Un equipo interdisciplinario realizó la primera investigación que traza el perfil económico de las empresas biotecnológicas en Argentina. Los resultados indican que el potencial de la biotecnología en el país – que ocupa el octavo lugar en el mundo en empresas de este rubro– es enorme. Una ley que promueve la creación y el desarrollo de ese tipo de empresas, gestionada desde la Subsecretaría de Industrias, está siendo discutida en la Cámara de Diputados para su aprobación, lo que daría un impulso aún mayor a una actividad que facturó más de 950 millones de pesos en concepto de productos biotecnológicos entre 2003 y 2004.
(5/12/06 – Agencia CyTA – Instituto Leloir. Por Bruno Geller) – La historia de la biotecnología, es decir, la tecnología basada en la biología, se remonta miles de años atrás cuando nuestros antepasados se dieron cuenta que podían cultivar sus propias plantas y criar sus propios animales. Con el tiempo, descubrieron que el jugo de fruta fermentado se convertía en vino, que la leche se podía transformar en yogur o queso y que soluciones de malta y lúpulo podían ser la base de una buena cerveza. No comprendían los procesos, pero obtenían resultados.
Con el avance de la ciencia y la tecnología, la biotecnología entró en el siglo XX, sobre todo a partir del descubrimiento del ADN en la década de 1950, en una nueva etapa. Los científicos lograron descifrar un sinnúmero de procesos biológicos y a partir de este conocimiento elaboraron técnicas, como la manipulación de células vivas, cultivo de tejidos o moléculas derivadas de un organismo como las enzimas para modificar un producto, mejorar plantas y animales o desarrollar un microorganismo para utilizarlo con un propósito específico.
Roberto Bisang, economista de la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS) y consultor de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) de las Naciones Unidas, Alberto Díaz, químico de la FCEN de UBA, profesor de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ) y gerente de Inis Biotech, empresa de transferencia tecnológica del Instituto Leloir, y Graciela E. Gutman, economista de CONICET y del Centro de Estudios Urbanos y Regionales (CEUR), junto a un equipo de investigadores de distintas disciplinas como economía, química y biotecnología, realizaron – con el apoyo de la Secretaría de Ciencia y Técnica de la Nación (SECYT) y la UNGS– una investigación pionera en el país que consistió en determinar el modo en que la biotecnología está modificando el perfil de la economía productiva en la Argentina.
Dado que no había ningún padrón de biotecnología argentino, los autores del estudio, titulado Las Empresas de Biotecnología en Argentina, debieron elaborar una lista de las empresas privadas de biotecnología que transforman conocimiento en bienes o servicios. “Lo que tuvimos que hacer es desarrollar un mecanismo de boca a boca, para armar una especie de mapa de las empresas que se dedican a producir biotecnología”, afirma Bisang.
El paso siguiente consistió en administrar a las 84 empresas que incorporan en su producción procesos biotecnológicos un cuestionario que denominaron Encuesta sobre la Conducta Innovativa de las Empresas Biotecnológicas. Mediante ese instrumento, los investigadores lograron determinar las magnitudes económicas referidas a ventas, comercio exterior y empleo, así como también las actividades y los esfuerzos de innovación que esas empresas realizan.
A mediados de la década de 1980 se reportaron los primeros avances en el campo privado en las actividades basadas en la moderna biotecnología. Dos décadas más tarde, en los primeros años del siglo XXI, existen en Argentina, de acuerdo con el estudio, poco más de 80 empresas, todas ellas pertenecientes al sector privado. Los campos de actividades que cubren se ubican en tres áreas: agropecuario, medicamentos-salud humana y alimentos.
“La biotecnología en el sector agropecuario corresponde a la producción de nuevas semillas con características especiales, como la soja resistente a herbicidas o el maíz resistente a insectos; ya hay en registro y más en desarrollo semillas que contienen determinados ácidos grasos, vitaminas, aminoácidos y otro tipo de elementos”, explica Díaz.
