La epidemia en Argentina ya no tiene como sus principales víctimas a los hombres homosexuales y los consumidores de drogas. Según un informe especial divulgado por la revista Science, el HIV en nuestro país afecta cada vez más a las mujeres de los estratos pobres. Investigadores locales reclaman que el Gobierno invierta más dinero en controlar la eficacia de los tratamientos farmacológicos.
(1-08-06 – Agencia CyTA – Instituto Leloir. Por Florencia Mangiapane)– En un informe especial sobre la Argentina, el periodista científico y especialista en sida Jon Cohen, de la reconocida revista Science, cuenta la historia de Stella Maris Todaro, el prototipo actual de la persona infectada de HIV en el país. Stella Maris, de 52, vive en una villa miseria. Hace 15 años empezó a hacer promoción para la salud en su comunidad, preocupada porque sus dos hijos se inyectaban cocaína. Los chicos se infectaron por compartir jeringas y murieron de sida. Una pareja ocasional de Stella, que también se inyectaba, terminó contagiándola a ella.
Según constató el periodista de Science en su paso por el Cono Sur, en la última década el curso de la epidemia cambió drásticamente. Los consumidores que se inyectaban murieron de sida o dejaron de inyectarse porque empezaron a fumar la pasta base de la cocaína, conocida como “paco”, que es mucho más barata.
“El patrón de consumo de drogas cambió mucho en la Argentina, producto de la crisis de 2001. Ahora, la tasa de infectados está prácticamente equiparada entre hombres y mujeres. Se observa una fuerte heterosexualización de la epidemia”, contó a Science el doctor Claudio Bloch, titular del programa de HIV/sida del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Hasta diciembre de 2005, había 130.000 infectados de HIV en el país, cifra equivalente al 0,6% de los adultos. Según estimaciones del Ministerio de Salud correspondientes a 2004, el 50,7% de los infectados contrajeron el virus a través de relaciones heterosexuales, mientras que sólo el 18% se infectó por sexo homosexual, y menos del 17% por uso de drogas inyectables. En Buenos Aires, apenas el 5% de las nuevas infecciones registradas entre 2003 y 2005 se debieron a esta última causa.
Jon Cohen destaca que la Argentina fue uno de los primeros países de América Latina que ofrecieron fármacos antirretrovirales para aquellos que los precisaban, pero que el hecho no recibió el mismo reconocimiento mundial que se le dio a Brasil por lograr un compromiso parecido. Pedro Cahn, investigador a cargo de la Fundación Huésped y Jefe de Enfermedades Infecciosas del Hospital Fernández de Buenos Aires, destacó, sin embargo, que Brasil tiene un programa nacional más coherente en muchos sentidos.
Los hijos de Stella Maris se enfermaron antes de que salieran al mercado los potentes cócteles contra el HIV. Pero ella tuvo mejor suerte: hoy el virus no se le detecta en sangre y su sistema inmune está fortalecido. En el país, unos 30.000 infectados reciben tratamiento. Según el Gobierno, los cócteles llegan a todos los enfermos avanzados. La transmisión madre-hijo, que se puede prevenir con fármacos, descendió al 3%, nivel comparable al de la ciudad de París.
Sin embargo, una crítica común atraviesa a investigadores y pacientes. El programa del Gobierno tiene sus falencias si se lo compara con los planes de países desarrollados: los hospitales no dan abasto con la atención y las farmacias muchas veces se quedan sin drogas.
“Ese es uno de los principales dilemas de la Argentina —reflexiona Cohen—. El país siempre se vio a sí mismo como el más europeo de América Latina, pero muchas veces, en especial después de la crisis, se vuelve evidente que tiene expectativas comparables a los de las naciones ricas y limitaciones propias de las naciones pobres.”
En la misma línea, el médico e investigador Calos Zala, del Hospital Fernández, manifestó que es típico de Argentina que se realice una buena acción, pero que nadie la esté controlando. No sólo es difícil para mucha gente saber cómo está su sistema inmune o qué niveles de HIV tiene en sangre. Tampoco se pone suficiente énfasis en estudiar la resistencia a las drogas y los problemas de salud que acarrean. “Combatir el HIV implica mucho más que proveer de drogas antirretrovirales a los infectados. Damos medicación, pero nadie controla si es eficaz”, advirtió.
Además de visitar la Argentina, el periodista de Science recorrió Haití, República Dominicana, Puerto Rico, México, Guatemala, Honduras, Belice, Brasil y Perú durante nueve meses para analizar el estado de situación de la enfermedad en los distintos países. En América Latina y el Caribe, hay dos millones de infectados de HIV, cifra que ascendería a tres millones y medio en 2015, según proyecciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de ONUSIDA.
Si bien parte de la suba prevista se explica porque los cócteles están aumentando la expectativa de vida de los infectados, ningún país de la región, a excepción de Haití, sufrió un descenso marcado de la prevalencia de HIV. En la actualidad, en estos países el sida se cobra 90.000 vidas por año y se prevé que un millón y medio haya muerto a causa de la enfermedad de aquí a diez años. Los datos serán seguramente un tema excluyente en la próxima Conferencia Internacional del Sida, que tendrá lugar entre el 13 y el 18 de agosto en Toronto, Canadá.