La Antártida está expuesta a un ritmo creciente de contaminación. Por tal motivo, investigadores del Instituto Antártico Argentino (IAA) recomiendan conocer con exactitud los niveles actuales de contaminación, su distribución, su dinámica y la factibilidad de removerlos a través de procesos de biorremediación. Asimismo subrayan la importancia de establecer medidas a nivel internacional que aumenten la seguridad del transporte marítimo Antártico para evitar derrames de combustibles.
(29/08/11 – Agencia CyTA-Instituto Leloir)-. La Antártida, uno de los lugares más aislados y menos explorados del planeta, no está exenta del problema de la contaminación, según revela una revisión del tema publicada en la sección Environmental and Coastal Management (volumen 25, Ocean Yearbook.
“A pesar de la ausencia de población humana permanente, las continuas actividades científicas, y especialmente el crecimiento de la pesca y de la industria turística, están exponiendo a la Antártida a un creciente riesgo de contaminación”, afirma el autor principal de la investigación, el doctor Walter Patricio Mac Cormack, director del Departamento de Microbiología Ambiental y Ecofisiología del Instituto Antártico Argentino (IAA).
“En la actualidad las concentraciones de hidrocarburos en los suelos y sedimentos de la Antártida no representan un problema global de contaminación pero si hay niveles importantes en zonas restringidas cercanas a las bases. Sin embargo, la sola presencia de estos contaminantes, aunque localizada, subraya la necesidad de conocer sus niveles con exactitud, su distribución, su dinámica y la factibilidad de removerlos a través de procesos de biorremediación, es decir, mediante el aprovechamiento de las capacidades metabólicas de los microorganismos”, subraya en la mencionada revista el doctor Mac Cormack y sus colegas Lucas Adolfo Mauro Ruberto, investigador del CONICET en el IAA y la UBA, Cristian Leopoldo Vodopivez y Antonio Curtosi también del IAA y Emilien Pelletier de la Universidad de Quebec, en Canadá.
“Los estudios que hemos llevado a cabo en diferentes bases antárticas han mostrado, al igual que lo observado en las bases de otras naciones, que las zonas cercanas a los asentamientos humanos muestran signos de contaminación, siendo la presencia de hidrocarburos alifáticos derivados del petróleo, los mas abundantes, alcanzando en la cercanía de los tanques de almacenamiento valores de varios miles de mg/kg, cuando los valores en zonas prístinas pueden estar por debajo del limite de detección del método analítico (menos de 1 mg/kg). También se han identificado hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAPs), principalmente derivados de los procesos de combustión de materia orgánica. Estos procesos tienen principalmente dos orígenes, por un lado es resabio de las actividades de quema a cielo abierto (actualmente prohibida) de todos los materiales de desperdicio que se realizaba de rutina en las bases antes de que existiera una regulación ambiental clara sobre el tema. Por otro lado, la combustión de los derivados del petróleo, tanto en los generadores eléctricos, como en los diversos tipos de vehículos que se utilizan en Antártida (Unimogs, botes neumáticos, helicópteros y motos de nieve, entre otros) es hoy en día una fuente de HAPs. Asimismo, si bien muchos metales se encuentran en forma natural en el ambiente, variando mucho sus niveles, según la geoquímica de cada región, en algunos casos se han detectado niveles superiores a los normales para una determinada zona . Así, en algunas áreas bajo la influencia de las bases y de la contaminación con combustibles, se detectan niveles elevados de plomo, como herencia de la época en la cual los combustibles los contenían en niveles significativos. También el cromo, derivado de los restos de pintura conteniendo ese metal, se encuentra frecuentemente cerca de los asentamientos humanos, especialmente de aquellos que se establecieron hace más de dos o tres décadas”, afirma Mac Cormack. Y continua: “Es interesante mencionar que, al menos en base a los estudios realizados en Base Jubany, los HAPs, generados por la actividad humana en suelos costeros, se adhieren a las partículas de suelo y sufren un proceso de migración vertical, favorecido por los procesos de congelamiento y descongelamiento de los suelos, que genera un incremento de dichos contaminantes con la profundidad, hasta alcanzar la zona del suelo que permanece eternamente congelada (permafrost) en donde los contaminantes alcanzan sus niveles máximos.” Aparentemente, los procesos de deshielo y las cada vez más frecuentes lluvias (producto del notorio cambio climático global) arrastran las partículas finas del suelo que yacen sobre el permafrost (con los HAPs adheridos) hasta la cuenca marina cercana, donde los HAPs podrían estar acumulándose en ciertas zonas, determinadas por el régimen de circulación local de corrientes marinas, afirma el investigador del Instituto Antártico Argentino. En esos sitios localizados, la concentración de HAPs alcanzó los 2 mg/kg, que si bien puede considerarse baja en comparación con áreas no antárticas seriamente afectadas (que pueden presentar decenas o cientos de mg/kg), es 10 veces superior a la encontrada en los sedimentos control, lejos del área de influencia de las bases. Y prosigue: “De esta manera, las modificaciones producidas por el cambio climático en Antártida podrían estar inesperadamente relacionadas con factores tan poco esperados como la distribución de los contaminantes en los diferentes ambientes. Se están realizando estudios similares en otras bases como Marambio y Esperanza para averiguar si este fenómeno es un caso particular o, por el contrario, es un proceso general que se repite en los diferentes sitios antárticos afectados por estos contaminantes.
