En la Patagonia, científicos del CONICET trabajan para que la cultura de los pueblos originarios permanezca más viva que nunca, a través de talleres de telar pampa, tallado de la piedra, quillanguería y cerámica destinados a toda la comunidad.
(18/06/12 – Agencia CyTA – Instituto Leloir)- Nuestro continente ha sido testigo de la masacre y el maltrato sufridos por las comunidades originarias, en manos de conquistadores y capitalistas cegados por las riquezas que abundaban en estas tierras. Derechos violados. Raíces negadas. Cinco siglos igual. Sin embargo, hay algo con lo que nadie pudo arrasar: la sabiduría de estos pueblos. Su cultura.
Con el objetivo de aprovechar su legado, científicos del Centro Nacional Patágonico (CENPAT – CONICET), con sede en Puerto Madryn, Chubut, desarrollan un proyecto de rescate y reinserción de tecnologías aborígenes que ya no se practican o corren el riesgo de desaparecer, de manera complementaria al trabajo de arqueología que realizan en el instituto.
“La idea es que lo que nosotros aprendemos a través del trabajo científico pueda ser capitalizado por otras personas de la comunidad, especialmente por los descendientes de los primeros pobladores de la Patagonia”, cuenta a la Agencia CyTA la doctora en Antropología Julieta Gómez Otero, investigadora del CONICET en el Laboratorio de Arqueología de la Unidad de investigación “Diversidad, sistemática y evolución” del CENPAT.
La científica trabaja en este proyecto junto al Técnico Roberto Taylor desde hace dos décadas. “Es una manera de devolver a la comunidad su aporte a nuestro trabajo”, asegura. Así, junto a otros colegas instituciones culturales gubernamentales y no gubernamentales y miembros de las comunidades mapuches y tehuelches de la zona, han organizado talleres sobre quillanguería, telar pampa y trabajo de la piedra, y planean dictar otros sobre cerámica.
La quillanguería es una técnica milenaria que consiste en la utilización del cuero de animales para la confección de vestimenta, entre otros fines. “Los tehuelches lo usaban con el pelo hacia dentro, y el lado del cuero estaba pintado con diseños propios de su cultura”, precisa la antropóloga, y agrega que el telar pampa, que se usa en la región desde hace dos siglos, es mucho más complejo que el telar vertical o mapuche.
En tanto, la tecnología de la piedra es la más antigua, pero dada la “dureza” de esta materia prima, es la que más ha perdurado en todo el mundo. El doctor Eduardo Moreno y su becario Mariano Reyes, integrantes del equipo, son talladores capaces de reproducir los artefactos de piedra tal como lo hacían los cazadores-recolectores. Por su parte, Verónica Schuster, becaria de Gómez Otero, estudia las piezas cerámicas que los pueblos originarios confeccionaban, sobre todo, para tareas domésticas, como la cocción y el almacenamiento de alimentos. Una vez culminada su tesis, estos conocimientos podrán ser transmitidos a los artesanos de la región.
En general, el equipo del CENPAT realiza estas tareas en Trelew y Puerto Madryn. “Es algo que hacemos de manera informal, dentro de nuestras posibilidades y tiempo, ya que nuestro principal objetivo es la investigación. Pero estamos viendo de organizar talleres en otras localidades, junto a la Secretaría de Cultura de la Provincia de Chubut, porque es importante que estas tecnologías puedan difundirse a la mayor cantidad posible de gente y que se hagan con cierta periodicidad”, considera Gómez Otero.
Finalmente, la científica concluye con una reflexión que bien podría ser extensible a todo el país: “La Patagonia es un gran yacimiento arqueológico pero muchas personas no saben el valor que tiene preservar este patrimonio para el presente y las generaciones futuras. Es la cultura de los primeros habitantes de la región, pero también la nuestra, porque incluso aunque algunos no seamos descendientes de pueblos originarios, somos patagónicos. Por eso, es importante que valoremos nuestras raíces, y que estas tecnologías se puedan seguir reproduciendo en la comunidad. Que no se pierdan”.
Roberto Taylor tejiendo en telar pampa.
Crédito: Julieta Gómez Otero