A principios de abril volverá a recorrer el norte argentino el tren ALMA, un hospital pediátrico rodante modelo que lleva atendidos más de 75.000 chicos pobres en casi tres décadas de trabajo voluntario. Este año amplían el servicio odontológico para hacer frente a las graves patologías bucales que afectan a los chicos. También convocan a pediatras y odontólogos a sumarse a los viajes solidarios.
(16/02/07 – Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Florencia Mangiapane) – Cuando comience el ciclo lectivo en las provincias del norte, chicos, padres y maestros de las zonas más postergadas del país esperarán ansiosos que vuelva el “trencito” de la Fundación ALMA, una organización del tercer sector que lleva desde 1980 atención médica y educación sanitaria gratuitas a localidades sin servicios pediátricos permanentes.
“Vamos a pueblos de menos de 2.000 habitantes. Muchos no pasan de los 600 ó 700 pobladores. Hay una calle larga al costado de la estación, dos que la cortan y se acabó. En la mayoría de los casos, el tren es el único contacto que tienen con pediatras y aparatología”, explicó el presidente de la Fundación, Oscar Algranti en diálogo con Agencia CyTA.
A lo largo de 2006, el equipo de salud del hospital ambulante –formado por tres vagones de trocha angosta que circulan por las vías del Ferrocarril Belgrano Cargas enganchados de trenes cargueros- atendió a más de 2.300 chicos de entre 6 y 12 años en seis viajes que partieron de Retiro y llegaron a localidades de las provincias de Salta, Jujuy, Tucumán, Santiago del Estero, Santa Fe y Chaco.
En el último recorrido –el número 154 de su historia- los pediatras, odontólogos, enfermeros, técnicos y el asistente social que viajan a bordo del tren-hospital visitaron las localidades de Venados Grandes y Chorotis, en el norte de Chaco, y Santa Margarita, al sur de Santa Fe.
“Observamos problemas odontológicos serios debidos al consumo de agua de pozo y a que muchos chicos se alimentan de caña de azúcar e ingieren principalmente hidratos de carbono”, contó a Agencia CyTA el médico pediatra Antonio Infantino, coordinador del viaje, que se realizó en noviembre de 2006.
“También encontramos numerosos casos de parasitosis, trastornos broncopulmonares y mal de Chagas –agregó Infantino, médico del Hospital Evita Pueblo de Berazategui y ex director del Hospital Materno Infantil Ana Goitía de Avellaneda-. Hasta diagnosticamos cinco casos de hepatitis en Chorotis. Pero lo más importante es la patología social: los hogares destruidos, las familias disgregadas. Yo hablaría de una suerte de autismo social. Estremecen los pueblos sin iglesia, sin plaza pública, ni clubes de barrio.”
Un hospital modelo sobre rieles
El tren-hospital pediátrico traslada a unas 15 personas y está compuesto por tres vagones de 40 metros de largo, totalmente equipados para la atención sanitaria. El primero cuenta con dos consultorios médicos, un quirófano para cirugías menores, un consultorio odontológico, laboratorio, sala de rayos y de asistencia social. En el segundo vagón están los camarotes y comedores para el plantel de médicos y profesionales voluntarios, que se renueva viaje tras viaje. Una cocinera, una mucama de hospital y dos mecánicos viajan en el tercero. Este vagón no sólo dispone de cocina, despensa y camarotes para el personal de mantenimiento, sino que también lleva una sala de máquinas con dos motores diesel para la provisión de electricidad.
“El tren para en las vías secundarias de las estaciones, donde no hay agua ni luz eléctrica. Entonces llevamos equipos electrógenos o generadores que proveen electricidad, agua y aire a presión, y permiten que los equipos de odontología y de rayos, por ejemplo, puedan funcionar”, comenta Algranti.
Cada chico que sube al tren es entrevistado por un trabajador social y se le confecciona una historia clínica única. Lo atienden un enfermero, un pediatra y un odontólogo, se le hacen análisis de rutina y las radiografías que sean necesarias, y se le da la medicación para que siga el tratamiento que corresponda aplicar.
“El tren se va haciendo cada vez más conocido. Ahora nos convocó una cátedra de Infectología del Hospital Muñiz con la idea de que podamos aplicar también un método rápido de diagnóstico de HIV, y hacer rotaciones con residentes de Pediatría”, comentó Infantino.
Urgente: la salud de los dientes
Desde la Fundación ALMA ya informaron que este año el tren se pondrá en marcha nuevamente a principios de abril, con renovados recursos para el problema al que ningún chico que pasa por el tren escapa: la salud bucal.
Algranti grafica el estado de situación: “El 100% de los chicos que atendemos tiene problemas odontológicos serios o muy serios; muelas podridas, pérdida de piezas e infecciones en la boca, lo que les trae gravísimos inconvenientes, porque están permanentemente con los glóbulos blancos altos y tienen dificultades para comer”.
A partir de este año, gracias a una donación privada, el consultorio odontológico del tren-hospital tendrá dos sillones y un equipo que duplicará el servicio ofrecido en temporadas pasadas.
“Los chicos tienen escasa noción de la importancia del hábito de la higiene dental debido a la falta de información y la carencia de elementos. Por eso, aparte de la atención odontológica dentro del tren, se implementa en cada viaje el Programa ‘Cepilleros’, que incluye charlas educativas en las escuelas –para enseñar las técnicas de cuidado bucal- y la entrega a cada uno de los chicos de cepillos y pasta dental”, explicaron en la Fundación.
Voluntarios y donaciones
Consultado sobre la experiencia que significa para un profesional realizar este tipo de viajes, el presidente de la Fundación aclara que habría dos grandes clases de voluntarios: los jóvenes, recién egresados de la Facultad, de espíritu idealista y aventurero, que vuelven “queriendo patear escritorios” al toparse con una realidad tan dura, y los más grandes, que están por retirarse tras una carrera profesional exitosa y viajan para devolver a la sociedad algo de lo que les permitió alcanzar, aunque tampoco dejan de conmoverse.
“Yo tengo 65 años. Puedo darme el lujo de no trabajar 15 días, y vivir una experiencia tan linda como ésta. Parece un ‘reality tren’, porque convivimos día y noche 15 personas durante 15 días”, comenta Infantino, coordinador del último viaje, y agrega: “Lo que más me conmovió fue un caso de hepatitis que requirió trasplante en el hospital Italiano de Buenos Aires. Se hubiera evitado con la vacuna, que cuesta 70 pesos”.
Para 2007, en conjunto con la Red Solidaria, la Fundación ALMA convoca a médicos pediatras y odontólogos para sumarse a los viajes solidarios, que se desarrollarán entre abril y noviembre, en coincidencia con el ciclo lectivo, para facilitar el acceso de los chicos a la prestación.
Los viajes son posibles gracias a donaciones privadas que recibe la Fundación de personas y otras fundaciones solidarias. Cada viaje representa una erogación de aproximadamente 8.000 pesos, la mayor parte de los cuales se gastan en medicamentos, insumos de odontología y alimentos para el personal.
“Tenemos que dejar medicamentos para todo el tratamiento de los pacientes. En los últimos años, por el agravamiento de la pobreza, también empezamos a llevar ropa, y todo el calzado que podemos. Al público le decimos que más que guardapolvos, se necesitan zapatos para chicos de entre 6 y 14 años”, señala Algranti.
Se pueden acercar las donaciones a la estación Retiro cada vez que sale el tren, o a la sede que tiene la Fundación en Buenos Aires, un pequeño departamento que les legó una mujer al morir. La información al respecto se puede obtener llamando al 4963-8394 o visitando la página web, www.fundacionalma.org.ar.