El pastoreo intensivo, el uso de cultivos no adecuados, la sobreexplotación agrícola y el empleo excesivo de agroquímicos son algunas de las causas que intensifican la desertificación en América Latina y el Caribe. Dos investigadores, del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y del Centro Nacional Patagónico- Conicet, en la Argentina, señalan las principales causas y mencionan algunas soluciones para frenar la degradación del suelo.
(29/06/09 -Agencia CyTA-Instituto Leloir) – La demanda cada vez mayor de espacios para el cultivo y la ganadería han impulsado la deforestación y el uso insostenible de los recursos naturales en muchas regiones de América Latina, señalan expertos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). A este proceso, se le suman los efectos del cambio climático como el aumento de las temperaturas y la alteración de los regímenes de lluvias, entre otras consecuencias.
Como resultado, esta combinación de factores ha incrementado la desertificación en la región.
“Existen datos y estudios que indican esta tendencia en la región y en otras partes del planeta. Al respecto la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), la convención de Naciones Unidas para la lucha contra la desertificación y redes como Red Internacional de Lucha contra la Desertificación (RIOD), cuentan con información que confirman esta realidad. Ejemplos claros de este proceso los encontramos en países como México y en el noreste brasileño, por mencionar sólo algunos ejemplos”, señaló a la Agencia CyTA Julio Calderón Artieda, coordinador de proyectos de la oficina regional para América Latina y el caribe de PNUMA.
De acuerdo con el experto, la degradación de los suelos es una de las causas del avance de los desiertos y la misma puede ser por causas naturales y mayormente por actividades humanas.
La erosión de la tierra producida por el agua es la principal forma de degradación de la tierra en América Latina y por lo general ocurre en zonas de cultivo, afirmó Calderón Artieda desde su oficina, en Panamá. Y agregó: “A nivel mundial se confirma esta tendencia en términos generales con variaciones en cada región, entre las cuales están el pastoreo intensivo, los cultivos no adecuados, la sobreexplotación agrícola y el uso excesivo de agroquímicos”.
En la Argentina
Según explicó el geógrafo Fernando Coronato del Centro Nacional Patagónico – Conicet las zonas más afectadas por la desertificación son aquellas donde llueve poco y por ende la cubierta vegetal es más frágil. “Unos dos tercios de la Argentina reciben menos de 500 milímetros de precipitación anual, por lo que gran parte de nuestro país es especialmente vulnerable al mal uso del suelo. Las zonas húmedas tampoco escapan al riesgo, pero es incorrecto hablar allí de ‘desertificación’ sino que debe preferirse hablar de ‘degradación’ ambiental”, destacó.
En la Patagonia la principal causa de la desertificación es el manejo inadecuado de las cargas ovinas, que produce sobrepastoreo y desprotección del suelo, que entonces es erosionado por el viento y la lluvia, explicó Coronato. “En las zonas agrícolas del resto de la Argentina, el laboreo inapropiado de los campos, o el desmonte indiscriminado para aumentar las áreas de cultivo, son causas importantes de desertificación y desastres ambientales”, aseguró el investigador de Conicet. Y continuó: “El aluvión que asoló Tartagal en febrero pasado, no habría sucedido si las cuencas de los ríos circundantes no hubieran sido desmontadas imprudentemente para abrir tierras de cultivo”.
Límites a la desertificación
Sobre lo que se podría hacer para frenar la desertificación en la Patagonia, Coronato enfatizó que existen soluciones técnicas. “No es un mal inexorable, pero debe existir también la firme decisión de ponerlas en práctica. Una mejor distribución de las majadas, de las aguadas, un aprovechamiento más equilibrado de los valles de los ríos, son todas soluciones posibles”, explicó.
Sin embargo hay zonas donde la recuperación ya es imposible y la “desertificación” ganó la batalla pues se instaló el desierto, aseguró a la Agencia CyTA el investigador del Centro Nacional Patagónico – Conicet . “Combatir en esos frentes es posible pero carísimo, y hoy por hoy no vale la pena. Lo razonable es concentrar los esfuerzos en detener el avance del proceso. Una redistribución parcelaria al menos funcional y una diversificación productiva son soluciones a largo plazo, pero muy deseables”, indicó.
La redistribución parcelaria consiste en que las estancias vecinas, que usen el suelo en común, permitan rotaciones del pastoreo y un mejor uso de las aguadas. “Por otra parte, la diversificación productiva tendería a aliviar el problema al dejar de depender exclusivamente del recurso ovino. Esto significa buscar alternativas económicas que den al estanciero otro recurso además de la oveja, por ejemplo siembra de pasturas si fuera posible, cría de animales peleteros, agroturismo y fruticultura bajo cubierta, entre otras actividades”, puntualizó Coronato. Y agregó: “Claro que todos estos cambios requieren dinero y mente abierta. Todo un desafío, pero que en muchos casos es cuestión de vida o muerte.”
Calderón Artieda sostuvo que para enfrentar esta situación, es necesaria una voluntad política por parte de los gobiernos para emprender las acciones requeridas. “Es preciso involucrar a todos los sectores de la sociedad, del sector público y del privado, así como también desarrollar y poner en práctica incentivos económicos y de mercado para promover actividades sostenibles y rentables como alternativas, entre otras medidas”, subrayó.
Por su parte, Coronato enfatiza que la desertificación es el resultado del mal uso de los ecosistemas. “No es la naturaleza la culpable sino el mal uso que hacemos de ella. En geografía solemos decir que ‘el paisaje es la materialización de la sociedad en el territorio’, entonces, un territorio degradado y un paisaje empobrecido vienen a ser la materialización de una sociedad enferma”, afirmó. Y agregó: “Vemos que la desertificación es en última instancia un problema social pues tiene causas sociales y consecuencias sociales, como el despoblamiento, el desarraigo cultural y la marginalidad del campesinado, entre otros factores”.