Un grupo de científicos de la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE) estudió cómo inhibir la acción tóxica del veneno de la \”Yarará Chica\” mediante extractos de plantas de la región. Para ello, se utilizó bibliografía de la época colonial sobre plantas utilizadas por pobladores indígenas para contrarrestar la acción nociva de las mordeduras de víboras.
(09/10/07 – Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por José Goretta – UNNE) – Según los primeros resultados de un estudio realizado por investigadores de la UNNE, se encontró que los extractos de determinadas plantas del Noreste argentino, incluidos en escritos históricos, inhiben parte de los efectos del veneno de la Yarará chica. Lo que siguen son las pruebas en animales.\”Se trata de un avance importante, teniendo en cuenta su posible aplicación en la terapia antiofídica\” expresó el profesor Armando Ricciardi, coordinador de la investigación.
Raíces de una planta
La región nordeste alberga tres especies de víboras venenosas: la víbora de cascabel, única en el país; las corales, que por su naturaleza no agresiva, hábito de vida oculta y por la pequeñez de su boca difícilmente puedan ocasionar un accidente ofídico; y las yararaes. Entre estas últimas, la yarará grande es la que más abunda en la región, y la yarará chica la que posee el veneno más tóxico, siendo responsable del 80% de los accidentes en el país.
La zona misionera alberga otras especies venenosas que forman parte de la herpetofauna brasilera. La provincia de Corrientes tiene la particularidad de que la mayor parte de los casos se producen por ataques de \”yarará grande\”.
En los últimos años se comprobó, tanto in vitro como in vivo, que se logra la inhibición o la neutralización de venenos de víboras mediante el uso de las cabenegrinas, un preparado fitoterapéutico antiofídico del nordeste de Brasil extraído de las raíces de una planta conocida bajo el nombre vulgar de \”cabeça de negro\”, con acción antiofídica altamente eficiente. También existen otros antivenenos aislados de plantas usadas tradicionalmente, aunque aún no se comercializan.
Remedios tradicionales
La documentación existente alentó a revisar e investigar el tema de la inhibición o neutralización de la toxicidad de tales venenos mediante extractos, jugos o compuestos de origen vegetal.
La investigación que se desarrolla en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales y Agrimensura, tuvo por objeto analizar “in vitro” la interacción entre extractos de plantas de la región y la actividad hemolítica y coagulante del veneno de Bothrops neuwiedi diporus, la \”yarará chica\”. Los primeros ensayos se basaron en las experiencias transmitidas por los misioneros Jesuitas y naturalistas en sus crónicas. Aludían a remedios que los aborígenes de la región NEA utilizaban para curar los accidentes provocados por sus mordeduras o picaduras.
Al hallar que los extractos inhiben parte de los efectos del veneno de la Yarará chica, principal responsable de accidentes ofídicos en el país, Armando Ricciardi, responsable de la investigación, señaló que si bien se trata de un avance importante, aún falta hacer pruebas en animales para saber “si los extractos vegetales reproducen en otros organismos la inhibición que se observó \”in vitro\”, y si las plantas que se emplean no generan reacciones tóxicas.”
A la fecha el único antídoto existente es el suero antiofídico, que tiene un proceso muy complejo de elaboración y además puede provocar reacciones indirectas en la salud de los pacientes. De acuerdo con los especialistas, de lograrse un antiveneno vegetal se subsanarían gran parte de los efectos laterales del suero.
\”Buscamos un antiveneno de origen vegetal que no provoque reacciones alérgicas y no necesite condiciones especiales de conservación y que sea lo mas inocuo posible\”, enfatizó Ricciardi.
El veneno
La picadura de víbora yarará produce diferentes efectos. Destruye tejidos y piel, vuelve incoagulable a la sangre, ocasiona hemorragias y destruye glóbulos rojos.
La característica común a varias plantas usadas popularmente como antiveneno de víboras es la de poseer actividad antiinflamatoria, analgésica, o ambas. También modifican la acción de enzimas y proteínas, al inhibir las fosfolipasas A2, principales responsables de la mayor parte de los efectos del veneno.
En tal sentido, en Paso de la Patria, el Sombrero y Santa Ana, la investigación logró identificar plantas con los efectos anteriormente citados. Algunas de ellas son conocidas vulgarmente como \”amores secos\”, \”jazmín del Paraguay\”, \”contrayerba\”, \”eclipta\”, \”capíí catí\” y \”laurel amarillo\”. Ricciardi señaló que “lo ideal sería que los extractos o componentes aislados pudieran ser aplicados externamente en la zona mordida, o por vía oral”.
Valorizar el saber
En cuanto a la importancia de la investigación, el científico expresó que se trata de un avance trascendente que puede facilitar el tratamiento de las picaduras de víboras sobre todo a las poblaciones de menos recursos, o alejadas de la medicina tradicional. Además indicó que se busca valorizar y validar información de alrededor de 500 años atrás sobre medicina natural, “pagando así en parte la deuda cultural que tenemos con los ancestros que nos precedieron habitando estas regiones”.
El especialista destacó que los escritos en los cuales se basaron les resultaron de difícil acceso, y muy completos en sus contenidos.
Uno de ellos, el libro \”Materia Misionera\” de Pedro de Montenegro (de 1711) del que sólo existen cuatro ejemplares en el mundo, describe a las plantas con el lenguaje y limitaciones de la época, con nombres vernáculos en castellano, en guaraní y tupí, y no siempre fáciles de equiparar con las especies botánicas hoy reconocidas. “En ese escrito con aceptable certeza se reconocieron varias de las especies halladas en esta investigación y que tienen efecto antiofídico”, expresó Ricciardi.
El grupo de trabajo se completa con los bioquímicos Ana Torres y Francisco Camargo, que trabajaron en el desarrollo de la parte experimental, y la doctora Gabriela Ricciardi, que se desempeñó en el análisis fitoquímico de las especies. También participaron la licenciada Sara Tressens, el ingeniero agrónomo Carlos Chifa, de la Facultad de Agroindustrias y el doctor Maximiliano Dematteis, del Instituto de Botánica del Nordeste.