Por el impacto de sus investigaciones, la doctora Fernanda Ceriani, investigadora principal del CONICET en el Instituto Leloir, fue designada nuevo miembro de la prestigiosa red internacional que incluye en su lista a 90 científicos distinguidos con un premio Nobel. Es la primera científica de nuestro país en recibir este reconocimiento.
(Agencia CyTA-Leloir)-. La prestigiosa Organización Europea de Biología Molecular (EMBO, según sus siglas en inglés), integrada por 1800 destacados científicos de Europa y del resto del mundo y en cuya lista figuran 90 premios Nobel, designó como nuevo miembro a Fernanda Ceriani, investigadora principal del CONICET en la Fundación Instituto Leloir (FIL). Antes de ella, de Argentina solo habían recibido esta distinción tres científicos.
“Ser elegida por la comunidad de investigadores EMBO representa un inesperado reconocimiento a mi carrera y especialmente al trabajo de los miembros de mi grupo de investigación. Y, sin duda, nos allanará el camino para vincularnos con otros miembros de esa red”, afirma Ceriani, jefa del Laboratorio de Genética del Comportamiento de la FIL cuya línea de investigación se centra en el estudio de los mecanismos genéticos que regulan los ritmos circadianos.
De los 64 científicos designados como miembros EMBO este año, 26 son mujeres. Ceriani es la primera de Argentina.
“Estoy encantada de dar la bienvenida a los nuevos miembros a nuestra organización y espero trabajar con ellos”, indicó la directora de EMBO, María Leptin, doctora en Inmunología que lidera grupos de investigación en el Instituto de Genética de la Universidad de Colonia y en el Laboratorio Europeo de Biología Molecular (EMBL), en Heidelberg, ambos en Alemania. Y agregó: “Una elección para la Membresía de EMBO reconoce los logros sobresalientes en las ciencias de la vida. Los nuevos miembros brindarán experiencia y orientación que ayudarán a EMBO a fortalecer aún más sus iniciativas”.
Reloj biológico
La línea de investigación de Ceriani apunta a dilucidar los mecanismos genéticos que regulan el funcionamiento del reloj interno que permite a todos los organismos anticipar cambios ambientales como la sucesión de días y noches, o las estaciones del año, y adaptar así su comportamiento a estos ciclos de la forma más conveniente. Los engranajes de ese reloj biológico lo conforman un conjunto de genes capaces de medir el paso del tiempo, y son los responsables de regular una amplia gama de procesos metabólicos, fisiológicos y comportamentales para que ocurran en los momentos más adecuados del día.
“El reloj biológico marca mucho más que los momentos de máxima alerta o la hora de irse a dormir: también regula el sistema inmune, la digestión, la temperatura corporal, la presión arterial, el funcionamiento de los riñones, la frecuencia cardíaca y los ritmos de ovulación cada 28 días, entre otros tantos ejemplos”, puntualizó Ceriani.
La literatura científica acumula evidencia sobre la relación entre la disfunción del reloj biológico y la susceptibilidad al desarrollo de ciertos tipos de cáncer, enfermedades cardíacas, diabetes tipo 2, infecciones y obesidad.
A fines de 2020, el Instituto Nacional de la Salud de Estados Unidos (NIH) decidió financiar, tras una selección de proyectos, una colaboración del laboratorio de Ceriani con científicos de las universidades de Washington y de California, en Estados Unidos. El proyecto pretende describir los cambios estructurales que las neuronas reloj experimentan a lo largo del día para regular la conectividad de la red circadiana en el cerebro adulto en la mosca Drosophila y en ratones.
“Dada las similitudes de los procesos biológicos que ocurren en el reloj biológico de Drosophila y el de los mamíferos, es de esperar que las investigaciones iluminen aspectos relevantes para la medicina humana”, manifestó Ceriani quien ha firmado trabajos científicos sobre los ritmos circadianos con Michael Rosbash, uno de los ganadores del Nobel de Medicina de 2017.
Ceriani es egresada de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA donde recibió el título de licenciada en 1990 y el de doctora en Ciencias Biológicas en 1996 y realizó su posdoctorado en el Centro de Investigación Scripps, en La Jolla, California, en Estados Unidos. En 2002 puso en marcha su laboratorio en la FIL al que accedió mediante un concurso abierto internacional. Recibió el premio ¨Por la Mujer en la Ciencia¨ otorgado por L´Oreal-UNESCO, con el auspicio del CONICET, en 2011.
Los anteriores científicos argentinos designados miembros EMBO son Alberto Kornblihtt, director del Instituto de Fisiología, Biología Molecular y Neurociencias (IFIBYNE), que depende de la UBA y del CONICET; Fernando Pitossi, investigador del CONICET y director del Laboratorio de Terapias Regenerativas y Protectoras del Sistema Nervioso de la FIL; y Alfredo Cáceres, director del Instituto de Investigación Médica Mercedes y Martín Ferreyra (INIMEC), en Córdoba.