Partículas minúsculas, inteligentes y complejas, con capacidad de reconocer tumores y tratarlos selectivamente son algunas de las promesas futuras de la nanotecnología. De esto habló el flamante doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional del Litoral, el español Jesús Santamaría Ramiro.

(18/10/10 – Agencia CyTA – Instituto Leloir / Comunicación científica UNL. Por Priscila Fernández)-.  Cuando alguien sufre un dolor de cabeza toma una aspirina. Ingresa por la boca, llega al estómago hasta que alcanza el intestino, de allí pasa al torrente sanguíneo y apenas una pequeña parte de lo que tomó llega a la zona del dolor. No es un mecanismo muy eficiente, pero en el caso de las aspirinas no genera un riesgo importante. Pero cuando se trata de otros medicamentos, la administración en el lugar justo puede ser la clave para evitar efectos secundarios devastadores, como en el caso de los tratamientos contra el cáncer.

La administración controlada de medicamentos es una de las promesas de una revolución tecnológica que ya se advierte. “La nanociencia es un campo absolutamente fascinante porque tiene la capacidad de cambiar nuestra vida. La medicina va a cambiar y no se va a parecer en nada a lo que conocemos hoy”, arriesgó Jesús Santamaría Ramiro, experto en nanociencias de la Universidad de Zaragoza, en España, en su visita por la Universidad Nacional del Litoral (UNL). Durante su estadía, en la que fue distinguido como doctor Honoris Causa, brindó una conferencia sobre liberación controlada de fármacos a partir de materiales nanoestructurados. En su disertación describió algunas de las líneas de trabajo que mantiene su grupo en el Instituto de Nanociencia de Aragón y que parecen demostrar que el futuro es hoy.

A otra escala

El diseño y elaboración de dispositivos diminutos que sean capaces de combatir enfermedades presenta un sinfín de desafíos para los investigadores que trabajan sobre dimensiones de unos pocos átomos, a escala nanométrica. Del tamaño de apenas unas decenas de nanómetros (millonésimas partes de milímetros), los investigadores producen partículas inteligentes y complejas con diversas aplicaciones.

El grupo de Santamaría produce nanopartículas de silice, una sustancia que encuentra, por ejemplo, en la arena. Dentro de cada una de estas partículas se coloca el fármaco que se desea administrar de manera que luego será liberado por sus poros.

“Hay maneras fáciles de producir las nanopartículas magnéticas que necesitamos”, contó Santamaría. “Cómo guiarlas una vez dentro del cuerpo, cómo lograr que reconozcan los blancos donde administrar el fármaco, cómo liberarlo” son algunas de los nuevos desafíos que se presentan y en los que ensayan distintas alternativas.

En este sentido comentó que una de las estrategias adoptadas fue el recubrir las partículas con una sustancias (polietilen glicol o PEG) capaz de engañar al sistema inmune del organismo. “Los macrófagos atacan estas partículas extrañas, pero gracias a la capa de PEG pueden no ser detectados”, explicó el experto.

Otra forma de guiar las partículas dentro del organismos es por su capacidad magnética. “Para ello tienen que ser menores a 20 o 25 nanómetros y son guiadas con un imán externo o interno”, relató.

También experimentaron con nanopartículas de silice recubiertas con una carcasa de oro que se adhieren a células tumorales. Mediante un láser externo al cuerpo es posible activar un proceso de generación de calor (hipertermia) que quema el tejido tumoral.  “Estamos a unos años de que esto se pueda hacer, pero lo estamos tocando con la punta de los dedos y lo vemos en los experimentos in vitro e in vivo”, ilustró Santamaría.

Innovación y riesgos

Una revolución científico-tecnológica marca nuevos horizontes y promesas, pero también implica enfrentarse a lo desconocido y sus riesgos. En el caso de la nanotecnología, no tardó en generar un nuevo concepto: nanoseguridad.

“Los controles están siendo mayores que en otros ámbitos pero no es diferente a cómo debe tomarse toda investigación científica. Cuando se sintetiza una nueva molécula química o se desarrolla una bacteria nueva en el laboratorio, el científico tiene el deber ético y profesional de probar que todo lo que hace no va a tener otras consecuencias”, destacó Santamaría.

En el mismo sentido subrayó enfáticamente la necesidad de adoptar el principio precautorio. “Es fundamental en la ciencia, porque no se la puede ni se debe parar su avance. Tenemos que asumir que lo que no conocemos es peligroso y, al mismo tiempo, investigar estas cosas en los laboratorios”, afirmó.

Nota Nano UNL

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Jesús Santamaría Ramiro, experto en nanociencias de la Universidad de Zaragoza (España).

Créditos: Prensa UNL