La revista The Lancet publicó un artículo que tira abajo 10 mitos construidos en torno al SIDA. De acuerdo con el autor del trabajo los datos erróneos se propagan por el mundo tanto como la enfermedad. Aquí, información que nadie debería desconocer.
(06/12/07. Agencia CyTA-Instituto Leloir) – A pesar del importante progreso que se ha logrado en la lucha contra el SIDA, el número de infectados en los países en desarrollo supera ampliamente a los que se tratan con terapias.
Según un artículo publicado en la prestigiosa revista “The Lancet” el 1 de diciembre (Día Internacional de la Lucha contra el SIDA), las interpretaciones erróneas, en forma de reiterados consejos y recomendaciones generales para alertar sobre la enfermedad, impedirían la correcta prevención de la epidemia de SIDA generalizada.
El autor del artículo, James D. Shelton –de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional–, detalla diez mitos que considera obstáculos para prevenir y enfrentar al virus de inmunodeficiencia adquirida (VIH), que se propaga mayormente en países africanos como Kenia, Uganda y Zimbabwe.
Los 10 mitos
Siempre de acuerdo con la opinión de Shelton:
El VIH se difunde muy rápido. Generalmente no. El VIH es muy infeccioso en las primeras semanas, cuando los niveles del virus son altos, pero no en la fase inactiva subsiguiente. Sólo cerca de un 8 por ciento de la gente cuya pareja heterosexual tiene el virus llega a infectarse cada año.
El trabajo sexual es el problema. Las trabajadoras sexuales no son actualmente el principal grupo de contagio. De hecho, las campañas que centran su objetivo en este grupo tendrían una utilidad limitada.
Los hombres son el problema. El descuido de los hombres, cuando tienen sexo casual, contribuye sustancialmente a la propagación de la epidemia. Pero para que el contagio heterosexual se expanda también es necesario que muchas mujeres tengan parejas ocasionales y simultáneas. La importancia de las mujeres en esta epidemia se evidencia en la alta proporción de parejas en las que la mujer, y no el hombre, es la portadora de VIH.
Los adolescentes son el problema. La epidemia afecta mayormente a personas en edad reproductiva. Aunque las mujeres adolescentes son afectadas mediante sexo con hombres mayores, la incidencia de VIH se incrementa en las mujeres de edades entre los 20 y 30 años. Los hombres, por su parte, se contagian a edades mayores. Por lo tanto, las intervenciones orientadas únicamente a los jóvenes tendrían un éxito relativo.
La pobreza y la discriminación son el problema. Estos factores ciertamente pueden generar sexo riesgoso pero, paradójicamente, el VIH parece estar afectando más a gente adinerada que a sectores pobres, tal vez porque el bienestar y la movilidad permiten las relaciones sexuales simultáneas. Además, el VIH ha disminuido en forma notable en Zimbabwe, por ejemplo, sin mejoras sustanciales en la pobreza y la discriminación.
Los preservativos son la respuesta. El uso de preservativos, especialmente por las trabajadoras sexuales, es crucial para evitar la expansión de la epidemia, y ayudan a proteger a los individuos. Pero los preservativos solos tienen un impacto limitado, porque mucha gente no los usa, especialmente en relaciones regulares. Además, parecen fomentar la desinhibición cuando la gente se involucra en sexo riesgoso porque tiene la “intención” de usarlo y finalmente no lo hace.
La prueba del VIH es la respuesta. Conocer el resultado de la prueba del SIDA debería llevar a un cambio de comportamiento. Sin embargo, no suele registrarse tal cambio, especialmente para la gran mayoría que tiene un resultado negativo en la prueba. Además, los cambios de conducta deben mantenerse por años. Por otra parte, la prueba no es efectiva en el caso de los nuevos afectados, porque la prueba del VIH no da positivo hasta después de unos meses de producida la infección.
El tratamiento es la respuesta. Teóricamente, el tratamiento y asesoramiento deberían ayudar en la prevención al reducir los niveles virales e infecciosos en las personas que se tratan, al igual que a la comprensión del VIH y la promoción de un cambio de comportamiento. Muy por el contrario, ningún signo claro ha surgido. En realidad, los efectos saludables podrían ser contrarrestados por los efectos negativos, tales como la falta de cuidado cuando la gente se percata de que el VIH ya no es una sentencia de muerte.
La nueva tecnología es la respuesta. Muchos recursos se destinan a vacunas, microbicidas y anti-retrovirales. Desafortunadamente, el éxito se vislumbra lejano. Además, tales innovaciones podrían destinarse sólo a la población de alto riesgo. En forma similar, el tratamiento de las infecciones transmitidas sexualmente para prevenir el VIH ha sido desalentador. Hasta la circuncisión masculina, una práctica altamente efectiva, tomará años para que tenga un efecto sustancial adicional.
El comportamiento sexual no cambiará. De acuerdo con esta creencia, la predicción de una enfermedad mortal no incide en el comportamiento sexual, y en consecuencia no genera cambios de conducta. El autor del trabajo recuerda que los hombres homosexuales en los Estados Unidos cambiaron radicalmente el comportamiento en la década de 1980. Las reducciones en la incidencia del VIH en Kenia y el este de Zimbabwe fueron acompañadas por una gran disminución en la modalidad de parejas múltiples, probablemente en su mayoría como una reacción espontánea al temor de contagio.
Aunque los mitos se derriben, todavía faltan abordajes más integrales de esta enfermedad, que contemplen los diversos factores que hacen que todavía no se pueda detener su propagación.