Lejos de agrandarse, la familia de planetas perdió la semana pasada a su noveno integrante, el mítico Plutón. Con las nuevas condiciones que fijó la Asamblea General de la Unión Astronómica Internacional (UAI), Plutón se convirtió en un “planeta enano”, la misma categoría que pasaron a engrosar candidatos como Ceres y el denominado “Xena”, ya sin posibilidades de que alguna vez los distingan con aquel codiciado estatus.
(29/08/06 – Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Florencia Mangiapane) – El 24 de agosto pasado, la asociación de astrónomos más grande del mundo bajó a Plutón de su pedestal. Para la UAI, el último cuerpo celeste en incorporarse a la célebre lista que generaciones y generaciones memorizaron en el colegio ya no es más digno de llamarse planeta o, por lo menos, ya no es un planeta clásico.
Ahora es el prototipo de una nueva clase de objetos “transneptunianos”, un tipo de astros que, sin ser satélites, orbitan más allá de Neptuno, el último planeta hecho y derecho que se reconoce. Estos objetos, entre los que se encuentran el pequeño Ceres y el recientemente descubierto UB313 2003, apodado “Xena”, se llamarán hasta nuevo aviso “planetas enanos”, para diferenciarlos de los miembros plenos del Sistema Solar, a saber: Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno.
La resolución, la quinta que dictó la UAI al cierre de la Asamblea, de la que participaron más de dos mil quinientos astrónomos de distintos países del mundo, es clara: Un planeta merece ser llamado así si cumple tres condiciones: Primero, ser un cuerpo celeste que orbita alrededor del Sol. Segundo, tener suficiente masa como para que su propia gravedad le permita conservar una forma aproximadamente esférica. Y tercero: que mantenga despejadas las proximidades de su órbita.
Fue de hecho este último requisito el que dio el batacazo: Plutón vaga entre un grupo de cuerpos que circulan por una región en forma de disco conocida como Cinturón de Kuiper. A mediados de mes, los integrantes de la Comisión para la Definición del Planeta, un grupo de siete expertos especialmente reunidos en el marco de la Asamblea de la UAI para emitir una recomendación al respecto, habían llegado a un consenso luego de dos años de trabajo. Para ellos, bastaba con que el astro orbitara alrededor del Sol y fuera esférico.
No es que los expertos desconocieran las particularidades de Plutón. Es más, habían sugerido bautizar como “plutones” a aquellos cuerpos que, al igual que el astro que sirviera de inspiración para denominar al tierno personaje de Disney, orbitan más allá de Neptuno, demorando más de 200 años en dar la vuelta completa alrededor del Sol. Estos cuerpos se caracterizan también por tener órbitas de una inclinación peculiar y una forma que dista bastante del típico círculo, todos rasgos indicativos de que su origen sería diferente al de los planetas clásicos.
Pero tanta apertura causó alarma en el establishment astronómico. La confirmación de la categoría planetaria de Plutón también le abriría las puertas a Ceres, Xena, Caronte, y a otra decena de objetos más pequeños que en las últimas décadas vienen observando los especialistas en las proximidades del Sistema Solar gracias al desarrollo de telescopios cada vez más precisos.
Con un criterio demasiado amplio, la lista parecía escurrírseles de las manos. Ahora, la situación se retrotrae a mediados del siglo XIX, época en que se descubrió Neptuno, aunque ya con otro rigor científico. Un rigor que está lejos de recuperar, sin embargo, el contenido poético de la acepción griega de “planeta”: un cuerpo que, cual errante vagabundo, se desplaza luminoso por el firmamento mientras las estrellas se mantienen inmóviles. ¿Acaso habrá alguna vez definición más bella?