Notable aumento del turismo
La presencia humana en la Antártida se ha incrementado notoriamente durante los últimos 20 años. El mayor incremento se ha registrado en la industria del turismo. Según datos aportados por la Asociación Internacional de Agencias de Viajes que operan en la Antártida (International Association of Antarctic Tour Operators), “el número de turistas que ingresan a la Antártida durante el año se ha incrementado desde poco más de mil a principios de los 90´ a cerca de 40 mil en las últimas temporadas. La mayor parte de estos turistas ingresan en grandes buques, lo cual ha aumentado el riesgo de contaminación marina y de las zonas costeras por derrames de combustible. Ejemplo de este alto riesgo son el hundimiento del MS Explorer en el estrecho de Bransfield en 2007 y los accidentes de los buques Nordkapp en 2007 y del M.V. Ushuaia en 2008”, puntualiza Mac Cormack. Y afirma: “Aunque en menor medida, también las actividades de los buques pesqueros y la presencia de científicos y personal de apoyo logístico se han visto incrementados en los últimos años, con el consiguiente aumento del impacto ambiental sobre los ecosistemas antárticos”.
Estrategias de descontaminación
Actualmente existe una marcada tendencia a tratar de reducir la contaminación por compuestos orgánicos mediante biorremediación. Dicha estrategia de remediación, debe aplicarse en la Antártida haciendo uso de la actividad de los microorganismos del lugar, ya que el protocolo de Madrid relativo al Tratado Antártico prohíbe claramente la introducción de especies no autóctonas para preservar el equilibrio de los ecosistemas locales”, subraya el doctor Mac Cormack.
“Nuestros trabajos a campo con suelos antárticos contaminados nos han mostrado que los suelos que se encuentran contaminados con hidrocarburos en forma crónica (exposición de larga data) poseen una flora bacteriana adaptada a subsistir y proliferar en presencia de estos contaminantes y son capaces de metabolizarlos. Por esta razón, la biorremediación de estos sitios puede hacerse mediante la estrategia de bioestimulación, esto es, mediante el ajuste de la concentración de los nutrientes esenciales para un óptimo crecimiento bacteriano”, explica el investigador.
Mac Cormack y sus colegas han aislado diversos microorganismos capaces de degradar diferentes tipos de hidrocarburos. “Estos microorganismos pertenecen a diferentes grupos taxonómicos, pero resaltan los miembros de los géneros Pseudomonas, Stenotrophomonas y Sphingomonas como aquellos que predominan rápidamente luego de un evento de contaminación y el género Rhodococcus, el cual parece establecerse en sitios crónicos, con larga historia previa de exposición a los hidrocarburos”, puntualiza el biólogo, doctorado de la UBA en el área de Biotecnología Y agrega: “Nuestros estudios revelan que el empleo de estos microorganismos representan una herramienta relevante para reducir el grado de contaminación de los suelos, aun en regiones con condiciones ambientales tan estrictas como las imperantes en el territorio antártico.”
