Investigadores argentinos aplicaron una tecnología para eliminar los residuos de glifosato en el agua que resulta del lavado de los bidones. La técnica es simple y usa radiación y agua oxigenada.
(28/12/09 – Agencia CyTA – Instituto Leloir / Prensa UNL. Por Priscila Fernández).- El herbicida más usado en Argentina, también es el más polémico. Y mientras diferentes estudios sobre los efectos tóxicos del glifosato se discuten en la comunidad científica, investigadores de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) abordaron otro problema asociado al pesticida: ¿qué hacer con los bidones a la hora de desecharlos?
Actualmente, lo que recomienda la Cámara de Sanidad Vegetal y Fertilizantes (CASAFE) es lavar tres veces los recipientes y utilizar el agua de enjuague en el pulverizador. Sin embargo, este protocolo no es una práctica frecuente. De hecho, es común ver en los campos –como lo constataron los investigadores- montañas de envases sin ningún tratamiento.
Para evitar la contaminación y los efectos tóxicos que pueden acarrear los restos de pesticidas liberados en el ambiente, expertos de la UNL ensayaron alternativas para tratar el agua de lavado. Utilizando agua oxigenada como la que se usa comúnmente para desinfectar heridas y radiación ultravioleta se puede lograr destruir las sustancias contaminantes.
“La ventaja es que si las cosas están bien hechas y en buenas condiciones experimentales es posible producir la mineralización completa del contaminante, es decir que pasa a formas más simples e inocuas. El resultado de la transformación es agua, dióxido de carbono, algún ácido mineral, es decir, compuestos que existen en la naturaleza”, explicó la doctora. Cristina Zalazar, investigadora del Instituto para el Desarrollo de la Industria Química (INTEC) dependiente de la UNL y el CONICET y profesora de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas (FICH) de la UNL.
Ensayos
Lo que se conoce como agua oxigenada o peróxido de hidrógeno según explicó Zalazar, al irradiarla con radiación ultravioleta genera un compuesto que es muy oxidante y tiene la capacidad de atacar y destruir las sustancias contaminantes.
La primera etapa del trabajo comenzó en 2007, con la degradación del glifosato puro (principio activo). Así estudiaron cuáles son las mejores condiciones de concentración de agua oxigenada, radiación, concentración del contaminante para la degradación del herbicida.
Además el trabajo analizó las nuevas sustancias que se forman mientras sucede la reacción química, ya que al mismo tiempo que algunas desaparecen otras nuevas aparecen. “Hay que ser cuidadosos con los intermediarios ya que algunas de las cosas que aparecen pueden ser tan tóxicas o más que el original”, aclaró.
En una nueva etapa, el grupo de estudio amplió la experiencia y en vez de trabajar exclusivamente con el principio activo del herbicida –el glifosato puro- empezaron a procesar bidones que contenían la fórmula completa comercial que se utiliza para las fumigaciones en las que se incorporan otros químicos como surfactantes y coadyuvantes de los que también existe controversia sobre su toxicidad. Los investigadores tomaron bidones vacíos que contuvieron glifosato, realizaron los tres lavados y colocaron el agua resultante en un reactor para llevar a cabo la reacción de degradación.
“Lo que estamos viendo es que en tiempos que no son importantes tenemos un buen porcentaje de degradación y podemos eliminar no sólo el principio activo sino también los otros constituyentes”, adelantó Zalazar.
Los resultados de esta línea de trabajo fueron obtenidos por un equipo de trabajo perteneciente al grupo de Ingeniería de los Fotorreactores del INTEC y fueron presentados este año en 5th International Conference Oxidation Technologies for Water and Wastewater Treatment en Berlín, Alemania así como en el 2do Workshop Latinoamericano sobre Residuos de Pesticidas. Alimentos y Medio Ambiente organizado por la Universidad Nacional del Litoral (UNL).
Lo que viene
Para continuar el trabajo, el grupo se plantea construir un prototipo de reactor más grande, pensado para hacer un tratamiento en semicontinuo del agua de lavado de los envases en las épocas críticas del cultivo.
Otro de los puntos a tener en cuenta a la hora de establecer las condiciones óptimas para el funcionamiento de la tecnología de oxidación es saber cuándo la sustancia deja de ser tóxica. Este dato permite que el proceso sea más eficiente ya que si el peligro queda neutralizado antes de que se termine por completo la reacción se acorta el proceso en el reactor. Como explicó Zalazar destruir hasta los últimos vestigios puede requerir mucho tiempo lo que encarece el tratamiento.
“Ahora vamos a hacer ensayos específicos de toxicidad para saber en qué punto del proceso el efluente tratado pierde su toxicidad entonces ya se puede arrojar en algún curso de agua sabiendo que está controlado y que no representa un riesgo para el medio ambiente”, señaló.
El problema
“Es necesario que haya un compromiso y un control por parte del estado para que los envases no sean abandonados. Incluso muchos usan esos bidones como tachos porque son de buenos plásticos, duros y resistentes”, contó Zalazar.
“Acumularlos es un riesgo para el productor, la familia y todo el sistema de plantas y animales del lugar y la contaminación de las aguas, tanto subterráneas como superficiales. En Europa, Brasil e incluso en Argentina hay iniciativas que intentan el reciclado de los bidones que tuvieron pesticidas”, añadió.
Crédito foto: UNL