Un trabajo publicado en Journal of Applied Ecology propone el empleo de una nueva variable para determinar el modo en que la vegetación –que se encuentra en proceso de desertificación– responde a las precipitaciones. Estiman que la productividad de la vegetación disminuyó en promedio el 28% en una localidad de la provincia de Chubut.
(26/01/11 – Agencia CyTA – Instituto Leloir)-. La desertificación –causada principalmente por la actividad agropecuaria intensiva y por las variaciones del clima– amenaza a la cuarta parte de las tierras del planeta, según informa el Programa Mundial de la ONU para el Medio Ambiente (PNUMA).
La Argentina no es ajena a esta problemática. Siendo el octavo país más extenso del mundo, las zonas áridas, semiáridas, y subhúmedas secas representan el 75 por ciento de la superficie total, donde se asienta el 30 por ciento de la población. Según los datos del Programa de Acción Nacional de Lucha contra la Desertificación (PAN), de los 270 millones de de hectáreas que componen el territorio argentino, 60 millones se encuentran afectadas.
En este contexto, el doctor Santiago Verón del Instituto de Clima y Agua del INTA, junto con el doctor José Paruelo, del Laboratorio de Análisis Regional y Teledetección de la Facultad de Agronomía de la UBA, demostraron en un estudio científico publicado en el Journal of Applied Ecology cómo el proceso de desertificación modifica la respuesta de la vegetación a la precipitación.
“El estudio fue hecho en la provincia del Chubut, cerca del pueblo de Tecka. La vegetación de sitios desertificados mostró menor capacidad de responder a los cambios que ocurren en la precipitación entre años. Esto es muy importante, en especial porque en sitios áridos y semiáridos la disponibilidad de agua es el principal control de la productividad primaria neta (el aumento neto en la cantidad de biomasa vegetal) que a su vez es la única fuente de energía para el resto de los organismos vivos que no fotosintetizan”, explicó a la Agencia CyTA el doctor Verón.
Para poner a prueba su hipótesis –que la desertificación disminuye la capacidad de la vegetación de responder a los cambios interanuales en la disponibilidad de agua– los investigadores debieron sortear varios obstáculos. “El más importante y común a todos los trabajos sobre desertificación fue encontrar un área para la que pudiéramos estimar una situación de referencia, es decir, donde pudiéramos saber cómo era la vegetación de ese lugar antes de que se iniciara el proceso de desertificación”, indicó Verón. Y continuó: “Sin esta situación de referencia corríamos el riesgo de comparar sitios que siempre fueron distintos y de esa manera concluir erróneamente que el sitio que, por ejemplo, siempre recibió menos precipitación está más desertificado que otro que siempre recibió más precipitación.”
A partir de estudios anteriores realizados por el doctor Paruelo, ambos científicos delimitaron un área de alrededor de 128 mil hectáreas en el este de la provincia del Chubut (cerca del pueblo de Tecka) perteneciente al distrito fitogeográfico Sub-andino.
“La definición de esta área de estudio se basó en 39 relevamientos de vegetación realizados en dicha zona en los cuales, a pesar de hallarse diversas fisonomías (por ejemplo estepas graminosas, estepas graminosas de baja cobertura, estepas graminosas-arbustivas, y caracterizado por estepas graminosas de alta cobertura y estepas graminoso-arbustivas, estepas arbustivas y semidesiertos), en todos se encontraba un conjunto de especies característico de las estepas graminosas y graminosas arbutivas (Festuca pallescens, Rythidopsperma picta, entre otras)”, afirmó Verón. Y continuó: “A partir de estas observaciones y de la bibliografía propusimos la hipótesis de memoria florística para delimitar un área (el sitio de estudio) cuya vegetación anterior al comienzo del proceso de desertificación correspondiese principalmente a estepas graminosas y estepas graminosas arbustivas, que son una importante fuente de alimento del ganado ovino”.
La hipótesis de memoria florística establece que en forma independiente de la intensidad de la degradación de la vegetación existe un conjunto de especies que persiste en la comunidad, aunque a densidades muy bajas. “Así, sabiendo que originalmente las 128 mil hectáreas debieron ser en su mayoría estepas graminosas o graminosas-arbustivas, estudiamos esas hectáreas que en la actualidad se caracterizan por estar cubiertas de estepas arbustivas, estepas graminosas de baja cobertura y semidesiertos. La pérdida de estepas graminosas o graminosas-arbustivas son resultado de la degradación por pastoreo ovino”, destacó Verón.
Otro aspecto que los autores del estudio debieron resolver fue la de estimar la respuesta de la vegetación para un área tan grande. “Para ello decidimos utilizar un estimador de la productividad primaria neta derivado de información provista por satélites. El estimador utilizado fue el “Índice Verde” calculado a partir de imágenes (satelitales) MODIS provistas por la NASA de manera gratuita. El índice verde es un estimador de la cantidad de radiación solar que es absorbida por la vegetación. A partir de esa información se infiere cómo varía el crecimiento vegetativo a través del tiempo”, explicó Verón. Y agregó: “Estimamos entonces el índice verde para todos los pixeles del área de estudio, conociendo a qué fisonomía de vegetación pertenecía el píxel y la precipitación ocurrida entre 2000 y 2005 (estimada a partir de la información de estaciones meteorológicas). Al calcular el Índice Verde encontramos también que, a diferencia de lo que ha ocurrido en otros sitios del planeta sujetos a la desertificación, en el área de estudio la productividad de la vegetación disminuyó en promedio el 28%. Uniendo este resultado con la menor capacidad de respuesta de la vegetación a los cambios interanuales en la precipitación, se infiere que en el área estudiada la desertificación generaría sistemas establemente menos productivos.”
Dinámica temporal del índice verde
A partir de conocer el Índice Verde y la precipitación, Verón y Paruelo calcularon cómo cambiaba dicho índice entre años con diferente precipitación, es decir, la respuesta de la vegetación a los cambios interanuales en la precipitación. “Con los mismos datos calculamos también otro índice muy usado en los trabajos de desertificación que es la eficiencia en el uso de la precipitación. En general se asume que a medida que un sitio se degrada la eficiencia en el uso de la precipitación disminuye porque, por ejemplo, al haber menos plantas, mayor será la cantidad de agua que se pierde del sistema por escorrentía, drenaje o evaporación. Nosotros encontramos que si bien efectivamente la eficiencia disminuye con la desertificación había casos donde ello ocurría más notablemente.”
Esos casos correspondían a estados degradados de la misma fisonomía de la vegetación, es decir, las características físicas de una comunidad vegetal tales como forma, tamaño y estructura. “En base a eso es que concluimos que la variable que propusimos –relacionada con la fisonomía de la vegetación– puede complementar los trabajos que estiman el impacto de la desertificación y contribuir de esta manera a mejorar los sistemas de seguimiento y detección temprana de la desertificación”, concluyó Verón.
Localización de la zona estudiada: área de aproximadamente 128 mil hectáreas en el este de la provincia del Chubut (cerca del pueblo de Tecka).
Créditos: Santiago Verón.