Una investigación sobre el maltrato infantil, intrafamiliar y entre compañeros de escuela detectó más casos que otra similar realizada hace diez años entre alumnos de escuelas porteñas. El diagnóstico epidemiológico se llevó a cabo en escuelas de nivel inicial, primario y especial, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
(16/02/07 – Agencia CyTA – Instituto Leloir. Por Bruno Geller) – Una investigación realizada entre los años 2004 y 2005 en escuelas de nivel Inicial, Primaria y Especiales, dependientes de la Secretaría de Educación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (GCBA), detectó más casos de maltrato infantil que una investigación similar llevada a cabo diez años atrás.
El relevamiento, dirigido por la doctora María Inés Bringiotti, Directora del Programa de Investigación en Infancia Maltratada de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, registró un total de 1927 casos, 265 en el nivel inicial, 1325 en el primario y 337 en las especiales, mientras que en 1995 habían detectado 1473 casos, 126 en el nivel inicial, 1039 en el primario y 308 en especiales.
“Los datos que surgen al contrastar los estudios epidemiológicos del año 1995 y del año 2005 indican que hubo un incremento de casos de maltrato detectados de un 110 por ciento en el nivel inicial, de un 18 por ciento en el nivel primario y un 6 por ciento para las escuelas especiales, puntualiza Bringiotti quien también es docente de la Carrera de Especialización en Violencia Familiar en la Facultad de Psicología de la UBA e integrante de la Asociación Argentina para la Prevención del Maltrato Infantojuvenil (ASAPMI).
La investigación, subsidiada por la UBA, contó con el apoyo de la Secretaría de Educación del GCBA, y obtuvo la información a partir de los maestros. “Para obtener esa información y asegurar la confiabilidad de las respuestas, se aplicó una cartilla que, en forma anónima y previa capacitación, respondían los docentes”, explica Bringiotti y agrega: “Nos propusimos investigar la ocurrencia de diversas formas de maltrato que sufren los niños en la familia y también nos centramos en la violencia entre pares o acoso escolar, fenómeno que se conoce como bullying”.
Bringiotti y un equipo de investigación abarcaron una muestra aleatoria que cubrió el 38 por ciento de los 21 distritos escolares que funcionan en Capital Federal. Para tal fin, se sortearon por azar 8 distritos, de modo tal que todos los distritos tenían la misma oportunidad de entrar en la muestra.
En cada uno de esos distritos, se sortearon e investigaron cuatro escuelas de nivel inicial y cuatro de nivel primario, es decir, un total de 64 instituciones, de las cuales 60 accedieron a participar: 27 jardines y 33 escuelas primarias. Para las escuelas especiales, cuyo número es mucho menor -son 44 para todos los tipos de discapacidades- se mantuvo la muestra del relevamiento anterior de 13 escuelas, 30 por ciento del total.
“Analizamos 60 escuelas de un total aproximado de mil establecimientos de nivel inicial y primario que existen en Capital Federal. Las secciones y grados relevados cubren una matrícula de 42 mil alumnos aproximadamente, sobre los cuales respondieron docentes que cubren una matrícula de 32 mil alumnos, es decir, sobre el 76 por ciento de la muestra”, destaca Bringiotti.
“Comparando ambos relevamientos, el de 1994/5 y el de 2004/5, observamos que la cantidad de casos detectados aumentó”, señala la doctora Bringiotti.
Según el informe, la detección de más casos en el relevamiento realizado entre el 2004 y el 2005 en comparación con el que se hizo entre 1994 y 1996 no implica sólo un aumento de casos de maltrato infantil y violencia entre pares, sino también que se produjo una mayor toma de conciencia del problema por parte de los profesores, lo que les permite detectar más casos.
El último estudio arrojó que el 5 por ciento de los niños de la muestra, sufría algún tipo de maltrato. “Hay que tener en cuenta que suele informarse de menos casos que los realmente detectados porque los docentes no saben exactamente cómo identificarlos o en algunas ocasiones no quieren comprometer a la escuela o a ellos mismo en largos y tediosos trámites judiciales, o porque están agotados por las múltiples tareas o desanimados porque piensan que no servirá de nada. Sin embargo, la investigación que llevamos a cabo arroja una cifra de casos de maltrato que es preocupante”.
La especialista destaca que si la investigación se hubiese apoyado en los relatos de los propios niños, probablemente el número de casos detectados de maltrato intrafamiliar y entre pares habría sido mayor, como lo muestran otras investigaciones realizadas en diferentes contextos.
Tipos de maltrato
Bringiotti y su equipo de investigación investigaron las variadas formas de violencia que sufren los niños.
