Publicado en la revista Nature, el estudio establece la fecha en el período Triásico tardío, hace unos 233 millones de años. Agustín Martinelli, investigador del CONICET en el Museo Argentino de Ciencias Naturales, participó de este trabajo que fija una relación directa entre la estructura y biomecánica del oído interno con la adquisición de la endotermia (sangre caliente).
(Agencia CyTA-Leloir).- Cuando el planeta empezaba a poblarse de pequeños dinosaurios y el supercontinente Pangea comenzaba lentamente su separación, ocurrió algo que cambió para siempre la vida en la Tierra: los ancestros de los mamíferos actuales adquirieron sangre caliente o “endotermia”, una característica que les daría grandes ventajas evolutivas porque la capacidad de mantener su temperatura corporal casi constante les permitió, entre otras cosas, vivir en diversos entornos ambientales. A diferencia de los animales de sangre fría, que suelen ser lentos y tener una capacidad aeróbica reducida, este nuevo rasgo les permitió también viajar más lejos, ser más activos y moverse más rápido.
Hasta ahora, se creía que la endotermia se había logrado hace unos 252 millones de años, cerca del origen de Cynodontia, el grupo que se considera antecesor de los mamíferos. Pero un estudio publicado en la revista Nature, del que participó el paleontólogo Agustín Martinelli, investigador del CONICET en el Museo Argentino de Ciencias Naturales (MACN), determinó que habría surgido más tarde, hace unos 233 millones de años atrás, en el Triásico tardío, alrededor de la misma época en la que evolucionaron otros rasgos típicos de los mamíferos, como los bigotes y el pelaje. Así, muchos de los primeros cinodontes, a los que se suele representar con piel y de sangre caliente, en realidad eran bastante diferentes a los mamíferos de hoy.
“El origen de esta característica al inicio del Triásico Superior permitió que por medio de la endotermia (la posibilidad de mantener constante la temperatura corporal) los cinodontes no-mamalianos tuvieran un metabolismo más elevando, siendo más activos e independientes de las variaciones del ambiente en el que vivían”, explicó Martinelli a la Agencia CyTA-Leloir. Y agregó: “La homeotermia y otras características como el pelo, una mayor encefalización, el desarrollo de adaptaciones en la columna vertebral y miembros locomotores, han permitido que este grupo sobreviviera durante la Era Mesozoica y experimentara durante el Cenozoico una gran radiación adaptativa que prácticamente le permite habitar hoy en cada rincón del planeta Tierra”.
Un enfoque novedoso
Para establecer la época en la que se produjo esta transición evolutiva, un equipo internacional de científicos liderado por los paleontólogos Ricardo Araújo, del Instituto Superior Técnico de la Universidad de Lisboa; Romain David, del Museo de Historia Natural de Londres; y Kenneth Angielczyk, del Museo Field de Historia Natural de Chicago, buscaron pistas en el oído interno de animales actuales y extinguidos.
Para eso, los investigadores analizaron muestras de más de 350 especies actuales y de fósiles de animales (de unas 56 especies extinguidas). “Hay una correlación directa entre la temperatura del animal y el formato de los canales del oído interno, que está relleno de fluidos”, aseguró Martinelli. Y enfatizó: “Este estudio es completamente novedoso en lo que respecta al uso de la estructura y biomecánica del oído interno como signo para determinar la endotermia”.
Según el experto argentino, de amplia experiencia en el estudio del grupo de los “cinodontes probainognatios”, a partir del cual se originó el de los mamíferos, “lo que se demuestra es que la presencia de canales semicirculares del oído interno más estrechos y una endolinfa más fluida (líquido del oído que detecta la rotación de la cabeza y ayuda al equilibrio) están directamente relacionados con un aumento de la temperatura corporal y por ende a una regulación de la misma”.
Roman David, otro de los autores del trabajo, graficó: “Como la miel, el fluido contenido dentro de los canales semicirculares se vuelve menos viscoso cuando aumenta la temperatura, lo que impacta en su función. Por lo tanto, durante la transición a la endotermia se requirieron adaptaciones morfológicas para mantener un rendimiento óptimo, y lo que hicimos fue rastrearlas en los ancestros de los mamíferos”.
“Al contrario del pensamiento científico actual, nuestro artículo demuestra sorprendentemente que la adquisición de la endotermia parece haber ocurrido de manera muy rápida en términos geológicos, en menos de un millón de años”, enfatizó Ricardo Araújo, pionero en este tema. “No fue un proceso gradual y lento durante decenas de millones de años como se pensaba –continuó–, sino que tal vez se logró velozmente cuando lo desencadenaron nuevas vías metabólicas similares a las de los mamíferos y el origen del pelaje”.
Por su parte, Angielczyk aseguró: “El origen de la endotermia de los mamíferos es uno de los grandes misterios sin resolver de paleontología. Se han utilizado muchos enfoques diferentes para tratar de predecir cuándo apareció por primera vez, pero a menudo han dado resultados vagos o contradictorios. Creemos que nuestro método es muy prometedor porque fue validado utilizando un gran número de especies modernas, y sugiere que ésta evolucionó en un momento en que muchas otras características del plan corporal de los mamíferos también se estaban acomodando”. Martinelli coincidió: “La evidencia presentada en este nuevo trabajo es contundente y se vale de una gran muestra para relacionar la estructura del oído interno y el origen de esta capacidad única que nos caracteriza”.