Salvador Arias, becario colombiano del CONICET en la Universidad Nacional de Tucumán, recibió un premio internacional por el desarrollo de un programa computacional que estudia la distribución y las relaciones de parentesco entre especies. “Comprender estos patrones es una forma de aprender cada vez más del mundo en que vivimos”, aseguró Arias en una entrevista con la Agencia CyTA.
(10/12/12 – Agencia CyTA-Instituto Leloir)- A fin de explorar la separación de grupos de especie con antepasados comunes a raíz de las barreras geográficas o desplazamientos, entre otras variables, el biólogo colombiano Salvador Arias, becario doctoral del CONICET en el Instituto Miguel Lillo de la Universidad Nacional del Tucumán, desarrolló un software bioinformático para obtener más respuestas sobre ese complejo proceso.
El programa computacional, realizado bajo la dirección de los doctores Pablo Goloboff y Claudia Szumik, fue premiado meses atrás por la GBIF (Global Biodiversity Information Facility), un organismo multinacional cuyo objetivo es estudiar la diversidad biológica del planeta. “Esta clase de estudios bien podría hacerse a mano, con mucha paciencia, pero sin el poder de las computadoras sería imposible evaluar miles de especies”, señaló Arias a la Agencia CyTA.
¿Podría explicar de qué se trata el software?
El software trabaja con el concepto de “vicarianza”, que es el término usado en biogeografía para indicar que dos especies u otros grupos taxonómicos emparentados tienen distribuciones discontinuas o “disyuntas” [lo que significa que están ampliamente separados entre sí geográficamente]. Por ejemplo, el ñandú en Sudamérica y el avestruz en África. En general, estas distribuciones están asociadas a alguna clase de barrera que mantiene separados a los taxones, como, en el ejemplo del avestruz y el ñandú, el océano Atlántico. El programa usa la información sobre presencia de organismos en distintas geografías y sus relaciones de parentesco para detectar si un par de especies o grupos de especies estrechamente relacionados tienen una distribución disyunta.
¿Cuál es el objetivo de estas investigaciones?
Esta clase de resultados nos permite entender cómo evolucionó un grupo de organismos con respecto a su entorno, por ejemplo, qué clase de barreras geográficas lo afectaron. Incluso sería posible ligar algunas de las conclusiones con variables climáticas y ecológicas, aunque, para eso, se necesita mucha información acerca del área de estudio y los fenómenos de disyunción no deben haberse producido hace más de un millón de años.
En cuanto a la aplicación, este programa es de utilidad básicamente para los taxónomos, y para los biogeógrafos. Ambos están interesados en reconstruir la historia evolutiva y geográfica de los organismos. En última instancia, comprender estos patrones de distribución es una forma de aprender cada vez más del mundo en que vivimos.
¿El software de bioinformática resulta indispensable para analizar muchas variables?
Así es. Esta clase de estudios bien podría hacerse a mano, con mucha paciencia, pero en ese caso solo se puede hacer con muy pocas especies: de lo contrario, no sólo aumenta la probabilidad de error, sino que sencillamente es imposible llevar a evaluar todas las posibilidades que se abren.
¿De qué modo la tecnología está modificando distintos campos de la ciencia?
En lo personal, me gusta pensar que mi trabajo es simplemente la consecuencia lógica de la forma en cómo se ha trabajado en taxonomía desde hace más de 200 años. La gran diferencia es que hoy contamos con grandes posibilidades tecnológicas, lo cual nos trae el reto de formalizar muchas de esas prácticas y además encontrar la mejor manera de aprovechar esa cantidad de datos y el poder computacional. Las computadoras no hacen ninguna clase de magia, son herramientas. La verdadera tarea es la de los científicos que buscan los especímenes, los preparan en el laboratorio, los analizan y finalmente aprenden más acerca de ellos. Para mí, la mayor satisfacción es que alguien considere útil mi trabajo para sus propios estudios. Nada pone más feliz a un herrero que ver como las herramientas que ha forjado son útiles para otras personas.
Salvador Arias, becario colombiano del CONICET en la Universidad Nacional de Tucumán, recibió un premio internacional por el desarrollo de un programa computacional que estudia la distribución y las relaciones de parentesco entre especies.
Créditos: Gentileza de Salvador Arias
Programa computacional para estudiar la distribución y las relaciones de parentesco entre especies.