En una jugosa charla brindada el pasado 29 de mayo a los investigadores del Instituto Leloir, el Presidente de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, Dr. José Lino Barañao, se refirió a los actuales recursos de financiamiento que brinda ese organismo y planteó interesantes conceptos sobre la relación que tienen la investigación, la innovación en las empresas y el bienestar de los habitantes de un país.
(20/06/06 – CyTA-Instituto Leloir. Por Ricardo Gómez Vecchio) – La Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, organismo nacional dependiente del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología tiene una década de vida. Desde 2003 su titular es el doctor en Química José Lino Barañao, investigador del CONICET y especialista en Reproducción y Biotecnología Animal.
El organismo financia el desarrollo de investigaciones científicas, innovaciones y modernizaciones tecnológicas de empresas, científicos e institutos de investigación de todo el país a través de dos fondos: el FONCyT (Fondo para la Investigación Científica y Tecnológica) y el FONTAR (Fondo Tecnológico Argentino).
Barañao inició su presentación refiriéndose al Programa de Modernización Tecnológica III (PMT III), instaurado con financiamiento del BID, y a las modificaciones que se realizaron a los mecanismos de financiamiento, particularmente luego del efecto dramático que tuvo la crisis del 2001, que impedía a las empresas tomar subsidios del FONTAR.
Según Barañao, a partir del 2003 y como consecuencia de la reactivación económica, comenzó a haber un incremento notable en los desembolsos del FONTAR – que se estabilizaron en este último año – y actualmente hay cerca de 700 empresas beneficiarias, que se caracterizan por tener un grado variable de innovación.
“Básicamente – expresó Barañao- es el sector manufacturero el que tiene la participación más importante, y ahora, en los últimos tiempos, hubo un incremento muy notable de la industria del software”.
En cuanto al otro programa que maneja fondos, el FONCYT, cuyo énfasis está puesto en la transferencia de tecnología o de innovación para las empresas, Barañao dijo que hay una demanda cautiva importante que integran básicamente los Proyectos de Investigación Científica y Tecnológica (PICT), que alcanza a unos 700 proyectos financiados.
“Desde el 2002, comienzo de la gestión, hasta la situación actual con el nuevo préstamo del BID –dijo Barañao- estamos hablando de un financiamiento anual de 110 a 120 millones de dólares, más de 300 millones de pesos totales para ambos fondos.
El presidente de la agencia destacó que el PMT II fijaba desembolsos del orden de los 140 millones de dólares, mientras que el PMT III tiene un presupuesto de 280, es decir el doble, a lo que se suma una contraparte que aporta el tesoro nacional de 230 millones de dólares, con lo que en total se dispone de 510 millones de dólares para el período 2006-2010.
En respuesta a una pregunta sobre si es bueno o es malo depender del crédito externo para financiar la ciencia, Barañao comentó que teniendo en cuenta el grado de conciencia que tiene el sector político argentino sobre la importancia de la ciencia y la tecnología, todavía es necesario contar con financiamiento externo, ya que es una garantía de que se recibirán y ejecutarán los fondos para los fines previstos.
Respecto a con qué visión emplear las fuentes de financiamiento, Barañao afirmó “Estamos convencidos de que es posible avanzar hacia una economía basada en el conocimiento, hacia una economía que en lugar de exportar commodities de bajo valor agregado, exporte bienes o servicios conocimiento-intensivos. Y esto no solo por un motivo económico – porque tenemos que insertarnos en una economía globalizada y hay que producir más, porque no podemos duplicar el PBI sobre la base de lo que estamos produciendo – , sino por una cuestión política y diría moral”.
“Si comparamos a los países que tienen una economía basada en el conocimiento con los que no la tienen – prosiguió – nos damos cuenta que en los primeros hay un énfasis muy importante en la educación, generalmente asociado a estructuras sociales más justas o más equitativas. El avanzar hacia una economía del conocimiento es la manera más democrática de pasar a una sociedad más justa”.
“Algunos dicen que hay que tener en cuenta que en Europa vale lo mismo un kilo de bife que un kilo de Audi –metaforizó Barañao utilizando a la famosa marca productora de automotores – lo importante es evaluar qué calidad de vida tiene la gente que produce ese kilo de bife o qué instrucción necesita, y qué instrucción y calidad de vida tiene la gente que contribuye a producir un kilo de Audi. Creo que la diferencia está ahí, no tanto en el valor específico del producto exportado”.
Sobre la orientación de la política científica, Barañao expresó que el arte de la misma consiste en encontrar aquellas cosas que tienen solución y que son posibles de realizar en un horizonte temporal relativamente corto. “Queremos pasar a una política mucho más proactiva y vamos a incorporar los denominados proyectos integrados –manifestó- basados en lo que se denominan sistemas locales de innovación. A esto se van a sumar nuevos instrumentos que tienen que ver con la formación de recursos humanos o con la promoción de la investigación, la innovación y el desarrollo en las empresas”.
“En los Proyectos Integrados –manifestó Barañao – desde el principio se convoca a distintos actores, para trabajar sobre una meta definida, identificable, al cabo de la realización del proyecto, como un producto o servicio. Esto tiene la ventaja de ser evaluable fácilmente. Es lo que se denomina también proyectos de ciclo completo, que terminan con algo que es demostrable”.
Barañao destacó que para que haya adecuada inversión en ciencia y tecnología tienen que estar unidos el Gobierno, las instituciones de ciencia y tecnología y el sector privado. Pero que esto no es sencillo de lograr, ya que, por un lado, el Gobierno está conformado por una serie de organismos cada uno con su plan estratégico y sus iniciativas, no fáciles de integrar, y por otro porque los sectores industriales tienen intereses contrapuestos. Los Proyectos Integrados se orientan a solucionar en parte este problema.
Según Barañao hay investigaciones que demuestran que en los últimos cinco años América Latina produjo unos 200 papers en las mejores revistas científicas internacionales, que dieron lugar a 517 patentes, todas en los países desarrollados y que no involucraban a los investigadores originales. Por ese motivo, se propone actualmente apuntar a la denominada ciencia básica inspirada en el uso, que implica una valoración social de la ciencia, que es mucho más efectiva. “Este es el tipo de ciencia que valdría la pena apoyar o fomentar, para superar la antinomia entre conocimiento básico y tecnología”, afirmó.