En el área de los medicamentos, vacunas y diagnósticos para uso en humanos, Díaz puntualiza que “ya hay unas 40 nuevas moléculas producidas por la biotecnología (insulina humana, eritropoyetina, vacuna contra hepatitis) y son muchos más los diagnósticos que se usan para todo tipo de enfermedades”. El especialista asegura que “las tecnologías denominadas genómicas -resultados de los Proyectos Genoma de humanos, bacterias, etc.-, por ejemplo, lo que se comienza a hacer con células madres, son nuevas “ondas” tecnológicas que traerán futuros nuevos medicamentos y diagnósticos”.
“El de alimentos es también un sector importante en el que se han introducido nuevas tecnologías, por ejemplo, para elaborar los llamados jarabes de alta fructosa”, explica Díaz y continúa: “La elaboración de métodos de control de calidad y de seguridad son actividades que desarrollan algunas de las empresas de biotecnología en ese rubro”.
Los tres sectores abarcados en el estudio se encuentran unidos. “Por ejemplo, en la nueva especialidad que es la nutrigenómica, desde lo ‘genómico’ pueden diseñarse alimentos para mejorar la nutrición de las personas y los animales”, destaca Díaz.
Resultados de la investigación
“En comparación con otras economías, Argentina se ubica aceptablemente en el nivel internacional. Estados Unidos cuenta con 1159 empresas de biotecnología, Canadá con 389 en segundo lugar y China y Honk Kong con 126. Argentina ocupa el octavo lugar después de Israel con 84 empresas de ese tipo”, afirma Bisang.
De las 84 empresas locales de biotecnología –un 80 por ciento de las cuales son de capital nacional con un fuerte predominio de firmas pequeñas y medianas cuyas actividades son casi exclusivamente biotecnológicas -, 54 son del sector agropecuario: 25 trabajan en inoculantes, 19 en semillas y plantines y 10 en sanidad animal. Otras 20 empresas pertenecen al sector medicamentos- salud humana y 10 al sector alimentos. No todas las empresas se dedican de forma exclusiva al desarrollo de productos y procesos biotecnológicos.
“Para las grandes empresas, la biotecnología es sólo una parte variable de un conjunto más amplio de negocios, lo que les permite mejorar su capacidad de financiación de nuevos proyectos. Por ejemplo, Biosidus forma parte de un grupo mayor de empresas -SIDUS- que (inicialmente) le da sustento económico y financiero. Sin embargo, la mayoría de las empresas son chicas, con uno o dos productos biotecnológicos, y la suerte de la empresa depende del éxito comercial”, subraya Bisang.
De acuerdo con el análisis de las encuestas realizadas, Bisang y su equipo estimaron que estas empresas facturaron –entre 2003 y 2004– poco más de 950 millones de pesos en concepto de productos biotecnológicos (sobre un total de 5.600 millones de pesos que facturan anualmente en todo concepto).
“Se trata de una cifra notable, si se tiene en cuenta que la inversión en investigación y desarrollo en biotecnología, a nivel privado, fue de casi 50 millones de pesos anuales, y más aún si consideramos la turbulencia económica de los últimos años”, asegura Díaz.
La cifra no es nada desdeñable, si además se observa que las empresas analizadas dan empleo a alrededor de cinco mil personas, de las cuales poco más del 11 por ciento se dedica a actividades de investigación y desarrollo (I+D).
“La biotecnología exige un alto nivel de profesionalización, dado que las actividades de I+D son bastante complejas. Consisten en llevar los conocimientos generados por los investigadores a través de procesos de ‘desarrollo’, es decir, llegar a producir en escala industrial, con costos adecuados, cumpliendo con leyes y reglamentaciones, productos nuevos que deberán ser usados y aceptados por las personas”, destaca Díaz.
