Un estudio epidemiológico realizado en la Argentina sobre una población de trabajadoras sexuales revela que las personas con SIDA deben prevenir las reinfecciones, ya que la combinación de distintas variantes del VIH podría acelerar el progreso de la enfermedad.
(26-11-07 /Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Verónica Engler) – Ante la falta de estudios epidemiológicos sobre la propagación del Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) en Argentina, el Centro Nacional de Referencia para el SIDA (CNRS) de la Facultad de Medicina, de la Universidad de Buenos Aires, comenzó a trabajar en 2000 con distintos grupos de riesgo, a fin de tener una primera aproximación al tema.
En el caso de las trabajadoras sexuales se encontró que la prevalencia de VIH es de 3,2 por ciento, un porcentaje significativamente más alto que el hallado en personas de la población general que asisten a bancos de sangre, que es de 0,25 por ciento. Claro que estas cifras son sólo para Argentina. En algunos países de América Latina el contagio en este grupo no llega al 1 por ciento, pero en África hay regiones –como Kenia, Costa de Marfil y Etiopía– en donde la infección llega hasta un 80 por ciento en esta población.
Un estudio publicado recientemente en la revista “Retrovirology” da cuenta de la alta variabilidad genética del VIH que se está propagando en la Argentina entre trabajadoras sexuales, grupo considerado de alto riesgo junto al de hombres que tienen relaciones sexuales con hombres y el de usuarios de drogas inyectables.
“El principal objetivo de este estudio retrospectivo era describir la diversidad genética y el perfil de resistencia antiretroviral de cepas de VIH-1 (el más difundido a nivel mundial) entre las trabajadoras sexuales de Argentina, quienes representan un grupo importante que puede servir como enlace de transmisiones subsecuentes a la población heterosexual en general”, cuenta María Pando, una de las responsables de la investigación e integrante del CNRS.
El VIH es un organismo versátil, con alta capacidad de variabilidad genética, capaz de replicarse bajo formas disímiles. Existen tres grandes grupos que integran el tipo 1: los denominados “M”, “N” y “O”. “El grupo “M” es el que mayor distribución mundial tiene –señala Pando–. Dentro de este grupo se describen nueve subtipos (los A, B, C, D, F, G, H, J y K) y treinta y cuatro formas recombinantes circulantes, con distinta distribución geográfica”.
Todas estas letras, y sus posibles agregaciones, integran una nomenclatura que sirve para identificar la estructura cambiante del virus. Una de las particularidades del genoma del VIH es que tiene la capacidad de recombinar sus partes durante la replicación, lo que genera una gran variedad de cepas provenientes de diferentes subtipos.
Argentina tiene dos epidemias predominantes: el subtipo B entre hombres que tienen sexo con hombres y el subtipo BF entre población heterosexual y usuarios de drogas inyectables.
Aunque hay ciertos patrones que responden a la distribución geográfica, la investigadora reconoce que la tendencia es que los subtipos cada vez se mezclen más debido a las migraciones que se dan, cada vez con más frecuencia, a nivel global. “Es lógico pensar que con el tiempo y el movimiento de las personas, se describan nuevos subtipos en el país”, conjetura la bióloga.
En esta investigación –realizada en conjunto con científicos de Estados Unidos–, se reporta por primera vez en el país la existencia de un contagio dual, con los subtipos B y BF, en una mujer heterosexual no consumidora de drogas inyectables.
“Los fenómenos de coinfección, es decir, la infección con dos variantes distintas de VIH, podrían asociarse con una peor evolución en los pacientes. Por otro lado, a nivel epidemiológico, nos estaría indicando que los eventos de reinfección no son infrecuentes en nuestra población”, sintetiza Pando. Por eso, se recomienda que las personas ya infectadas se cuiden de no reinfectarse, ya que la combinación de cepas víricas podría acelerar el progreso de la enfermedad.