De acuerdo con una investigación reciente publicada en Nature, el estrés crónico en algunos casos promueve la obesidad. El estudio reveló que los altos niveles de unas moléculas elaboradas en cerebro bajo condiciones de estrés aumentaría la acumulación de grasa abdominal. Este hallazgo podría mejorar las terapias actuales contra la obesidad.
(18/12/07 – Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Bruno Geller) – En un estudio realizado en laboratorio, un equipo de investigadores dirigidos por la doctora Zofia Zukowska del Centro Médico de la Universidad Georgetown, en Washington, Estados Unidos, descubrió un mecanismo biológico que relaciona el estrés crónico con la obesidad.
Zukowska y sus colegas observaron en un grupo de ratones que el estrés crónico producía en su organismo la liberación de un neuropéptido –moléculas semejantes a las proteínas elaboradas en el cerebro que posee funciones sobre múltiples órganos– llamado NPY. Ésta molécula a través de sus receptores Y2 estimularía la ganancia de peso abdominal.
Posteriormente los científicos bloquearon los receptores de esa molécula y los niveles de acumulación de grasa descendieron.
De acuerdo con los autores del estudio, los resultados obtenidos –publicados en la revista científica Nature– podrían abrir el camino para elaborar en el futuro fármacos para reducir la obesidad en las personas que padecen estrés crónico.
La doctora Mónica Katz, directora del posgrado en Nutrición de la Universidad Favaloro, explica: “La acumulación de grasas en la zona abdominal estaría determinada, a su vez, por medio de otras dos sustancias secretadas por los humanos en respuesta al estrés: las catecolaminas-adrenalina y noradrenalina y los corticoides”, afirma Katz.
De acuerdo con la experta, cuando el individuo ingiere alimento obtiene reservas de energía que se depositan en su organismo como grasa de reserva. “Son dos los efectos que produce el neuropéptido NPY sobre la grasa abdominal profunda o visceral: estimula la proliferación de células adiposas –adipogénesis– que almacenan la grasa y genera nuevos vasos sanguíneos –angiogénesis– que llevarán el flujo sanguíneo y los nutrientes a esas nuevas células”.
Para la experta, la reducción de la grasa abdominal favorece la salud de las personas puesto que ésta representa un factor de riesgo tanto para enfermedades cardiovasculares como para diabetes tipo II.
“Con el descubrimiento de este mecanismo se abren nuevas posibilidades terapéuticas pues trabajando con antagonistas de estos mismos receptores Y2, se podría detener la formación de nuevo tejido adiposo”, señala Katz y agrega: “Un tipo de estrategia similar de tratamiento se está utilizando actualmente en oncología, con drogas que inhiben el desarrollo de nuevos vasos sanguíneos con el objeto de no favorecer la expansión de los tejidos tumorales”.
Más allá de todos los fármacos que se puedan diseñar, “hasta ahora, la mejor estrategia disponible consiste en adoptar un modo de vida que implique el menor estrés posible, buena alimentación y actividad física cotidiana”, asegura la experta.
Interacción de factores psíquicos y físicos
La obesidad ha sido y es estudiada por especialistas desde varios ángulos para poder tratarla de forma efectiva. A pesar de los avances realizados en las últimas décadas, todavía no se han dilucidado puntos fundamentales que expliquen esta pandemia actual.
Dentro de la gama de factores que generan ganancia de peso, aquellos que se relacionan con lo psicosocial representan una nueva área de investigación muy importante teniendo en cuenta el modo de vida actual.
Desde hace años se estudia la relación entre el estrés crónico y la obesidad. “El humano responde al estrés con ingesta de los llamados “comfort food”, comidas reconfortantes, que son en general carbo-grasas, en un intento de afrontar el agitado y complejo modo de vida moderno”, señala la doctora Mónica Katz, directora del posgrado en Nutrición de la Universidad Favaloro.
Si bien se ha comprobado la relación existente entre estrés crónico y aumento de la grasa abdominal, todavía quedan preguntas sin responder.
Las líneas de investigación no sólo se dirigen a esclarecer los factores psicosociales que llevan a las personas a comer de determinada forma, sino también a comprender cómo el estrés crónico puede producir cambios en el metabolismo que se vinculan con la obesidad.