En la actualidad, la necesidad de aplicar procesos de descontaminación, y especialmente de biorremediación en la Antártida está siendo fuertemente impulsada por varias de las partes integrantes que firmaron el tratado Antártico (Argentina, Australia, Bélgica, Chile, Estados Unidos de América, Francia, Japón, Nueva Zelandia, Noruega, Reino Unido y Sudáfrica, entre otros países). “Conjuntamente con la decisión de aplicar este tipo de técnicas, amigables con el medio ambiente, es imprescindible establecer medidas a nivel internacional, que aumenten la seguridad del transporte marítimo así como las maniobras que se realizan en las bases para el almacenamiento y la distribución de los combustibles en tierra, a fin de reducir el riesgo de eventos de contaminación. Paralelamente a esto, la regulación del flujo de turismo en la Antártida, los sitios aptos de ser visitados y el número de vehículos y de pasajeros permitidos has sido foco de debate en la última reunión de los países firmantes del Tratado Antártico realizada en Buenos Aires en el pasado mes de junio”, concluye Mac Cormack.
RECUADRO Antártida, continente blanco
La Antártida, junto con los fondos marinos de grandes profundidades, representan los sitios menos explorados del planeta. Este vasto continente, que posee un área total de casi 14.000.000 Km2 es el continente de los extremos: es el más frío (menos de -70ºC en invierno), el más aislado (1000 km de Sudamérica, la masa continental más cercana), el más ventoso (ráfagas de hasta 300 km/h), el más irradiado (por la presencia del agujero de ozono) y el más seco (< de 150 mm anuales de precipitaciones).
“Todo esto hace que la Antártida carezca de una población humana permanente y posea la imagen de una región totalmente prístina y carente de polución. Si bien ese concepto es cierto para gran parte de su inhabitado territorio, las restringidas zonas que se liberan de hielo en el verano (solo alrededor de un 2 por ciento) son el asiento de la mayor parte de la actividad humana (bases científicas y logísticas). Dado que las bases utilizan casi exclusivamente combustibles derivados del petróleo como fuente de energía, estos sitios, muestran el impacto de la contaminación por hidrocarburos, tanto de los derivados directamente del derrame de combustibles, como de aquellos provenientes de su combustión”, afirma el doctor Walter Patricio Mac Cormack, director del Departamento de Microbiología Ambiental y Ecofisiología del Instituto Antártico Argentino.
La Antártida está actualmente regida por el Tratado Antártico, establecido en 1959 y ratificado en 1961. Este tratado, prioriza la actividad científica sobre cualquier reclamo territorial y político. Si bien el tratado no hace referencia directa a la protección del medio ambiente antártico, en 1991 se aprobó en Madrid el “Protocolo de Protección Ambiental al Tratado Antártico”, el cual declara a la Antártida una “reserva natural dedicada a la paz y a la ciencia”. Dentro de sus 6 anexos el protocolo regula y establece normas a sus miembros acerca de la realización de estudios sobre el impacto ambiental de sus actividades (anexo I), establece pautas para la conservación de la fauna y la flora antártica (anexo II), establece normas para la disposición y el manejo de los residuos (anexo III) y para la prevención de la contaminación marina (anexo IV). Además, su anexo V regula la creación de “zonas antárticas especialmente protegidas” (ZAEP) y su anexo VI establece normas y procedimientos ante la generación de daños ambientales en la zona bajo influencia del tratado.
Muestreando una parcela durante un ensayo de biorremediación de suelo contaminado con hidrocarburos en la Base Jubany.
Créditos: Gentileza del Dr. Walter MacCormack
Ensayo de biorremediación en parcelas en la Base Jubany. Walter MacCormack y su equipo demostraron que microorganismos autóctonos de los géneros Pseudomonas, Stenotrophomonas, Sphingomonas y Rhodococcus degradan hidrocarburos presentes en los suelos de la Antártida.
Créditos: Gentileza del Dr. Walter MacCormack
Micrografía electrónica de barrido de un consorcio bacteriano degradador de hidrocarburos aislado de los suelos de la Antártida.
Créditos: Gentileza del Dr. Walter MacCormack