Las hormigas argentinas se han expandido a otros continentes donde constituyen una plaga que los pesticidas no logran detener. Sin embargo, en la Argentina esos mismos insectos no constituyen un problema ni causan pérdidas millonarias en los cultivos, como ocurre en otros países. Expertos argentinos explican el por qué de esta curiosa diferencia.
(2/2/07 – Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Bruno Geller) – Las hormigas argentinas se extendieron por el comercio a otros países entre los que se cuentan Australia, España, Estados Unidos, Portugal, Francia, Italia, Japón, Sudáfrica y Nueva Zelanda, entre otros.
Actualmente, constituyen en el exterior una verdadera plaga que ningún pesticida ha logrado frenar, a tal punto que científicos de la Universidad de California, en Estados Unidos, han estudiado un mecanismo alternativo para eliminarlas: acabar con ellas empleando compuestos químicos para que se ataquen entre sí, como si pertenecieran a especies enemigas (nota publicada por CyTA 18/9/2006).
Una plaga en el exterior
Gracias a su nivel de organización y a su gran número, las hormigas argentinas, de dos milímetros de largo, son capaces de derrotar a hormigas de otras especies que llegan a tener diez veces su tamaño.
“En los territorios que invaden en otros países, las colonias de hormigas argentinas son pacíficas entre sí. Esto les permite lograr una densidad de población muy alta. Por tal razón, son capaces de encontrar fuentes de alimento en menor tiempo que otras especies que se hallan en menor cantidad y, en caso de que esas fuentes de alimento estén ocupadas por esas hormigas, pueden desplazarlas”, afirma Pablo E. Schilman, investigador argentino especializado en comportamiento y fisiología de insectos de la Universidad de California en San Diego.
“El mayor daño ecológico que produce la hormiga argentina es que desplaza a toda especie de hormiga nativa. Esto trae a su vez otros problemas, por ejemplo, en el sur de California hay una lagartija, la Coastal Horned Lizard, que se alimenta de especies nativas de hormigas, más grandes que la hormiga argentina. Esta lagartija también es desplazada por falta de alimento, ya que no puede alimentarse de la hormiga argentina por su pequeño tamaño”, asegura Schilman.
El especialista señala que las hormigas argentinas interfieren con el trasporte de semillas de plantas autóctonas realizado por hormigas nativas y su vez protegen a los áfidos -un tipo de insectos- a cambio de una solución azucarada que liberan y que utilizan como alimento. Esos áfidos, a su vez, producen un gran daño a las plantas. En California, los perjuicios que provocan en los cultivos causan pérdidas millonarias.
Otro factor que confiere supremacía a las hormigas argentinas, así como a todas las especies de hormigas que son exóticas en otros ecosistemas, es la poliginia, es decir, la formación de un nido con varias reinas que ponen huevos al mismo tiempo, de manera tal que su población se multiplica de forma acelerada.
Las hormigas argentinas de una misma colonia se reconocen entre sí por el olor que despiden las sustancias químicas de su exoesqueleto (esqueleto externo) llamadas hidrocarburos cuticulares, que son similares a ceras. Al detectar el olor diferente de otras especies de hormigas, se vuelven agresivas, incluso en la Argentina hay muchas colonias de hormigas argentinas que son agresivas entre sí dado que cada una posee un olor característico.
“Lo que pasa es que cuando esas hormigas se introducen en otros países, por ejemplo en Estados Unidos, pierden variabilidad genética, y eso hace que los olores sean más parecidos, por tal razón, se reconocen como si fueran de la misma colonia, se agrupan y como consecuencia forman supercolonias”, subraya Patricia Folgarait, co-directora del Programa de Investigación en Interacciones Biológicas de la Universidad Nacional de Quilmes e investigadora del CONICET.
Folgarait explica que “hay que tener en cuenta lo que pasa con las hormigas exóticas, o sea hormigas de un lugar que terminan siendo un problema en otro que no es el lugar de origen. Esas hormigas que llegan, por ejemplo en barco, se establecen en lugares donde no había enemigos naturales. Llegan sin los patógenos, sin los parasitoides, sin los predadores, sin las hormigas competidoras, que en su lugar de origen las tienen en jaque, llegan solas a un lugar donde no tienen ninguno de esos controladores del ecosistema original, entonces empiezan a crecer sin parar”.
En la Argentina
La falta de enemigos naturales y competidores en los nuevos ecosistemas que invaden, es un elemento clave en el éxito de las hormigas argentinas. En la Argentina, en cambio, no son una plaga: “En nuestro país, esas hormigas se enfrentan a hormigas que son superiores a ellas y las mantienen en línea desde el punto de vista de la competencia y, por otro lado, hay enemigos naturales, hay microorganismos, hay parasitoides que las tienen en jaque, entonces no pueden aumentar su numero”, asegura Folgarait.
En esa misma línea, Schilman destaca: “Lo que sucede es que una especie está adaptada y se relaciona con las otras especies de animales y plantas de su ecosistema luego de miles o millones de años de co-evolución. Por lo tanto, el sistema se encuentra en un equilibrio. Cuando una nueva especie, ya sea de planta o de animal, es introducida a un ecosistema, este equilibro, alcanzado luego de miles de años, se rompe y, si esa especie sobrevive puede transformarse en plaga.”
Actualmente, para controlar la plaga de las hormigas argentinas, se emplean métodos químicos, “pero todo el mundo sabe que son ineficientes, que son una perdida de dinero, y que lo único que se logra es que las hormigas se muden hacia zonas no infectadas. No se mueren, se van a otro lugar, se traslada el problema, o sea, que se las arregle el vecino”, concluye Folgarait.