El estudio, liderado por científicos de la Universidad Nacional de La Plata, identificó cepas de Bacillus cereus que, por encima de determinados límites, producen toxinas dañinas para la salud.
(Agencia CyTA-Leloir)-. El polen no solo atrae a las abejas, sino también a humanos que lo buscan por su riqueza en nutrientes y posibles diversos beneficios para la salud. Pero si no se respetan las normas de higiene durante su elaboración, su consumo puede ser contraproducente: investigadores argentinos constataron que en cualquier punto del proceso de producción se puede contaminar con una bacteria capaz de causar diarreas o vómitos.
“Nuestro trabajo demuestra que las buenas prácticas apícolas y de manufactura son indispensables para asegurar la calidad en términos de inocuidad”, afirmó Adriana Alippi, investigadora de la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires (CIC) en la Unidad de Bacteriología del Centro de Investigaciones de Fitopatología (CIDEFI), con sede en la ciudad de La Plata.
El polen de abeja se comercializa como producto para consumo humano, normalmente deshidratado, y se suele añadir a batidos, yogurt, cereales o ensaladas. Desde 2010 las importaciones superaron el medio millón de dólares, aunque también se produce de manera local para el mercado doméstico. Se estima que en el mundo el negocio va a mover más de mil millones de dólares para 2027.
En un nuevo trabajo, Alippi y colegas analizaron 36 muestras de polen de tres productores apícolas del sudoeste bonaerense durante distintos pasos de su elaboración, desde la recolección en las colmenas hasta su envasado. Y comprobaron la contaminación con Bacillus cereus, una bacteria que metaboliza diversas toxinas y factores de virulencia.
Tal como publica la revista “International Journal of Food Microbiology”, los investigadores analizaron la “huella digital” genética de las bacterias mediante el mismo tipo de análisis que hoy se popularizó para el diagnóstico de COVID-19, la reacción en cadena de la polimerasa o PCR.
“Los resultados sugieren que hubo contaminación cruzada durante las tres etapas posteriores con respecto a la primera de recolección en colmenas”, destacó la farmacéutica y doctora en Ciencias Exactas Ana Claudia López, primera autora del estudio e investigadora del CONICET en el CIDEFI; que depende de la Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y de la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires (CIC).
Según el tipo de toxina que produzca, Bacillus cereus puede causar dos síndromes gastrointestinales, uno caracterizado por vómitos y otro por diarreas. Algunas cepas también producen toxinas con efectos necróticos (muerte de tejidos) y hemolíticos (destrucción de glóbulos rojos) o que causan una infección ocular.
El estudio mostró que todas las cepas presentaron genes codificantes para toxinas, sobre todos, aquellas que causan diarreas.
Las bacterias pueden proceder de las abejas, de las flores o de las prácticas apícolas.
Buenas prácticas apícolas
“Las buenas prácticas apícolas y de manufactura implican una gestión adecuada para obtener un polen de alta calidad higiénica como seguridad de inocuidad lo cual implica que el alimento no cause daño a la salud de las personas que lo consumen”, subrayó Alippi.
A pesar de que se encontraron esporas de Bacillus cereus en todos los puntos de muestreo, ninguna superó los límites de seguridad alimentaria, por lo que el estudio no reveló posibles daños para consumidores sino la necesidad de extremar los cuidados para que no se superen esos márgenes, enfatizando la importancia de emplear medidas de higiene adecuadas durante todo el proceso de procesamiento del polen.
Del estudio también participó Leticia Fernández, Investigadora del CONICET, integrante del Laboratorio de Estudios Apícolas (LabEA-CIC) en los Departamentos de Agronomía y de Biología, Bioquímica y Farmacia de la Universidad Nacional del Sur, en Bahía Blanca.