Patagonia, Tierra del Fuego y la Península Antártica son zonas particularmente vulnerables al cambio climático debido a su posición latitudinal en el hemisferio sur, donde se produce una acelerada reducción de los glaciares. Upsala, el glaciar más grande de la Argentina continental, sufrió en su frente una reducción de 8 km en las últimas décadas.
(21/3/07 – Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Bruno Geller) – El aumento de la temperatura media anual o estacional, el aumento o la disminución regional de las precipitaciones y el aumento en la frecuencia de eventos meteorológicos extremos son algunas de las tantas variaciones que se producen a causa del cambio climático.
Si bien el cambio climático se produce a nivel global, se registran variaciones a nivel regional. Patagonia, Tierra del Fuego y la Península Antártica “se caracterizan por su alta vulnerabilidad, derivada de su posición latitudinal en el hemisferio sur, sus climas extremos y de alta variabilidad intrínseca, y su ubicación geográfica con respecto a los océanos meridionales y la Corriente Circumpolar Antártica”, la mayor corriente oceánica del mundo, afirma el doctor Jorge Rabassa, Doctor en Ciencias Naturales (Geología) y Profesor Titular Regular de la Universidad Nacional de la Patagonia-San Juan Bosco, sede Ushuaia.
Rabassa, autor del artículo El impacto del cambio climatológico en los glaciares patagónicos y fueguinos, publicado en el número de febrero/marzo de la revista Ciencia Hoy, señala que los impactos tanto benéficos como perjudiciales, del cambio climático global (CCG) en Patagonia, Tierra del Fuego y la Península Antártica se han manifestado con mayor intensidad a partir de 1978, y en particular, en la última década del siglo XX.
“Entre los impactos benéficos del CCG puede argumentarse el desplazamiento hacia climas más benignos en toda esta región y la ampliación de la frontera agrícola desde las pampas hacia el suroeste”, menciona Rabassa, también investigador del CONICET en el Centro Austral de Investigaciones Científicas (CADIC).
Lamentablemente, según Rabassa los impactos negativos son mucho más claros y frecuentes “tales como la pérdida de biodiversidad y de masa forestal en el ecotono (zona de transición natural entre dos ecosistemas) bosque-estepa, la mayor frecuencia de eventos hidrológicos extremos tales como inundaciones y sequías, la desaparición del permafrost (capa de hielo permanentemente congelada en los niveles superficiales del suelo de las regiones muy frías) sobre la línea del bosque, el ascenso del nivel del mar e incremento de eventos erosivos costeros, el ascenso de la línea de nieve climática y el retroceso de los glaciares y desaparición de los neveros, entre muchos otros”.
Explica el experto que el aumento de la temperatura media anual, y en especial, la temperatura media del verano, ha provocado una recesión generalizada de los glaciares patagónicos y fueguinos.
Un caso excepcional
El famoso Glaciar Perito Moreno del Parque Nacional Glaciares, en la provincia de Santa Cruz, es un caso muy particular, pues continúa avanzando activamente año tras año, bloqueando el Brazo Rico del Lago Argentino, generando un muro de hielo que luego colapsa cuando la presión de agua acumulada en el sector sur del muro excede la resistencia del hielo glaciario.
“Cuando el muro finalmente cede, lo cual no sucede todos los años, se produce un evento impactante, muy apreciado por los turistas y naturalistas de todo el mundo que acuden al lugar en gran número para presenciarlo” comenta Rabassa.
Este comportamiento anómalo se debe, probablemente no a factores climáticos, sino a circunstancias internas, de índole glaciológica, o bien a eventos sísmicos de pequeña magnitud y de tipo recurrente, o ambas causas, cuyos efectos son suficientemente grandes como para producir el deslizamiento parcial de la masa de hielo.
Glaciares en retroceso
El Glaciar Upsala, el más grande de la Argentina continental y uno de los mayores de América del Sur y del hemisferio sur, fuera de la Antártida, está sufriendo una clara y dramática recesión, tanto en su frente como en su espesor. “La recesión de su frente ha alcanzado a 8 km, solamente en las últimas décadas”, asegura Rabassa.
Un destino similar está afectando a la mayoría de los pequeños glaciares de montaña y las lenguas de descarga que emergen de los mantos de hielo supérstites de Patagonia y Tierra del Fuego, tales como el Manto de Hielo Patagónico Norte en Chile, el Manto de Hielo Patagónico Sur de Argentina y Chile, el Manto de Hielo de la Cordillera Darwin y otros casquetes de hielo menores en el Archipiélago Magallánico en Chile.
En el sector argentino de la Isla Grande de Tierra del Fuego, los glaciares de tipo alpino de los Andes Fueguinos están en un abrupto y violento retroceso.
“Muy probablemente, entre los años 2020-2030, la mayoría de estos cuerpos de hielo se habrá desvanecido, generando una pérdida invalorable desde el punto de vista del medio ambiente, el aporte de dicha fusión a la hidrología, los recursos hídricos acumulados en las cumbres, los humedales alpinos, y los recursos escénicos y turísticos, así como en términos de patrimonio natural y cultural”, subraya Rabassa.
Según el investigador, la pérdida de los glaciares patagónicos, que probablemente han existido los últimos 100.000 años en forma continua y han sido seriamente afectados por la actividad humana en los últimos 200 años, provocará daños incalculables a la actividad turística, hoy en parte dependiente de su existencia y preservación.
En otras regiones de la Argentina, tales como Cuyo, y otras partes del mundo, los glaciares participan además intensamente con su aporte de deshielo en procesos de irrigación agrícola o proveen agua potable para áreas habitadas.
“Los glaciares del Parque Nacional Glaciares han sido considerados Patrimonio de la Humanidad por UNESCO, la misma humanidad que los ha condenado en tan breve plazo”, concluye Rabassa.
Más información: http://www.cienciahoy.org.ar/hoy97/impacto.htm