Asia ya invierte más que Europa en investigación y desarrollo. En el sur de África la inversión en ciencia crece a buen ritmo. Mientras tanto, América Latina queda rezagada y la Argentina, según el plan estratégico presentado el año pasado, alcanzaría en 2015 el piso sugerido por la UNESCO.
(09/03/06 – CyTA-Instituto Leloir, Florencia Mangiapane) – Este mes, Vietnam dejó a muchos con la boca abierta. El Gobierno de aquel país anunció un aumento salarial masivo para los científicos que trabajan en instituciones del Estado. Hasta ahora, el salario promedio de los investigadores vietnamitas era de 65 dólares, lo mismo que cobra el resto de la administración pública nacional.
A partir de ahora, los investigadores vietnamitas ganarán entre mil y dos mil dólares mensuales, según informó SciDev.net. Con esta medida, el Gobierno intenta retribuir a los científicos, tras convencerse de que la investigación es clave para el desarrollo económico y social del país.
Según un informe de la UNESCO de diciembre del año pasado, Asia superó a Europa en el gasto en investigación y desarrollo. Entre 1997 y 2002, la inversión asiática en el sector creció 4%. Y así llegó a un tercio de lo que se invierte en investigación en el mundo.
Pero el responsable del salto asiático en ciencia no es Vietnam, sino China, el gigante que asombra al mundo. En esos cinco años, la participación de China en la inversión mundial en investigación se duplicó.
Otra región que está impulsando la inversión en ciencia es el sur de África, donde se gastaron 114 mil dólares por investigador en el año 2002. Si bien la cifra se explica por la escasez de científicos en la zona –apenas 30 mil–, no deja de ser auspiciosa.
Malawi, un país africano más pequeño que la provincia argentina de Santiago del Estero, se propuso que el gasto en investigación para 2007 llegue al 1% del PBI, el umbral mínimo recomendado por la UNESCO. Y piensa gastar 8, 3 millones de dólares en cinco años, adicionales al presupuesto ya asignado para el rubro, según informó SciDev.net el 26 de enero.
El gobierno de Malawi, donde la esperanza de vida al nacer apenas supera los 40 años, no sólo se propone incrementar la investigación y desarrollo e incorporar tecnología, sino también mejorar la capacidad instalada y acercar la ciencia a la sociedad. En los próximos meses, por ejemplo, creará la primera facultad de ciencia y tecnología. Además, revisará los programas de ciencia en los colegios.
En tanto, la participación de América Latina y el Caribe en el gasto mundial en investigación bajó del 3,1% al 2,6% en el quinquenio 1997-2002.
Según el informe de la UNESCO, Argentina, Brasil y México concentran el 85% del gasto de la región. Los demás países invierten en promedio menos de 0.1% del PBI, a excepción de Cuba, que invierte 0,6% en investigación.
En Centroamérica y el Caribe, algunos países están empezando a dar algunas señales positivas. Jamaica acaba de anunciar que el año próximo inaugurará un instituto regional destinado a promover la ciencia y la tecnología como herramientas para el desarrollo. El Instituto va a estar presidido por el actual primer ministro del país y una de sus primeras actividades será organizar un curso sobre políticas científicas para funcionarios públicos y empresarios.
A fines del año pasado, Ecuador también llamó la atención de la región al lanzar una nueva política nacional de ciencia. El objetivo del plan es que la ciencia pueda dar respuesta a los problemas sociales y mejorar el nivel de vida de la población.
Si bien Ecuador tiene una tradición exitosa en divulgación científica en los medios masivos, el nuevo plan intentará masificar esas experiencias y generar una cultura de uso social del conocimiento en la vida cotidiana.
Mientras tanto, investigadores chilenos ven con preocupación el bajo nivel de inversión en ciencia que presenta el país. “A nivel estatal el esfuerzo en investigación y desarrollo es bastante bajo, muy fragmentado y, por lo mismo, poco efectivo”, plantea José Miguel Benavente, economista e investigador de la Universidad de Chile, en SciDev.net del 19 de febrero pasado.
“Además, las instituciones estatales administran un presupuesto irrisorio. Sólo para hacerse una idea, lo que todo el Estado chileno gasta en I+D es menos de la mitad de lo que invierte una empresa farmacéutica mediana en el mundo desarrollado”, advierte el investigador.
En la Argentina, en tanto, el nivel actual de inversión en investigación y desarrollo no alcanza el 0,5% del PBI. Ahora, el Estado pretende mejorar los niveles de inversión con aportes del sector privado. Además, tiene como objetivo duplicar la cantidad de investigadores nacionales.
Se estima que son más de 6 mil los investigadores argentinos que trabajan en países del primer mundo. Desde 2003, regresaron 185. El Estado colaboró pagándoles el viaje u ofreciéndoles una beca para que retornaran. Este año se espera que otros 60 reciban ayuda del gobierno para volver e incorporarse a alguna institución científica nacional.
Algunos de los que quieren volver solicitaron ayuda mediante el programa Raíces, de la Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (SECYT), mientras que otros lo hicieron ante el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). La mayoría son jóvenes y trabajan en medicina, ciencias sociales, física, biotecnología e informática.
A mediados del año pasado, el gobierno argentino presentó un plan estratégico de mediano y largo plazo en ciencia, tecnología e innovación. Se proyecta que la inversión en el sector llegue al 1% del PBI, el piso recomendado por la UNESCO, pero recién en 2015.
Otras naciones, más pobres que la Argentina, entendieron que la apuesta por el conocimiento es clave para el desarrollo económico y social de su población. Pero sobre todo, que esa inversión no puede esperar. Argentina, en otras épocas en las que prometía ser potencia, también lo entendió así.