Un proyecto desarrollado en el marco de la Unión Europea muestra cuál es el camino para que la ciencia y la tecnología sean comprendidas y valoradas en su justa medida por la sociedad. La responsabilidad de que esto ocurra es tanto de los científicos como de los medios de comunicación y requiere que ambos sectores logren una adecuada interacción para divulgar los conocimientos y generar un debate racional en torno a los beneficios y posibles riesgos de sus aplicaciones.
(16/02/07 – Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Ricardo Gómez Vecchio) – Uno de los obstáculos que enfrentan en su trabajo cotidiano los periodistas que se especializan en temas de ciencia y tecnología, es el de “acceder a” y “comunicarse con” lo científicos, de modo tal de conseguir la información que necesitan para trasmitirla con la mayor fidelidad posible. Esto se debe en buena medida a cuestiones culturales que tienen que ver con las diferencias en el manejo de los tiempos, las modalidades de trabajo y las necesidades de investigadores y profesionales de prensa.
Los científicos deben ser personas muy minuciosas, tanto en sus investigaciones como en el lenguaje que usan para comunicarlas, plagado de términos técnicos que tienen un significado muy preciso. Cada estudio les lleva mucho tiempo, meses, años, hasta llegar a la ansiada publicación en una revista especializada, con lo cual, en la mayoría de los casos, dan por terminada su misión comunicativa. Es decir, se comunican esencialmente con sus pares.
Los periodistas trabajan en el día a día, en temas de interés mayoritario que, aún siendo científicos, tengan repercusión en los modos de vida, la salud, la seguridad u otras necesidades de la población. Sus tiempos suelen ser los del medio en el que trabajan, siempre breves, se trate de radio, televisión, diarios o revistas. Cuando un tema sale a la palestra, lo hace con la urgencia de la noticia y su duración suele ser bastante efímera.
Por ese motivo, no es extraño que entre científicos y periodistas suela existir una brecha bastante difícil de cerrar. Muchos científicos prefieren aislarse de los medios, para evitar malos entendidos, distorsiones en la información o no perder su “valioso” tiempo.
Muchos periodistas, ante la presión de editores y productores para cubrir una noticia, no dedican el tiempo necesario a analizar los temas científicos con el cuidado que requieren y acosan a los investigadores para obtener la información. A veces, incluso, terminan recurriendo a profesionales siempre dispuestos a dar su opinión, aunque no sean los más indicados, para “salir del paso”.
Estas reflexiones vienen al caso de la interesante columna de Nora Bär publicada el miércoles 7 de febrero en La Nación, en la que hace referencia al proyecto Messenger, llevado a cabo por The Social Issues Research Centre, del Reino Unido y Amsterdam School of Communications Research, de Holanda, entre febrero de 2005 y junio de 2006 en el marco de la Unión Europea.
Una de las conclusiones de quienes realizaron ese trabajo, en el que consultaron a investigadores, funcionarios públicos y representantes de medios europeos, entre otras fuentes, es que comunicarse con los ciudadanos a través de los medios de comunicación es parte del creciente proceso de diálogo y compromiso entre las comunidades científicas y la sociedad civil, un proceso que consideran necesario y deseable para mantener y fomentar la confianza en la ciencia y la tecnología en Europa. Y, por lo tanto, es fundamental hacerlo bien.
Las comunidades científicas ven en forma creciente el deber de hacerlo, en parte obligados por las condiciones que se van imponiendo para obtener fondos destinados a solventar sus investigaciones – como la creciente competencia por conseguir recursos que por definición son siempre escasos-, y también por la mayor influencia que va adquiriendo la opinión pública en la toma de decisiones sobre a quién deben darse los fondos públicos destinados a la investigación, y para qué.
Está claro, según los autores del informe del proyecto Messenger, que “la sociedad en su conjunto tiene el derecho de acceder a la información sobre los avances científicos conducidos en su nombre y, a menudo, a su cargo”.
Es habitual que los científicos adjudiquen a la prensa el calificativo de sensacionalista o distorsionadora de la información. No obstante, según el informe, “si bien existen numerosos ejemplos sobre cómo los medios han promocionado en forma exagerada ciertas noticias científicas y generado ansiedades innecesarias en ausencia de una evidencia empírica real, hay un mismo número de ejemplos de científicos que han comunicado y expresado datos referidos a riesgos de modo tal que han hecho casi inevitable la mala interpretación por parte del público”.
Ante estas evidencias, los investigadores que llevaron adelante el proyecto Messenger
– cuyos principales objetivos son facilitar y mejorar la calidad de la difusión de la información científica a través de los medios masivos europeos, y contribuir al debate entre científicos, periodistas y representantes de la sociedad civil concerniente a la producción de noticias sobre ciencia, tecnología y salud, y a la comunicación del riesgo en este contexto – generaron un aporte de valor práctico para mejorar la trasmisión de la información científica: una guía para los científicos sobre cómo comunicarse con los medios.
Los medios, en Europa y en todo el mundo, reflejan las necesidades de sus audiencias y buscan comunicar no sólo los nuevos conocimientos científicos, sino también brindar consejos sobre cómo manejar los riesgos que estos podrían producir de manera de maximizar los potenciales beneficios de los descubrimientos. Esta labor mediática genera lógicas polémicas, porque los conocimientos científicos tienen siempre implicancias éticas, sociales, políticas, económicas, ambientales, etc. La mayoría de quienes contribuyeron al desarollo de la “guía” han hecho hincapié en que tales debates deberían darse dentro de un marco racional, en el que las evidencias empíricas sean bien conocidas y se les otorgue su verdadero peso.
El camino hacia la confianza pública en la importancia de la ciencia y la tecnología sólo puede darse a través de mejores comunicaciones, junto con un creciente compromiso y diálogo entre las comunidades científicas y la sociedad civil, un proceso en el cual los medios de comunicación juegan un papel crítico, afirman los autores del informe.
Es por eso que todos los científicos tienen la responsabilidad profesional de comunicar sus investigaciones al público y de ofrecerle una guía apropiada y consejos cuando fuera necesario. Y no cabe duda de que los medios masivos son el canal principal para tales comunicaciones. Por lo tanto, deberían ser valorados y adoptados por los investigadores debido a su potencial utilidad, más que rechazados por los posibles errores que pueden llegar a deslizarse.
Es muy recomendable para quienes están vinculados a la investigación, la ciencia y la tecnología, que dediquen algunos minutos a leer esta guía, que pueden consultar en http://www.messenger-europe.org y distribuir libremente entre sus colegas. Y también, que sigan la siguiente recomendación de quienes realizaron este interesante trabajo:
“¡Comprométanse! Busquen las oportunidades para comunicarse directamente con grupos y miembros de la sociedad civil y para discutir las implicancias de su trabajo. Después de todo, en la mayoría de los casos ellos pagaron para que pudieran hacerlo. Construyan y mantengan la confianza en lo que están haciendo siempre que puedan”.
Los periodistas, por su parte, tienen una misión no menos difícil: dedicar a los temas de ciencia y tecnología la importancia que se merecen y el tiempo que requieren para ser comprendidos y desarrollados con claridad, recurriendo a las fuentes adecuadas. Y generar -como están impulsando en el marco de la Unión Europea- talleres y seminarios con científicos de diversas disciplinas, a fin de llegar a una mejor compresión mutua de sus respectivas modalidades de trabajo y de los aspectos a tener en cuenta para lograr una mejor comunicación, entre ellos y hacia la sociedad.