacional de La Plata.