Argentina es uno de los principales impulsores de una iniciativa iberoamericana para mejorar y normalizar los sondeos de opinión pública sobre ciencia y tecnología en la región. La nueva propuesta se aplicaría en el país durante el corriente año.
(21-02-06 – CyTA-Instituto Leloir, María Eugenia Fazio) – En la famosa novela de Mary Shelley, Víctor Frankenstein crea una abominable criatura con restos de cadáveres. En vez de convertirse en un logro, el experimento engendra un monstruo que el propio científico no puede controlar. Si después de tal experiencia se hubiera hecho una encuesta sobre cómo percibe la gente a la ciencia, los resultados habrían estado colmados sin duda de opiniones hostiles.
Pero la lista de éxitos y fracasos que la ciencia y la tecnología han acumulado durante siglos es inmensa. Hoy en día es tan difícil encasillar las opiniones sobre estas actividades, como importante para cada sociedad conocer cómo se las valora y los temores o expectativas que genera la ciencia. Con este objetivo, se puso en marcha un proyecto para estandarizar las encuestas y la producción de estadísticas sobre percepción pública de la ciencia y la tecnología (CyT) en las sociedades iberoamericanas
La iniciativa es impulsada por la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), la Fundación Española de Ciencia y Tecnología (FECYT) y el Centro REDES de Argentina, que está asociado al CONICET y además es sede de la coordinación de la Red de Indicadores de Ciencia y Tecnología -Iberoamericana e Interamericana- (RICYT). Los tres organismos crearon una red internacional de investigadores para estudiar el tema y representar a sus países en el armado de la nueva propuesta. El proyecto lleva el nombre de “Estándar iberoamericano de indicadores de percepción social de la ciencia y cultura científica”, fue lanzado en septiembre de 2005 en España, y prevé tener los primeros resultados para mediados de 2006.
“Los indicadores de percepción son insumos potentes para formular políticas de comunicación pública de la ciencia y también para incorporar las demandas sociales al desarrollo de la CyT. Con este proyecto se busca perfeccionar los relevamientos y la producción de indicadores para obtener resultados más confiables, que sigan criterios de validez internacional”, explica Mario Albornoz, director del Centro REDES y coordinador de la RICYT.
Desde hace más de treinta años este tipo de encuestas se realizan a la población general en Europa y Estados Unidos. En el último tiempo, los países iberoamericanos también las adoptaron, importando en muchos casos los modelos de consulta de los países desarrollados.
“El trabajo en red permite compartir experiencias y conocer mejor las particularidades de la relación entre ciencia y sociedad en la región. El proceso debería conducir a crear indicadores que cumplan con el doble cometido de reflejar las tendencias y características de la opinión pública de los países iberoamericanos, y permitir la comparación con el resto del mundo”, agrega Albornoz.
En Argentina, la Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (SECYT) aplicó la primera de estas consultas de alcance nacional en noviembre de 2003 a través del Observatorio de Ciencia y Tecnología (ONCYT), y tiene previsto poner en marcha una segunda vuelta durante el corriente año. La expectativa para esta etapa es incorporar los avances del estándar hasta alcanzar un modelo común con las encuestas que se realizan en Brasil, España, Colombia y Panamá, entre otros países de la región.
Los resultados de la primera Encuesta Nacional de Percepción Pública de la Ciencia, publicada en el libro “Los argentinos y su visión de la ciencia y la tecnología” (Ministerio de Educación Ciencia y Tecnología, 2004), mostraron los vaivenes de la relación entre la sociedad y la ciencia local. Si bien la admiración del público por la CyT es grande, está lejos de ser incondicional.
La encuesta mostró, por ejemplo, que la mayoría de los entrevistados tiene una percepción positiva de la CyT. Ocho de cada diez encuestados consideran que “el avance de la CyT es la principal causa en la mejora de la calidad de vida”; seis cada diez no concuerdan con que “el desarrollo científico tecnológico trae problemas para la humanidad”; y más del 70 por ciento adhiere a la idea de que hay que apoyar la ciencia para evitar que la sociedad se vuelva “cada vez más irracional”. Pero, a pesar del optimismo, casi la mitad de quienes respondieron (45 por ciento) estimó que “la ciencia llevará a la deshumanización de la vida”.
La consulta también evidenció que para los argentinos el mundo científico todavía es muy poco familiar. El 62 por ciento de los entrevistados no conoce instituciones que se dediquen a hacer investigación científica en nuestro país y la mayoría también ignora quién las financia.
Al analizar las opiniones sobre el rol del Estado y los aportes prácticos que la ciencia puede hacer a la sociedad, se encienden señales de alerta. El 73 por ciento de los encuestados opinó que el Estado destina recursos insuficientes para el desarrollo de CyT. Para el 83 por ciento, “el Gobierno debería aumentar mucho más el dinero que destina a la investigación”. Y el 72,1 por ciento opinó que el Estado debería hacer un máximo esfuerzo para retener a los científicos e ingenieros que se van del país. En contraste con estas opiniones, el 46 por ciento dijo que “habría que utilizar el dinero destinado a la ciencia en actividades más urgentes”; y el 44,4 por ciento expresó que la CyT no ayuda a generar más trabajo.
“Como ocurre en otras áreas, la gente percibe que falta inversión en ciencia. Pero también hay muchas dudas acerca de cuánto puede ayudar la CyT a mejorar necesidades básicas como la educación, la salud y el empleo”, comenta Mario Albornoz, quien coordinó el estudio nacional de percepción pública realizado en Argentina. “Es un llamado de atención para la política científica que debe esforzarse cada vez más por acercar el desarrollo de la ciencia a lo que necesita la sociedad”, destaca.
El 2005 fue un año en el que la producción científica nacional ocupó bastantes titulares, por los aportes que investigadores argentinos hicieron en la lucha contra el cáncer, la tuberculosis y el mal de Chagas. También el año en que se realizó por primera vez un festival de ciencia durante el cual las puertas de los laboratorios se abrieron al gran público. Por otra parte, si bien todavía lejos de los valores deseados, hubo novedades en materia de inversión. El Estado aumentó el sueldo de los investigadores y casi duplicó los fondos para Proyectos de Investigación Científica y Tecnológica (PICT), y Áreas de Vacancia (PAV).
Según el INDEC, también hubo aumentos en la inversión privada destinada a actividades de innovación. Impulsos similares se replican en otros países de la región, como Brasil, que está cerca de alcanzar la inversión del 1 por ciento del PBI destinado a Investigación y Desarrollo (I+D).
Si de cambios positivos se trata, no se puede dejar de mencionar el acuerdo inédito que se firmó hace apenas una semana entre el CONICET y la multinacional TenarisSiderca, que habilita a los científicos a trabajar en empresas privadas sin dejar de pertenecer al CONICET. Además de acortar la eterna brecha entre investigación y producción, el acuerdo puede tener un impacto muy positivo en la recuperación de investigadores argentinos que debieron emigrar al exterior.
La nueva encuesta prevista para este año permitirá evaluar si el humor de la sociedad respecto a la ciencia y la tecnología ha mejorado y si la labor del Estado se ha vuelto más visible. O si, al estilo de lo que ocurriría con un Frankenstein argentino, se teme por el futuro de la ciencia local.