Las últimas investigaciones arqueológicas y antropológicas, con el apoyo de la genética de poblaciones, han logrado comprobar que el hombre moderno surgió en Africa hace aproximadamente 150 a 200 mil años, y se diseminó por Europa y Asia hace cerca de 65 mil años atrás. El desafío actual está en develar cómo y por qué logró dipersarse desde ese continente hacia otras regiones desplazando a poblaciones más antiguas, como los neandethal que ocupaban Europa.
(13/09/06 – Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Ricardo Gómez Vecchio) – Mucho se ha avanzado en el conocimiento del origen del hombre moderno en los últimos 20 años, gracias a la conjunción de los estudios de ADN con los descubrimientos hechos en sitios arqueológicos.
Los estudios de ADN hechos sobre poblaciones actuales y sobre restos de esqueletos revelan que poblaciones genética y anatómicamente modernas surgieron en Africa hace más de 150 mil años, y que se dispersaron hacia otras partes del mundo no menos de 40 mil años atrás, reemplazando a poblaciones arcaicas, cuenta Paul Mellars en un trabajo que publicó recientemente Proceeeding of the National Academy of Sciences, de los Estados Unidos.
Mellars, del Departamento de Arqueología de la Universidad de Cambridge, en Inglaterra, afirma que el desafío actual está en saber cómo a estas poblaciones anatómica y genéticamente modernas les llevó casi 100 mil años salir de Africa hacia otras regiones. También está en la mira de los arqueólogos y antropólogos desentrañar qué desarrollos evolutivos y adaptativos les permitieron a esos “hombres” colonizar nuevos y extraños ambientes con exito, reemplazando a poblaciones arcaicas que estaban establecidas y adaptadas desde hace largo tiempo en esos lugares.
Las respuestas a estos interrogantes provienen, lenta y trabajosamente, en parte de los estudios de ADN hechos en distintos grupos de poblaciones africanas actuales y, por otro lado, de contundentes pruebas arqueológicas descubiertas en varios sitios al sudeste de África.
Si bien las reconstrucciones demograficas hechas en base a estudios de ADN son algo controversiales, dos trabajos que se centran en el ADN mitocondrial – lo más confiable hasta hoy- arrojaron resultados muy similares desde distintos enfoques.
El primero de estos estudios indicó que hace unos 80 mil años hubo en una pequeña zona de Africa un claro pico de crecimiento en la población, que luego se expandió hacia otras regiones. Más recientemente, otro trabajo indicó una notable expansión de dos linajes de ADN mitocondrial ocurrido entre 80 y 60 mil años atrás. Como en el trabajo anterior, la evidencia apunta a una pequeña zona al sur o sudeste de África, con una posterior expansión hacia el oeste hace cerca de 40 mil años y, tal vez, a través del Mar Rojo hacia partes adyacentes del sud de Asia, se estima que hace 60 a 65 mil años.
Por su parte, las evidencias arqueológicas encontradas en Africa del sur y central en los últimos tiempos apoyan en forma contundente estos estudios de ADN. Las más relevantes provienen de sitios lozalizados cerca de la punta sur de ese continente, en Cape Province, y también en Blombos Cave, en la costa sur de Klasies River, y en en Boomplaas Cave y Diepkloof, donde se hallaron restos de entre 75 mil y 55 mil años de antigüedad. Estos restos revelan tecnologías y rasgos culturales que contrastan con los hallados en sitios africanos de la Mediana Edad de Piedra y se parecen más a los que se encuentran en Europa y el oeste de Asia con la llegada de los primeros hombres “modernos” hace unos 45 a 50 mil años.
Según comenta uno de los investigadores que ha estado estudiando estos descubrimientos, los sitios del sur de Africa reflejan “un período dinámico de comportamiento tecnológico diverso que no había sido visto previamente en la Africa de la Mediana Edad de Piedra”.
La importancia de estos nuevos descubrimientos arqueológicos es que proveen una explicación para la expansión de las poblaciones africanas ocurrida entre 80 y 60 mil años atrás, que indican los estudios de ADN mitocondrial. Sin embargo, aún hay varias hipótesis para dilucidar los mecanismos culturales y demográficos precisos.
Una de estas hipótesis acentúa la aparición de formas más complejas de equipamiento de caza. Otra, señala el creciente uso de estrategias para usar las plantas como alimento, análogas a las que usaron en el Mesolítico las tempranas comunidades agrícolas. La tercera, destaca la sistemática explotación de pesca y pájaros marinos como parte de la alimentación. Y la última, señala el gran movimiento registrado de ornamentos de piedra y conchas marinas, que refleja un creciente intercambio entre grupos humanos vecinos, lo que podría haber actuado como mecanismo crítico para asegurar la distribución de alimentos esenciales, especialmente durante las épocas de escasez.
Confirmar estas hipótesis requiere más investigaciones, pero las innovaciones halladas podrían haber llevado a las poblaciones humanas a incrementar su capacidad para adaptarse al ambiente y, por lo tanto, a lograr un mayor crecimiento del número de sus integrantes. Los niveles crecientes de eficiencia tecnológica y productividad económica en una pequeña región de Africa habrían así permitido una rápida expansión hacia otras regiones, dentro y fuera de ese continente, y a que sus colonizadores reemplazaran a grupos menos desarrollados.
Según Mellar, otra intriga a develar es por qué se produjeron esas transformaciones en ese preciso momento y en esa específica región de Africa. Una posibilidad es que se haya debido a un repentino cambio en las capacidades cognitivas de esas poblaciones por algun tipo de mutación neurológica. Otra, más probable, es que episodios climáticos importantes y cambios ambientales hayan obligado a esas poblaciones a modificar sus capacidades adaptativas para sobrevivir. En tal sentido, se sabe que por esas épocas hubo bruscas alteraciones, de hasta un 50 por ciento en las lluvias anuales, y también que hace 73 mil años tuvo lugar una supererupción del Monte Toba.
Finalmente, el punto más controversial a resolver, según Mellar, es cuándo y cómo estas poblaciones anatómica y genéticamente modernas se dispersaron desde Africa a otras partes de Europa y Asia. Los expertos analizan actualmente dos posibilidades. La primera, que la expansión inicial haya ocurrido a través de Africa del Norte y el valle del río Nilo, hacia el oeste de Europa y hacia el este de Asia. La segunda, que la primera dispersión haya tenido lugar desde Etiopía, a través de la boca del Mar Rojo, y desde allí hacia el norte por Arabia o hacia el este a lo largo de la costa de Asia, la llamada ruta del sur o costera.
La evidencia más fuerte, que apoyan los estudios de ADN mitocondrial, se inclina por la segunda posibilidad. Esta dispersión habría entonces ocurrido hace entre 50 y 65 mil años llegando al sur de Asia y Australia, hasta Malasia y las islas Andamán. De ser así, las dispersiones hacia el sudoeste de Asia y hacia Europa habrían ocurrido con posterioridad, vía Asia central u occidental. Pero para dar por segura esta posibilidad habrá que limar ciertas asperezas que surgen de algunos datos arqueológicos un poco contradictorios.
Lo cierto e indudable hoy por hoy es que el hombre moderno surgió del sur de África hace más de 150 mil años y de allí se expandió hacia el resto del mundo. Un período de la historia casi inimaginable en comparación con los escasos 2000 años de nuestra civilización occidental, sobre la que tantos y tantos libros se han escrito, y que no hace más que ubicarnos en nuestra verdadera dimensión.