“Si se miran en términos absolutos, los casi mil millones de pesos que factura la biotecnología en el país no son relevantes per se, pero sí lo son como efecto multiplicador, es decir, por su impacto sobre las actividades usuarias ubicadas “aguas abajo” a lo largo y ancho de la economía. A modo de ejemplo cabe remarcar que la introducción de la soja transgénica resistente al glifosato permitió duplicar la producción en menos de una década”, indica Bisang.
Con relación al comercio exterior, los saldos de esas empresas son positivos, alrededor del 25 por ciento de las producciones se coloca en el exterior, dato que revela cierta competitividad internacional.
“En comparación con la industria, es un sector francamente exportador, que genera bienes tecnológicos de avanzada”, afirma Bisang, quien define a la actividad de las empresas de biotecnología como una industria de industrias, es decir, “una industria capaz de potenciar sustantivamente a varios sectores productivos claves de la economía”.
Potencial de la biotecnología en la economía argentina
A fin de determinar el lugar actual y el potencial que ocupa la biotecnología en la economía argentina, el punto de partida de la investigación fue el cruce de “dos avenidas”: por un lado, la llamada Teoría de Redes, y por el otro, las Nuevas Tecnologías, específicamente la biotecnología.
“La teoría de redes se refiere a los mecanismos de intercambio entre los actores económicos que establecen relaciones de largo plazo donde el crecimiento permite que todos ganen en simultáneo. El afianzamiento de las relaciones permite intercambiar bienes y conocimientos y lentamente genera lenguajes comunes, que facilitan la generación de nuevos conocimientos. Pertenecer a la red trae mayores beneficios que operar individualmente”, afirma Bisang.
Para que la “red” funcione en el sector de la biotecnología deben existir varias empresas desarrolladas que establezcan acuerdos entre sí y que logren una sinergia a través de proyectos que las potencien.
“Para tener una red o mejorar su densidad, es necesario contar no sólo con unas pocas grandes empresas, sino también con una amplia masa crítica de empresas medianas y/o pequeñas. Ampliar la densidad de la red local de productores de biotecnología es esencial para impulsar la competitividad futura de la economía argentina”, señala Bisang.
En tal sentido, el experto sostiene que la biotecnología puede generar un gran impacto en el agro, los alimentos y los medicamentos (y otros insumos para la salud). “Argentina tiene, en esas actividades, nichos de mercado para crecer espectacularmente. El que apuesta a la tecnología gana”, dice Bisang.
“El país cuenta con una base empresaria de cierta relevancia en términos económicos, tecnológicos y productivos, dedicada a la producción de procesos y productos biotecnológicos que se convierte en una excelente plataforma de desarrollos futuros”, opina Bisang.
“El potencial de la biotecnología en Argentina es muy alto. Por las capacidades de recursos humanos que tenemos y de recursos naturales, falta saber coordinarlas, orientarlas políticamente y, sobre todo, desde la mirada de la industria y la producción, no sólo desde la ciencia”, asegura Díaz.
La Ley de Promoción de la Biotecnología Moderna
En el Senado de la Nación se aprobó un proyecto de ley de Promoción de la Biotecnología, gestionado desde la Subsecretaría de Industria, que actualmente se está discutiendo en la Cámara de Diputados. De aprobarse, la ley impulsará la modernización de las empresas de biotecnología de los diferentes sectores productivos y les ofrecerá una serie de beneficios de tipo impositivo y fiscal, siempre y cuando realicen proyectos de desarrollo que generen productos y tecnologías patentables.
La ley apunta a la ampliación de la base empresaria, con el consiguiente impacto sobre la producción. “Pero lo más novedoso del proyecto de ley es que establece un Fondo para creación de nuevas empresas innovadoras ligadas al sector científico, con un monto anual que saldrá del presupuesto nacional en primera instancia. Esta medida va a influir en el desarrollo de la biotecnología argentina, y por ende también en nuestra economía y en afirmar nuestra democracia”, concluye Díaz.