Con el lema “La belleza de los desiertos, el reto de la desertificación” se conmemora el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía. El Secretario General de las Naciones Unidas advierte que si no se adoptan medidas urgentes para combatir la pérdida de productividad de las tierras áridas, hacia 2020 unos 135 millones de personas podrían correr riesgo de desarraigo en todo el mundo.
(16/06/06 – CyTA – Instituto Leloir. Por Florencia Mangiapane) – Esta vez, el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación pone en escena la gravedad del tema por partida doble, porque llega en el Año Internacional de los Desiertos y la Desertificación. Además, coincide con el décimo aniversario de la entrada en vigencia de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación.
Según un comunicado de prensa difundido este miércoles por las Naciones Unidas, la quinta parte de la población mundial se encuentra amenazada por la desertificación. “El fenómeno cuesta a la economía 42 mil millones de dólares al año, pero el costo humano es incalculable”, señala el comunicado.
Con motivo de la fecha, el secretario general del organismo, Kofi Annan, dirigió un mensaje alertando sobre las consecuencias sociales del problema: “La desertificación es una de las causas de la migración forzosa desde zonas rurales empobrecidas a ciudades que no están en condiciones de acoger a los recién llegados. Si no se adoptan medidas, en 2020 unos 135 millones de personas podrían correr riesgo de desarraigo en todo el mundo”, expresó el funcionario.
Viejo problema, nuevos desafíos
La desertificación es un viejo problema en la historia de la humanidad. De hecho, aceleró el declive de antiguas civilizaciones, como los imperios de Sumeria y Babilonia, que sufrieron un duro revés cuando se destruyó su productividad agrícola, debido en parte a las prácticas inadecuadas de drenaje que generaron concentraciones excesivas de sal en los suelos.
Pero aunque la experiencia de la desertificación no es nueva, la toma de conciencia de que es un problema de enormes consecuencias ambientales sí lo es. “El reconocimiento mundial de la desertificación como problema ambiental transnacional no se produjo sino hasta 1968, cuando una sequía grave golpeó al Sahel, una región del oeste de África, ubicada sobre el margen sur del Sahara”, comenta el sito web de Naciones Unidas.
Durante seis años, los países de esta región (Mauritania, Senegal, Mali, Burkina Faso, Niger y Chad) quedaron sumidos en la hambruna: los lagos se redujeron, los ríos dejaron de fluir, los pozos se secaron, la vegetación quedó desnuda y los animales murieron de hambre. Hacia 1974, cuando volvieron las lluvias, la sequía, la hambruna y las enfermedades habían acabado con la vida de unas 250 mil personas y de millones de animales domésticos.
Sí a los desiertos, no a la desertificación
El lema de la conmemoración de este año apunta a distinguir dos nociones diferentes: los desiertos, como ecosistemas únicos, y la desertificación, entendida como la pérdida de la productividad biológica de las tierras áridas, semiáridas y subhúmedas secas.
Al contrario de lo que muchos piensan, la desertificación no es el avance de los desiertos (regiones hiperáridas), sino un proceso de degradación de los suelos que afecta zonas menos áridas, pobladas, con desarrollo agrícola y ganadero, que dejan atrás su condición de tierras fértiles, con devastadoras consecuencias.
En los últimos años, más de tres de los cinco mil millones de hectáreas de tierras áridas utilizadas para la agricultura en todo el mundo han sufrido la erosión y la degradación del suelo. La desertificación suele ser producto de un pobre manejo de la tierra: cultivo y pastoreo en exceso, prácticas de irrigación inadecuadas, tala indiscriminada de árboles e incendios forestales.
Por otra parte, los desiertos son maravillosos ecosistemas, de fauna muy diversa, una suerte de museos que exponen al aire libre las riquezas de algunas de las civilizaciones más antiguas del mundo. El Sahara, el desierto más grande del mundo, cubre más de un tercio del continente africano y tiene más o menos la misma superficie que los Estados Unidos.
Un informe del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP, por sus siglas en inglés) publicado el 5 de junio pasado llegó a la conclusión de que los desiertos pueden ser valiosas fuentes de energía limpia, nuevas drogas y nuevos cultivos, si reciben un adecuado tratamiento.
“A pesar de que los desiertos pueden convertirse en zonas desfavorables para el desarrollo de la vida, por el cambio climático y el uso indiscriminado del agua, pueden presentar nuevas oportunidades económicas: la captación de energía solar, las piscifactorías, la investigación del potencial medicinal de las plantas, entre otras”, explica el sitio especializado en ciencia y tecnología SciDev.net, analizando el informe del UNEP.
A una década de la Convención
La conmemoración de este año tiene entonces dos propósitos: celebrar la riqueza y la diversidad cultural de los desiertos, merecedores de protección, y destacar la necesidad de combatir la desertificación como una amenaza para el desarrollo sustentable global.
Además, este año se cumple la primera década desde que fue ratificada la Convención de las Naciones Unidas para Combatir la Desertificación, un tratado internacional vinculante al que adhirieron 191 países. La Convención ofrece una definición común del problema, y establece los principios, objetivos y estrategias necesarios para ejecutar de modo coordinado un plan de acción.
Bajo este tratado, cada país afectado por la desertificación se compromete a implementar hasta las últimas consecuencias su propio Programa de Acción Nacional (ver Un límite a la desertificación). Por su parte, los países que no corren riesgo asumen el compromiso de poner a disposición de las naciones afectadas recursos financieros y técnicos que puedan ayudar a aliviar el problema.
Según el UNEP, en la actualidad está afectada cerca del 30 por ciento de la superficie terrestre mundial. El problema es grave: la fertilidad de las tierras áridas se está perdiendo 16 veces más rápido de lo que se puede recuperar, aunque la velocidad del daño varía según las regiones. África se ve particularmente afectada, porque alrededor del 66 por ciento de sus tierras son áridas o hiperáridas.
Desertificación y pobreza: la ecuación fatal
Según las Naciones Unidas, “la desertificación es el cambio ecológico con mayor probabilidades de impactar sobre las condiciones de vida de los pobres”.
En la actualidad, unos 1.200 millones de personas ?uno de cada cinco habitantes del mundo? viven en condiciones de pobreza extrema. Las dos terceras partes de estas personas residen en zonas rurales, y la mayoría de ellas depende de la agricultura para subsistir.
“Combatir la desertificación puede ayudar sobremanera a reducir la pobreza en todo el mundo, y sería clave para alcanzar las metas de desarrollo fijadas por Naciones Unidas para el Milenio”, destaca el comunicado del organismo, que estima que cada dólar invertido para combatir la degradación del suelo y la desertificación puede redundar en tres de beneficios económicos, y revertir así el círculo vicioso.
Más información: http://www.unccd.int (United Nations Convention to Combat Desertification)
http://www.un.org/spanish/aboutun/sg/mensajes/Desertificacion2006.htm (mensaje de Kofi Annan)
http://www.scidev.net (ver Dossier sobre Desertificación)