La medicina antropológica no es una especialidad más. Según sus cultores, es una vuelta a las fuentes hipocráticas, que trata de rescatar un enfoque humanista. Un docente y un profesional, egresado del curso”online” que brinda la Sociedad de Medicina Antropológica, hablan de sus experiencias en el trato con los pacientes.
(14/8/08 – Agencia CyTA, Instituto Leloir. Por Cristina Gozzi) – “Ver la medicina desde la antropología es un cambio ideológico”, sostiene el profesor Francisco Maglio, cofundador, juntamente con el fallecido doctor Marcos Meeroff, de la Sociedad Argentina de Medicina Antropológica, entidad que preside.
Maglio relata que después de una larga trayectoria como médico infectólogo de terapia intensiva en el Hospital Muñiz, se retiró de la medicina asistencial y se abocó a las ciencias sociales para ampliar su mirada. “Había visto a la medicina (y a la vida), con los ojos biológicos”, confiesa. Y para bucear en lo que consideraba esencial – que como bien es sabido “es invisible a los ojos”, consideró que necesitaba de otros marcos teóricos que le permitieran reflexionar más profundamente sobre su experiencia. “Y seguir haciéndolo en la cotidianeidad”, agrega.
Entonces se introdujo en la filosofía, la literatura y la religión, entre otras ramas del saber y de la cultura humana. Maglio recuerda que según uno de los aforismos del famoso médico griego Hipócrates, muchos pacientes se curan solamente con la satisfacción que les produce un profesional que los escuche. “En la consulta, lo importante es que el paciente narre la experiencia social de lo que ha vivido”, afirma.
Y recuerda su manera de crear un clima de confianza en el consultorio. Cuando hace cincuenta años, siendo médico de barrio, recibía a sus pacientes, enseguida les preguntaba de qué querían hablar. “El paciente sabe lo que le preocupa. A veces, el médico, a quien ven como un intocable dios de guardapolvo blanco, los inhibe”, sostiene.
La amistad médica
Maglio reconoce que con la falta de tiempo para el interrogatorio y la escucha, los vínculos humanos se han relajado en el mal sentido. “Ahora, el médico sólo puede dedicarse a lo biológico, no puede profundizar en el contexto social de ese paciente. La tecnología, la tercerización de la atención como un servicio más, casi no ha dejado lugar a eso que el filósofo español Miguel de Unamuno denominaba ‘la amistad médica’, ese conocimiento personalizado de las múltiples facetas de la vida y esa confianza mutua”.
Reforzar ese vínculo de amistad es un objetivo de la medicina antropológica. “Parte de la base de que todo paciente por ser persona tiene dignidad y no precio; es sujeto y no objeto; y es un fin en sí mismo y no un medio. Por eso lo consideramos un ser bio-somato-psico-social, con todas esas esferas incorporadas”, dice Maglio.
“No estamos en contra de la tecnología. Estamos en contra de la tecnocracia, de ese abuso de poner a la persona al servicio de la técnica por intereses espurios, que nada tienen que ver con la medicina”.
Para referirse a la situación actual, Maglio evoca a Ramón Carrillo, el médico sanitarista argentino que fuera el primer ministro de salud de la Nación. “Carrillo decía que no hay política sanitaria sin política social; entonces, para hablar de salud, primero tenemos que hablar de lo social”, afirma. “Los grandes problemas de salud no los solucionan los médicos, sino la gente cuando se organiza”, asegura.
“Las dos grandes causas de enfermedad son las necesidades básicas insatisfechas y las esperanzas frustradas. Ese es el caldo de cultivo. Luego viene el agente etiológico y aparece la enfermedad manifiesta. Es ahí donde entra el juego el médico y empiezan las quejas de esos pacientes que se sienten maltratados”, afirma Maglio. Y afirma que desde la medicina antropológica, entender eso es básico para llevar la consulta a buen puerto.
Con el cúmulo de experiencias compartidas con colegas en el ámbito de la Asociación Médica Argentina y de la Sociedad que preside y convencido de que la medicina es un arte, decidió instrumentar un curso teórico práctico “online” con el fin de capacitar a los profesionales de salud que quisieran enriquecerse con ese enfoque interdisciplinario. Así fue que desde 2006, se hace dos veces por año. Y ya ha sido cursado por sesenta alumnos: médicos, psicólogos, anestesistas, bioquímicos, odontólogos y enfermeros.
Actitud que se contagia
“La medicina antropológica se convirtió en la columna vertebral de mi profesión”, dice el bioquímico Juan Canella, uno de los alumnos que cumplió con la certificación. “Si bien mi profesión tiene un menor contacto con el paciente, eso no quiere decir que no aplique los saberes incorporados. “Uno cambia la visión, incorpora humanismo, tiene una concepción del paciente como persona, es algo más que un portador de un órgano con alguna disfunción. Cuando hago una extracción sanguínea, trato de entablar una relación más profunda, teniendo en cuenta que esa persona, no solo tiene su dolor, sino una vida con distintas relaciones familiares, sociales, así como temores (no sólo a un pinchazo) y ansiedades. Y todo eso tiene otro peso, cuando se trata de un niño. Así, los datos que los aparatos de un laboratorio me informan, no son sólo números”, afirma Canella.
“Trabajo en dos hospitales públicos; en uno de ellos, con pacientes quemados, los que tienen períodos de internación prolongados. Eso implica varias extracciones y una relación distinta”, agrega Canella.
Por otro lado, Canella asegura que esa nueva forma de ejercer la profesión, no sólo se ve reflejada en forma directa con los pacientes, sino que también, se transmite a los médicos y otros profesionales del equipo de salud. Por lo que indirectamente, se puede volcar esa visión integral de la persona.
“Por otra parte, soy integrante del comité de bioética del hospital y esta forma de interpretar la medicina, me ayuda a descifrar y leer los distintos ‘idiomas’ que se manejan en las actividades interdisciplinarias. Por mi formación, la bioquímica, era esa suma de matemáticas, físicas, químicas y biologías. Pero sin duda, estaba incompleto. Me faltaba incorporar algo más cálido y tan necesario que me permitiera encarar desde un pensamiento científico – técnico y humanístico, la tarea de acompañar”, concluye Canella.