De los casos de maltrato detectados para los niveles inicial y primario, un 36 por ciento sufría violencia por parte de sus compañeros. Además, un 14 por ciento padecía de abandono físico familiar, situaciones en que se ve que los niños están sucios, su alimentación y su vestimenta son insuficientes e inadecuados y tienen problemas físicos o necesidades médicas no atendidas, entre otros problemas”, puntualiza Bringiotti. La experta indica que en estos casos, los docentes observan inasistencias repetidas e injustificadas de los niños y aclara que cuando hay buena relación intrafamiliar y el descuido se debe a la coyuntura social y económica, se trataría de abandono físico social. En esta última categoría se incluyó al 7 por ciento de los casos de maltrato detectados.
Por su parte, un 11 por ciento de los niños sufría abandono emocional, un 8 por ciento falta de control parental o negligencia, un 5 por ciento maltrato emocional y un 2 por ciento abuso sexual. En el caso de las escuelas especiales, el 37 por ciento sufría maltrato emocional, 32 por ciento abandono físico; 15 por ciento maltrato físico; falta de control parental o negligencia el 7 por ciento, y abuso sexual el 6 por ciento. “Como vemos situaciones que se ven agravadas en su impacto por las características de esos niños”, enfatiza la experta.
Con relación al abuso sexual, Bringiotti dice que “este tipo de violencia es habitualmente ocultada como de índole privado, pese a que la asistencia en los servicios de atención ha aumentado notablemente en los últimos años.
Otros tipos de violencia ejercida contra los niños y que fueron analizadas en el estudio son la mendicidad, que ocurre cuando los niños son enviados a andar por la calle pidiendo dinero, comida, u otro tipo de ayuda; el trabajo del menor, que se refiere a cuando son obligados a trabajar, por una remuneración o en tareas domésticas que exceden su capacidad y que deberían ser realizadas por los padres.
Bringiotti aclara que “se debe discriminar cuando la mendicidad y el trabajo son prácticas comunes y habituales de la familia, por incapacidades parentales, de esas mismas prácticas originadas por las crisis de los últimos años en nuestro país, que colocaron a las familias bajo la línea de pobreza e indigencia. En estos casos sería más adecuado nombrarlas como forma de malos tratos sociales, ya que hay ausencia del Estado para paliar estas situaciones.
El estudio incluyó también la corrupción. “Este último tipo de violencia se refiere a cuando los padres o responsables transmiten o refuerzan pautas de conducta antisociales o desviadas, como premiar al niño por robar; alentar el consumo de cigarrillo, drogas o alcohol, iniciar al menor en contactos sexuales o prostitución, o instigar a respuestas violentas frente a los conflictos, impidiendo la normal integración del niño”, afirma Bringiotti.
La influencia social
De acuerdo con la especialista, la implementación del modelo neoliberal, con sus políticas de ajuste, el aumento de la desigualdad social, la brecha cada vez mayor entre chicos ricos y pobres y sus posibilidades de cara al futuro constituye un contexto que limita “a las familias en su función de cuidado y protección de los hijos”. Sin embargo –aclara- las crisis sociales por sí solas no producen el maltrato si no hay aspectos que lo favorezcan derivados de las experiencias de vida de cada padre o madre: cómo fue criado, qué modelos tuvo, si fue respetado, amado y protegido o si por el contrario fue víctima de violencia o negligencia en su familia de origen.
La ley de Violencia Familiar 24417, artículo 2, habla de la obligatoriedad de la denuncia por parte de los docentes, médicos, profesionales que están en contacto con niños y que sospechan u observan que son maltratados o abusados.
Según varios especialistas, el gran inconveniente de esa ley es que no establece medidas de prevención de la violencia familiar y, por ende, del maltrato infantil. Más bien se refiere a medidas que se deben tomar una vez sucedido el hecho. Estos expertos proponen una ley que establezca programas de prevención a nivel nacional.
Lamentablemente, los lugares de atención y derivación de los niños maltratados no son suficientes para enfrentar el problema del maltrato infantil. En muchos casos, los docentes no encuentran una respuesta adecuada en las defensorías de los niños y adolescentes a donde deben dirigirse, a veces el “malestar docente”, el desgaste o burnout, influyen en el abordaje adecuado de estos casos; en otros, falla la necesaria articulación entre educación, salud y justicia. “Frente a la ocurrencia de casos y su detección fallan las políticas sociales”, asegura la experta.
Es fundamental atender en forma urgente los casos detectados pero también implementar acciones de prevención, como única manera de lograr que el número de niños en esta situación disminuya.
“En los años 2003/06 desde nuestro equipo hemos desarrollado una serie de instrumentos de detección y diagnóstico institucional del problema, y los hemos aplicado en un par de escuelas con éxito. La propuesta es explícita, sólo se pueden abordar las `múltiples violencias` en la escuela con un trabajo continuo que involucre a padres, alumnos, docentes y personal de conducción en actividades en común y talleres de reflexión y capacitación de cada grupo por separado”, explica Bringiotti.
“Las consecuencias de una infancia maltratada exceden el sufrimiento de esos niños y suelen extenderse a las familias que ellos generen en el futuro y a toda la sociedad donde se desenvolverán con sus carencias y limitaciones”, concluye María Inés Bringiotti.